Galletas dame las justas, por favor

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¿TAN MALAS COMO RICAS? Las reinas del desayuno están en el punto de mira. Hay que evitar el exceso, leer la composición y fijarse en qué tipo de grasas contienen, advierten los expertos. Al pan pan, la nutrición no es una maría.

17 jun 2017 . Actualizado a las 05:25 h.

La galleta tendrá su crunch pero ya no es la crac de desayunos y meriendas. Parece que a esta reina azucarada se le pasó el arroz. Grasas, rellenos, pepitas -y, sobre todo, la frecuencia con que las comemos- las han puesto en el punto de mira. ¿Son tan malas como ricas? El monstruo de la tele podría persuadir a críos y nostálgicos, pero las galletas no convencen a muchos pediatras y nutricionistas como producto diario de una dieta sana. Y la nutrición no es una maría. «El problema de la galleta es que no deja de ser un producto procesado, no un alimento. Debemos consumir más alimentos y menos productos», afirma la dietista y nutricionista del Chuac Sonia González, que advierte que la polémica acucia hoy a la galleta por una composición que ha tenido siempre. Solo que ahora está a la vista del consumidor en la etiqueta.

Las grasas y azúcares han encendido la alarma. La mala prensa de las galletas «se debe sobre todo a las grasas y los azúcares que llevan -apunta en la misma línea la nutricionista Fátima Branco-. Hay unas galletas mejores que otras, debemos prestar atención a los ingredientes para saber cuántos azúcares y qué tipo de grasas llevan; si incluyen, por ejemplo, aceite de palma (que viene a ser lo mismo que la mantequilla, lo usaron para sustituirla y nos lo han vendido como grasa vegetal). Hay que educar el paladar, porque las cifras de sobrepeso están ahí».

La obesidad en niños es «uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI. La prevalencia ha aumentado a un ritmo alarmante», advierte la Organización Mundial de la Salud. No entramos a contar caries. Ni en los problemas cardiovasculares y enfermedades, como la diabetes, a los que puede conducir el consumo excesivo de azúcares. «El azúcar que necesitamos está en los alimentos, los azúcares añadidos que llevan los productos procesados no nos hacen falta para nada. Sobran», indica Sonia González.

Mi desayuno suele consistir en un zumo y un café con galletas, le digo a una de las expertas consultadas esperando «la galleta». «Pues muy mal», desaprueba Fátima Branco. Hay alternativas. Y hay que esforzarse en buscarlas, aunque al reloj se le vaya el tiempo. Las galletas, bien de vez en cuando; mal todos los días. Con todo, la endocrinóloga del Chuac Teresa Martínez invita a no sacar las cosas de contexto. «Hemos crecido desayunando galletas. Una galleta normal, de las sencillas, no es un problema», afirma.

Lo esencial es evitar el exceso, fijarse en la composición de cada producto y no dejarse atrapar por el sello pediátrico, ¿la guinda del pastel del márketing? «Ese sello se ha usado para avalar productos que son bombas de azúcar», afirma Fátima Branco. Al pan pan, que es una de las mejores alternativas a la galleta procesada. ¿Algún tipo en especial? «El pan de toda la vida está bien», asegura Branco. Pan o cereales integrales (la avena, el muesli puro, apunta), una pieza de fruta y un lácteo hacen un desayuno óptimo para arrancar el día, según las expertas, quienes invitan a poner el ojo más en grasas y azúcares que en las calorías.

¿Y la cena? «Si cenamos galletas -apunta Sonia González-, estamos desplazando carnes, pescados, verduras, legumbres... alimentos que deben predominar en una dieta saludable». El paladar también sabe cambiar de gusto.