Adiós a los malls

PLATA O PLOMO

20 may 2017 . Actualizado a las 05:40 h.

Lo más moderno eran unas escaleras automáticas. Había varios bautismos que te introducían en el nuevo mundo: el primer avión, la primera autopista y la primera escalera mecánica. El progreso lo medían aquellas estructuras que desaparecían en el suelo por arte de magia y que fueron llegando a las pequeñas ciudades gallegas en torno a los años setenta. Era habitual que los ingenios brotaran de pronto en algún pequeño centro comercial y que el gusano se convirtiera en una atracción tan estimulante como las montañas rusas de los parques de atracciones de las grandes capitales.

La primera escalera giratoria la había instalado Wilford Reno en 1893 en la estación Cortland Street de Nueva York, aunque desde 1898 el referente venían siendo las de los almacenes Harrods. Se habían inaugurado el 16 de noviembre de ese año y eran una rampa sin escalones hecha de cuero, caoba y cristal. Al llegar a la cima un empleado te obsequiaba con una copa de brandy.

Poco de ese glamur quedaba en la mayor parte de las primeras escaleras giratorias que llegaron a ciudades como Ourense, empotradas en galerías comerciales más bien tenebrosas. En A Coruña aún hoy se identifica el ánimo emprendedor del propietario de El Pote con su decisión de instalar esa primera rampa automática que destilaba innovación en un país que admiraba todo lo que tuviera acento estadounidense.

Precisamente por eso parecían tan llamativos aquellos lugares en los que transcurrían las series de televisión para adolescentes. Se llamaban malls y exudaban un consumismo obsceno que por entonces nadie cuestionaba. Aquellos templos de la American Express eran en realidad una solución a la desvertebrada conexión urbana de muchas ciudades americanas, en las que la socialización había que forzarla ante la ausencia de plazas y calles como las nuestras. La primera galería comercial del mundo pasa por ser la Vitorio Emmanuelle, de Milán, construida en 1877, pero la sublimación de este concepto urbano tuvo lugar en Estados Unidos. En 1956 se instaló en Minessota el Southdale Center, el primer centro comercial completamente cerrado, inspirador de un modelo de consumo y ocio que hoy agoniza.

Los malls están heridos. Hay quien sostiene que de muerte. Todo un emblema social agoniza a causa del comercio electrónico, que mantiene encerrados a los americanos en sus habitaciones. Los abandonos se cuentan por centenares y los cadáveres de aquellas bulliciosas catedrales del consumo salpican América.

El progreso lo miden hoy los satélites. La empresa californiana Orbital Insight se ha especializado en un cometido original: medir el ritmo acelerado de la construcción en China a partir de las fotos que se van tomando desde el espacio. Fue esta compañía la que interpretó el primer síntoma de una patología que muchos consideran irreversible: los aparcamientos de los centros comerciales estadounidenses estaban vacíos. Desde entonces los cierres son constantes y los avisos de crisis cada día más serios. El gigante Sears, que en su día patrocinó el edificio más alto de Chicago, reconoció en marzo que tiene serias dudas de que el negocio sea viable en doce meses. En diez años apenas quedarán la mitad de los complejos que existían hace diez.

En Galicia, la burbuja de los malls también ha estallado. Muchos se han convencido al fin de que no hay mejor centro comercial que la plaza pueblo.

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