Se nos rompió el amor

Fernanda Tabarés DIRECTORA DE V TELEVISIÓN

YES

24 sep 2016 . Actualizado a las 05:20 h.

A estas alturas de la semana aventuro que se habrá producido una implosión informativa en torno a la gran noticia de los últimos días. El divorcio de Angelina Jolie y Brad Pitt reúne todos los ingredientes del gran suflé que desde siempre necesita la opinión pública para que la gente se sienta contemporánea. Ofrecen complexión a la red invisible que nos vincula como sociedad, aunque unos vivamos en Bouzas y los otros en Alabama. Aunque haya quien se santigüe por ocupar líneas con una frivolidad sentimental de dos titiriteros de lujo, la ruptura de Brangelina es mucho más que un episodio personal de unos multimillonarios a los que el destino les regaló todo lo que un ser humano puede desear. The New York Times, referencia todavía entre las cabeceras de la prensa seria, reservó un espacio de su primera página para la separación, que es tan solo el último episodio de una narración en la que se pueden localizar los ingredientes de los grandes cuentos que desde siempre ha necesitado la humanidad. Dirán que les concedo a Pitt y Jolie una categoría que no merecen, pero sería una torpeza o un ejercicio de divismo intelectual negar el efecto que en los últimos años ha tenido esta corporación del entretenimiento, la solidaridad, el lujo, la belleza y la procreación multicultural y multigenética.

Desvelo aquí un mensaje de un amigo amado que analiza el mundo con la sofisticación que le conceden su cultura y su inteligencia. El miércoles sentenció: «Aquí lo grave es lo de Angelina y Brad. Todo se acaba. La erosión del físico, el aburrimiento y los nuevos alicientes...». Ese es, en efecto, una de las reflexiones que inspira una ruptura que pondrá a muchos ante el espejo. Si estos chicos, que revientan de guapos y de ricos no son capaces de mantener la empresa familiar, cómo va a poder hacerlo el común de los mortales. Una vez más, el libro de instrucciones elaborado por muchas religiones, en el que se prescriben vidas de fidelidad eterna y monogamia constante, choca con el ímpetu aventurero de nuestra humanidad.

Las crónicas van contando que fue ella la que se plantó. Que le agotó que Pitt consumiera marihuana y que sucumbiera a una francesita, la maravillosa Marion Cotillard. Antes había sido ella Cotillard, y ahora es Jennifer Aniston.

A Brad, ese rubio con corazón de moreno, puede que le haya superado la perfección con la que vivía, esa madre total, esa guapa total, esa filántropa total, esa flaca total. A muchos hombres les apabulla la excelencia, como si una compañera sin grietas les recordara todo el tiempo sus imperfecciones en un mundo que sigue tan secuestrado por lo masculino.

Millones de personas permanecen ahora atentas a sus pantallas. Con la misma avidez con la que siguieron la historia de Kennedy y Jackie; de Burton y Taylor; de Ava y Sinatra; de Iglesias y Preysler degustarán los ingredientes de este gran banquete con castillos en Francia y niños de colores. Hans Christian Andersen recopiló historias de la tradición oral para escribir algunos de los cuentos más famosos de la humanidad. Hoy los cuentos están en los chíos de Twitter y en la suculenta quiebra de una empresa cuyo éxito había sido esculpido con la curiosidad infinita que el ser humano siente por historias así.

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FOTO: CARL COURT/AFP

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