Olvidé el aniversario, ¿y qué?

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SON COSAS QUE PASAN... ¿O no? Todo depende de la persona, de sus circunstancias y de la importancia que le dé cada uno al lapsus. Eso sí, todos estamos de acuerdo en una cosa: cuando se le olvida al otro, no sienta bien. Los expertos hablan de si esta es razón suficiente para echarnos las manos a la cabeza... o para echárselas al cuello.

22 oct 2016 . Actualizado a las 05:05 h.

Llega el día del aniversario y tienes la cena preparada. Vuelves corriendo del trabajo para ir al súper y hacer un menú especial. Compras velas y las colocas mientras esperas que se abra la puerta con un ramo de rosas por delante. Y se abre. Vaya si se abre. Pero no hay ni rastro de las rosas. El pánico inunda el rostro de tu flamante marido. Y el tuyo se enciende de ira casi a la misma velocidad que el suyo palidece. No se acordó. Con el cumpleaños pasó lo mismo. ¿Y el santo? ¿Pero eso se celebra? Pues depende de quién, pero hay personas que sí. Y, sobre todo, hay personas con una memoria interna cerebral capacitada para recordar todo tipo de fechas. Otros, quizás los más mediocres, no podemos decir lo mismo. «Hay alarmas en el móvil», te dirán unos. «Anótalo en la agenda», te dirán otros. Pero, vamos a ver, si no me acuerdo de la fecha, ¿cómo voy a tener la premeditación y la alevosía necesarias como para poner un aviso que nos salve el cuello a tiempo?

¿Y SI YA ERA ASÍ ANTES?

Ante un tema tan delicado, solo podíamos recurrir a un experto. El psicólogo Manuel Lage reconoce que tiene una teoría controvertida, pero como él dice, es la suya. Y no la va a cambiar a estas alturas. Le planteamos el dilema. ¿Merece la pena el cabreo? «Depende del caso. Pero en esos en los que la pareja ya se comportaba de esa forma antes, si ya era así, ¿por qué ahora te molesta?», repregunta el profesional, que añade que también hay gente demasiado puntillosa para estas cosas. «Luego hay personas que agobian y te dicen: ‘es nuestro quinto mesiversario’ o ‘es la segunda vez que venimos a esta playa’. Hay que fijar un límite en el que las dos partes se sientan cómodas, tiene que ser negociado», añade. El psicólogo se muestra benevolente con los olvidadizos: «Si no me acuerdo de tu cumpleaños, pero tampoco me acuerdo del de mis padres, ¿por qué enfadarse?».

También destaca la importancia de tener una comunicación fluida -«adivinar tampoco puedo. Dime que es tan importante para ti, y entonces así haré el esfuerzo. No vale eso de ‘quiero que sepas lo que me apetece sin que te lo tenga que decir’»- y de atender a todas las sensibilidades: «Igual para mí es importantísimo que me acompañes los domingos al fútbol», sentencia el psicólogo. Otra cosa es, señala, que seamos detallistas con todo el mundo menos con nuestra pareja. Ahí sí que hay derecho a la pataleta. Aún así, depende de las circunstancias que atraviese, porque «si está en paro, por ejemplo, igual tiene problemas importantes en la cabeza que le impiden recordar esos detalles», indica Lage que, al igual que la terapeuta de pareja Eva Gil, cree que lo importante es demostrar nuestro afecto todos los días. En este sentido, Gil destaca que es fundamental «regar la planta, conocer a mi pareja y, si algo es importante, tratar de hacerlo. Pero hay que regarla siempre, no solo en esas fechas especiales», indica.

Por supuesto, cuando el olvido trae un conflicto rotundo al que se le da una importancia excesiva, puede significar tan solo la punta del iceberg y, en realidad, ser un hecho puntual que pone de manifiesto otros problemas de fondo: «A veces es: ‘y para colmo se olvida del aniversario’», dice la experta. En cualquier caso, Gil da la clave definitiva: «Aunque no tenga importancia para ti, si la tiene para tu pareja sí que pasa a ser importante y por eso deberíamos hacer el esfuerzo». Al final, ya se sabe. El que se olvida no lo ven tan grave, pero si el que se olvida es el otro, nos duele igualmente. Y eso es indiscutible.