Y de repente familia numerosa

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MARCOS MÍGUEZ

LA VIDA SE COMPLICA y la felicidad se multiplica en las familias grandes. «Más que un sacrificio, es una suerte», dicen. Y eso que no suelen encontrar habitación de hotel para todos. Dos familias que tuvieron gemelos nos cuentan cómo viven en un mundo cada vez más de hijos únicos

22 abr 2017 . Actualizado a las 05:05 h.

Las cosas divididas entre dos no dan igual que entre seis. Así muestra en números Javier Sardiña, padre orgulloso de cuatro hijos, lo que es ser familia numerosa. Su casa lo notó de golpe al tercer embarazo, cuando llegaron dos. «¡Y supimos que venían gemelos al séptimo mes de embarazo! En las ecografías y las pruebas el ginecólogo no lo vio. Incluso le decía a Loli, mi mujer, que estaba subiendo mucho de peso. Por Todos los Santos nos fuimos a Girona a ver a mi cuñado, que es ginecólogo, y al ponerle el ecógrafo lo vio: ‘No pasa nada -dijo-, ¡solo que vienen dos!’». Así que Javier y Loli se volvieron a Coruña, a Cecebre, viendo doble... lo que no les impidió cambiar enseguida de ginecólogo y hacer sitio en la habitación para dos cunas, comprar una silla gemelar y el primer siete plazas. En una familia numerosa los problemas crecen como las satisfacciones. «Porque la felicidad que sientes es muy grande», afirma la familia Sardiña Rodríguez. Y eso que vivir hace más ruido y multiplica el gasto. Pido a Javier un cálculo a ojo del coste que le suponen hoy cuatro hijos, al margen de los gastos comunitarios o de agua o luz. «Unos 2.000 euros». ¿Viajamos? En España no resulta fácil, cuentan, encontrar habitación de hotel para seis. «En cambio, no tienes problema en otros sitios de Europa», advierte Javier, que tiene la solución en la autocaravana: «¡Nos llevamos la casa a cuestas!».

Aunque la Administración y muchas empresas no lo ponen fácil para tener hijos, «yo animaría a tener más de uno. Ser familia numerosa es una suerte», dice. Javier y Loli, funcionarios, tuvieron una estabilidad y facilidades para conciliar trabajo e hijos, admiten. Pero el trabajo en casa es grande. Mano a mano, desde las siete de la mañana hasta las diez de la noche, llevan sin parar sus días de gran familia, que empezó Paula. «No fue un bebé tranquilo, no durmió bien, nació tras un parto complicado», dice su padre de esta niña que cumplió los 28. La alegría le pudo al cansancio, sus padres repitieron y 5 años después nació Santi, «la tranquilidad personificada». Sin querer, y sin querer evitarlo, llegarían los gemelos Víctor y David, que tienen 14 años.

¿Exige grandes renuncias ser familia numerosa? Ahí está el eco de Samanta Villar («Tener hijos es perder calidad de vida»). «Depende de cómo lo sientas. Yo no lo veo así. Al tener a mis hijos he dejado de salir a cenar, pero, a cambio, puedo merendar con mis hijos», cuenta Javier. La alegría, el orgullo de verles crecer, empezar una carrera o ponerse a trabajar, «compensa». Palabras con la autoridad de haber superado ya los años fuertes de la crianza, «y eso que los hijos al crecer generan otros gastos». Pero a ver quién es el único que le pone precio a una felicidad numerosa.

ANGEL MANSO

«El número 3 es perfecto»

En casa de los Ferreiro García el abuelo Jesús dictó sentencia: «El número 3 es perfecto». No sé si pensando en su hija Bibiana cuando le dijo que esperaba mellizos o buscando el equilibrio en la proporción de nietos y nietas. «Mi padre me decía: ‘Verás cómo uno de los dos es niña. De mis 12 nietos, seis serán niños y seis niñas’», cuenta Bibiana. Ella le dio tres. Pero fue al segundo parto cuando su hogar se convirtió en lo que desde 1994 es ser familia numerosa. «Yo, que crecí rodeada de hermanos [son cinco], quería tener familia numerosa. A mi marido le asustaba más». Y Bibiana y Senén empezaron poco a poco. Un embarazo. Un hijo. Un nombre. Senén. «Fue muy deseado y se hizo esperar ?comparte Bibiana?. Mis cuatro hermanos ya habían ido teniendo hijos por orden. Nosotros ejercíamos de tíos de nueve sobrinos y teníamos muchas ganas de ser padres. El 20 de enero del 2005 nació Senén y llenó nuestra vida de felicidad».

VIAJAN TRES Y PAGAN POR CUATRO

Senén se dio bien como bebé. «¡Podía dormir 12 o 14 horas del tirón! Me incorporé a trabajar antes de las 16 semanas, porque además tuve la suerte de poder acogerme a una reducción de jornada. En mi empresa fue sencillo, me lo pusieron fácil y había precedentes. El ambiente era positivo». En casa también. Pero Senén hijo empezó a crecer y sentirse solo. Con 4 años llevaba su tiempo pidiendo un hermanito, y tanto lo deseó que el deseo se cumplió por dos. «Pensaba que sería divertido jugar...», cuenta Senén mientras los mellizos Julia y Bruno le miran como diciendo «¡vas a ver!».

Los mellizos que romperían la paz de hijo único de Senén júnior, para darle mucho juego, llegaron en el 2009. «Cuando nos dijeron que eran dos lloramos... ¡de felicidad! Luego nos dijeron que uno de ellos era niño seguro y el otro parecía niño también... Y me puse a llorar otra vez, dije: ‘Yo me quedo con tres niños’», confiesa Bibiana. Pero la profecía del abuelo Jesús se cumplió y ¡se reveló Julia! La niña.

En el hogar de los Ferreiro García hubo que criar dos hijos a la vez, así que la paternidad cambió el aura romántica por un aire más pragmático. El momento baño se convirtió en «¡la hora del túnel de lavado!». Debe de ser difícil llevar tanta vida a la vez. «Con un hijo puedes ir improvisando ?dice Bibiana?. Con tres, dos de ellos mellizos, hay que planificar. Y ahora más, porque cada uno tiene sus actividades, sus amigos. El calendario de mayo que tenemos en la nevera ya está... ardiendo». Con familia numerosa el día a día es un jaleo, a veces tremendo, «pero aprendes a priorizar, sabes cuándo un golpe es de ir al hospital». ¿Y viajar, cambia las cosas? «Sí. En los hoteles no te dan habitación para estar con los tres niños, el coste de alojarse en hoteles se duplica». A cambio, cuentan, el Ratón Pérez en una semana ha visitado su casa hasta ¡3 veces! Suerte que trae el número perfecto.