Yo me caso en invierno

NOELIA SILVOSA / ANA ABELENDA / TANIA TABOADA

YES

Ángel Manso

¿QUIÉN DIJO FRÍO? Si el verano tiene problemas de agenda, diciembre o marzo pueden ser una gran elección. Ellos se dieron el «sí, quiero» con abrigo. No hay temporada baja para este amor.

14 ene 2017 . Actualizado a las 05:15 h.

El mes de Vanessa y Ramón es diciembre. Así lo quisieron cuando se casaron hace dos años y el destino hace apenas un mes con el nacimiento de su niño, Dylan. «Decidimos casarnos el 27 de diciembre, entre Nochebuena y Fin de Año», recuerda Vanessa. Y así fue. Aquel día se dieron el sí en la iglesia de Arteixo ante 23 invitados, «los familiares más cercanos y un par de amigos», en una ceremonia muy íntima porque, como dice ella, «somos bastante tranquilos y queríamos algo sencillo. Teníamos miedo de que algunos familiares se enfadasen y no lo entendiesen, pero no tuvimos ningún problema con nadie y todo salió tal y como queríamos». Será por eso que la novia tiene claro que, si pudiese retroceder en el tiempo, se volvería a casar exactamente así: «Nos gustan las Navidades y en diciembre era todo mucho más fácil y económico. No queríamos tardar dos años en organizar la boda y era una forma de pasar el Fin de Año fuera aprovechando la luna de miel, así que nos fuimos a Tailandia y a Camboya», cuenta. Un broche perfecto para una boda que supieron abordar desde el principio.

«Organizamos todo seis meses antes. Después de la ceremonia nos fuimos a cenar a Costa Caión, un sitio donde celebran convites. Allí me llevé un pincho y puse mi propia música para bailar todos. Después nos fuimos al alojamiento rural que tienen para seguir con la fiesta y luego nos quedamos a dormir con todos los invitados», explica Vanessa, que a pesar del frío aguantó con el vestido hasta el final. «Y con los zapatos, que de hecho me hice un esguince poco antes, pero aún así los llevé puestos hasta que me metí en cama», afirma.

Además de hacer todo tal y como ambos quisieron, la novia cuenta que se ahorraron lo suyo tanto en la organización como en la decoración: «Al ser Navidad, la iglesia ya tenía montado el belén y en la mesa de la cena pusimos algunas flores de Pascua y muérdago», añade.

UN VESTIDO CON CAPAS

Su ramo multicolor también tenía flores rojas, siguiendo en línea con la paleta cromática navideña, al igual que sus zapatos de purpurina y que la corbata y el pañuelo del novio. Y es que elegir vestido en una boda de invierno no puede ser igual que en julio o agosto: «El mío era de encaje y de palabra de honor, pero tenía bastantes capas y abrigaba. También llevé una capita de pelo», detalla.

Y para seguir con la magia propia de las fechas que eligieron para casarse, la novia sorprendió a todos -incluido el novio- contratando a un mago para amenizar la fiesta. «Como éramos pocos, fue muy participativo y todo el mundo formó parte de la función. La gente se divirtió muchísimo», explica Vanessa. Este año, y ya que pasaron fuera de España su primera Nochevieja de casados, era de esperar que continuaran con la tradición. Y así estaba previsto, hasta que una gran causa de fuerza mayor les cambió los planes... y la vida.

«Nos gustó y teníamos pensado hacerlo, pero como acabo de ser mamá no nos pudimos ir», aclara Vanessa. Por Dylan merece la pena quedarse en casa.

Daniel Santalla

ANA Y TOMÁS: «FUE COMO CASARSE EN UN CUENTO»

Ana y Tomás inauguraron el invierno dándose el «sí, quiero» a un mes de la llegada de la estación que no enfría a quien se abriga. Lo quisieron así. Casarse al frío para irse luego de luna de miel al pleno verano de Australia, buscando el contraste. «En Galicia el invierno tiene un encanto especial. El verde, la luz; es mágico. Es una época del año muy bonita. Es como si te casases en un cuento». ¿Fue una boda de cuento? «Total. Nosotros nos sentimos como en casa, con los familiares y amigos con los que queríamos estar». Calentitos en el pazo de San Tirso de Mabegondo. Entre los aperitivos, la cuchara no faltó: cazuela de callos y pulpo, y a la mesa una vichyssoise para empezar. Las tartas de Enza Di Piazza 

hicieron el postre. Son las preferidas de Ana y Tomás, que lleva el House Bakeri de A Coruña, con tirón en aperitivos y recenas para bodas. Ellos se casaron dulcemente, sin problema de fecha, a un año justo de que él se lo pidiese en Londres. Fue durante un fin de semana que pasaron probando bollos. «¡Me llevó engañada!, diciéndome que íbamos a Londres a hacer un estudio de mercado de bollería!», cuenta Ana. Tuvieron suerte. Se casaron sin lluvia. «Eso sí, hizo frío. Pero en el pazo se estaba de maravilla, porque la piedra se calentó con las estufas». Y la gente no arriesgó con el tiempo al modo verano, se abrigó. Algo menos de que preocuparte, el factor tiempo. «Las bodas de invierno son elegantes para los novios y para los invitados -advierte Ana-. Muchas chicas vinieron de abrigo de piel o con cuellos, de tiros largos y de mangas largas. Los chicos con abrigo, que es algo diferente». Y esta novia siempre había querido casarse de manga larga. «Me parece que es algo que estiliza mucho», dice. Su marido eligió, por su parte, un traje de alpaca «que le quedaba muy bien, muy bonito».

Hay otras ventajas de una boda de invierno. «Es una época en que la gente no tiene muchos compromisos porque no es temporada alta. Es más fácil que puedan asistir quienes tú quieres. También es buena época por la disponibilidad de los proveedores, que como es temporada baja pueden hacerte descuentillos», dice Ana. ¿Diferencias notables de precio? «Tengo amigos que se han casado en verano y veo que hay diferencia, pero nosotros no nos pusimos a comparar. Queríamos casarnos en invierno». Hace solo un mes que se dieron el «sí, quiero». ¿Es que hace frío si hay amor?

A ELLOS LES VIENE DE FAMILIA

También en invierno se dijeron sí Ana y Juan Manuel. Tras once años de noviazgo y nueve de convivencia, optaron por dar un paso más en su relación y casarse. Para la celebración de uno de los días más felices de sus vidas eligieron el 26 de noviembre del 2016. ¿Por qué? Por la situación laboral de ambos. La pareja trabaja en Pavimentos Lugo, una empresa dedicada al hormigón, y su época fuerte se centra en los meses de verano. Juan es el gerente de la compañía y Ana se encarga de toda la parte económica. «Nin pensamos no verán para casar porque non se adaptaba á nosa situación», manifiesta Ana, quien añadió que casarse en esta época le viene de familia. Tanto sus padres como sus suegros se casaron en invierno.

Considerando la estación elegida, la lluvia y las bajas temperaturas no iban a pillarles desprevenidos. Sin embargo, el día amaneció seco, soleado y con una temperatura agradable. Porque, ya saben, aquí nunca se sabe. Y es parte del encanto. «En Galicia pode chover en calquera momento. Tanto che vén un día bo no inverno como a choiva no verán. É cuestión de sorte», opina Ana.

La temporada no condicionó demasiado la indumentaria de su gran día. «A pesar de ser inverno tiña moi claro que quería ir de palabra de honor. En ningún momento pensei en mercar un vestido de manga longa. Ademais casamos nun sitio cuberto e moi ben aclimatado. Levei una especie de bolero pero practicamente non o utilicei», indica Ana, que recuerda que los días previos a la ceremonia, sería para ponerle emoción e incertidumbre a la cosa, llovió intensamente. «Os invitados viñan previdos, todos tiñan que traer abrigos», apunta.

Ana, de 31 años, y Juan, de 32, decidieron celebrar una boda íntima -65 invitados- y optaron por unirse para toda la vida en un matrimonio civil. Tanto la ceremonia como el banquete se celebraron en el Restaurante Montero, en Vilalba. La pareja eligió para su luna de miel la semana del puente de la Constitución. Y del frío se fueron a Egipto, a pesar de que sus familiares lo veían un tanto arriesgado por el contexto.

En inverno, sin problemas de fecha, a ellos les tocó el verano de una buena elección. Si «winter is coming», ya sabes, abrígate ¡y dale amor!