¿Desde cuándo recordamos?

Cláudia Morán

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¿ES POSIBLE RECORDAR CÓMO NACIMOS? No son pocas las personas que, como Lucía Bosé, explican con detalle lo que sintieron el día de su nacimiento, pero los expertos advierten: la memoria es engañosa porque está ligada a fenómenos afectivos y hasta de autosugestión.

10 jun 2017 . Actualizado a las 05:10 h.

Tengo recuerdos de cómo nací, de cómo me metieron en agua caliente, cómo me lavaron, cómo me envolvieron en una faja de lino... Me acuerdo de los brazos de mi madre, que me cogió como a un trozo de madera, y me pusieron un gorrito que me molestaba mucho». Con estas palabras, Lucía Bosé dejó boquiabiertos a miles de espectadores en su entrevista televisiva en el mes de marzo con Bertín Osborne. 

La matriarca de la famosa familia asegura, como muchas otras personas, recordar «perfectamente» el día que vino al mundo. Sin embargo, lo más probable es que la escena que guarda en su memoria no sea otra cosa que un falso recuerdo. Así lo sostiene el psicoanalista y psicólogo clínico Manuel Fernández Blanco, quien señala que, «en general, no hay recuerdos claros y propios de la primera infancia», ya que estos «suelen aparecer a partir de los 4 o 5 años».

Aunque reconoce que «es verdad que se puede tener alguna instantánea anterior», subraya que el factor anímico es indispensable. «La memoria no es simplemente un registro mecánico ni un problema de procesamiento y almacenamiento de la información; la memoria no es independiente del aspecto emocional y por eso influye en el recuerdo y también en el olvido, como ocurre también con muchos acontecimientos traumáticos», explica el experto.

LA MENTE MARAVILLOSA

Fernández Blanco expone un caso real de un niño muy pequeño, al cuidado de sus abuelos en A Coruña, que recibe la visita de sus padres, emigrantes en Suiza. Es, excepcionalmente, un día de nieve, y sus progenitores le regalan un camión. «Su recuerdo es una imagen muy precoz, pero no tanto por el hecho excepcional de la nieve, sino por ver a sus padres», señala.

Pero lo que normalmente ocurre en un gran número de casos es que la mente nos engaña. «Muchos de los recuerdos de la primera infancia son recuerdos falsos o encubridores», advierte Fernández Blanco. Es decir, que a veces recordamos una escena previa a otra que no queremos recordar o la transformamos en una distinta. «Es muy interesante ver cómo muchos adultos han estado condicionados toda la vida por un recuerdo. Por ejemplo, uno en el que ubican a un familiar, pero descubren que esa escena no pudo ocurrir jamás de ese modo porque ese año esa persona estaba en otro país», aclara.

Otro factor que nos influye son las elaboraciones posteriores, por las que nuestra mente recuerda «no solo lo vivido, sino lo que nos han contado, fotos, relatos...», y eso desemboca, tal como indica el psicoanalista, «en la creación de un recuerdo distorsionado».

Existe un último caso que influye en lo que registramos en nuestra memoria, que es la autosugestión. «Se produce cuando hay percepciones irreales, que a veces remiten a una psicopatología y a veces no. Si una persona está bajo un efecto de autoinfluencia o influencia externa muy poderoso puede tener alteraciones perceptivas o entrar en un estado mental que construya imágenes que pueden no ser para nada reales», dice Fernández Blanco.

La autosugestión es, en otras palabras, el fenómeno humano por el que las personas viven ciertas situaciones como «sensaciones anestésicas corporales extrañas», como observarse a sí mismas «desde el exterior o desde arriba», y así es como (se) recuerdan.

En el caso de un nacimiento, la situación es más complicada todavía de recordar con claridad por un motivo que deja poco lugar a la discusión: el hecho de que «el recién nacido no distingue su ser de la realidad exterior, ni a sí mismo del pecho que lo amamanta». 

«La construcción de la realidad exterior no es un primer momento de nuestra existencia, sino que es un proceso», argumenta. De este modo, cuando nacemos, estamos totalmente fusionados con el entorno y nuestro conocimiento del mundo exterior llega bastante después. Por todo ello, Fernández Blanco concluye que recordar el propio nacimiento «requeriría un nivel de desarrollo que el recién nacido no tiene».