La arquitecta que amaba los zapatos

Manuel Blanco

YES

Jaime abascal

ARTESANÍA CHIC La lucense Catuxa Fernández y su socio y colega Ignacio Aldanondo acaban de cerrar su despacho en Barcelona para dedicarse en exclusiva a producir calzado artesanal, piezas únicas hechas totalmente a mano por ambos.

15 jul 2017 . Actualizado a las 10:11 h.

Hay casualidades con la fuerza suficiente para voltear vidas. La arquitecta lucense Catuxa Fernández podría dar fe de ello. En su caso, un curso de fin de semana, al que acudió hace seis años de la mano de su socio y amigo Ignacio Aldanondo, le dio un giro de 180 grados a su existencia. Para sorpresa de su entorno, dejó de lado el oficio para el que se había formado durante un buen puñado de años para abrazar con la pasión de los conversos la fabricación artesanal de zapatos. Hoy, Catuxa e Ignacio son zapateros por convicción. También por devoción. Han convertido una actividad que comenzó como un hobby en su pasión y, desde hace un año, diseñan y producen calzado de alta calidad, hecho totalmente a mano por ambos, en su taller de Barcelona. Son Aldanondoyfdez.

Los protagonistas de esta historia comparten edad, 38 años, y pasado. Estudiaron la carrera juntos en Pamplona y durante más de una década regentaron un despacho de arquitectura en Barcelona. Lo acaban de cerrar, otra señal inequívoca de la fuerza con la que han emprendido este camino.

Su aventura vio la luz casi por casualidad en el 2011, cuando Catuxa e Ignacio decidieron matricularse en un curso sobre los secretos del calzado artesanal. A él siempre le habían apasionado los zapatos -«de niño los dibujaba por placer», relata la arquitecta lucense- y convenció a su socia, también una amante de la moda, para acudir al ciclo. Aquello fue una suerte de advenimiento para los dos.

LA INFLUENCIA DE PITU

Antes de que se dieran cuenta, lo que había comenzado como un pasatiempo se estaba apoderando de sus vidas. Querían saber más, desentrañar el oficio. Y conocieron a Pitu Cunillera, un maestro zapatero catalán que les enseñó los secretos de esta actividad secular y les presentó a otro colega con muchas décadas de experiencia, Carles Piñols. De la mano de ambos, los arquitectos habían descubierto un nuevo universo. «Dábamos clases con los dos regularmente y aquello era un oasis en el ajetreo de la arquitectura», recuerda Catuxa.

Con el paso del tiempo, el taller empezó a hacerse grande y su despacho de arquitectura pequeño, «al menos en lo que tenía que ver con nuestras prioridades», relata la gallega, con fuertes raíces familiares y emocionales en su Lugo natal. Lo que ambos querían era fabricar zapatos, un trabajo en el que, por extraño que pueda parecer, identifican muchas similitudes con la arquitectura. Y empezaron a hacerse con herramientas, pieles y materiales, para lo que tuvieron que recurrir a anticuarios en muchos casos, al tiempo que heredaban hormas de Pitu y Carles. Así fue hasta que el año pasado decidieron lanzar su negocio.

En sus primeros meses de vida, Aldanondoyfdez se concentró en la producción de piezas artesanales totalmente a la medida, un trabajo que obligaba al cliente a visitar su taller varias veces dado que, antes de la versión definitiva, podían llegar a hacer dos zapatos de prueba. Cada una de sus obras, valorada en unos mil euros, suponía más de 100 horas de trabajo de los dos socios, entre diseño, pruebas, fabricación...

Esta forma de trabajar limitaba de forma notable su mercado, pues aunque sus diseños llamaban la atención en otros países, el factor presencial, la visita ineludible al taller en la ciudad condal, reducía sus posibilidades de captar clientes y consolidar su marca.

Por eso han dado una vuelta sustancial a su negocio y acaban de lanzar al mercado una línea con doce modelos que se pueden comprar en la web de la empresa bajo encargo. «Ya no requiere que la gente venga aquí -precisa la creadora lucense--. El cliente nos pide un modelo, nos facilita su número e información sobre el pie y se lo fabricamos. El proceso es el mismo que antes, lo hacemos nosotros dos todo de forma artesanal». Para afinar aún más el trabajo, estudian recurrir a una aplicación que, tras tomar varias fotos del pie, permite obtener una proyección en 3D. Este nuevo sistema permite también ajustar los costes, aunque seguirá siendo un producto con vocación exclusiva. Cada par oscilará entre 350 y 500 euros.

ZAPATOS SIN GÉNERO

Los zapatos de Aldanondoyfdez, eso sí, no entienden de sexo. Son unisex, una tendencia que empata con un nuevo perfil de consumidor. «No trabajamos el género. De hecho, en la primera web nos sorprendió que había hombres que se fijaban en los de mujer, y a la inversa», precisa una entusiasta Catuxa, feliz de haber superado todos los escollos, incluidas la inevitables dudas iniciales que surgieron en su entorno.

Como tampoco habrá colecciones. La idea con la que trabajan es ir añadiendo modelos a medida que consoliden la empresa. Escapar de las tendencias para perdurar en el tiempo, para convertir sus zapatos en una creación en sí misma. El sueño en definitiva de todo artista.