¿Cuál coges primero?

YES

MARCOS MIGUEZ

Selección de frutos secos. El ser humano desarrolló la capacidad táctil mucho antes de Steve Jobs. Ves a cuatro personas en una mesa y cada una escoge con precisión un fruto seco en concreto. ¿Es generacional? Hay una distancia «años luz» entre los de las pasas y los puntazos. Desde que se ha puesto de moda no salimos de este «cuenco de nunca acabar»

24 sep 2016 . Actualizado a las 09:44 h.

La sociedad está dividida. Como con el Madrid y Barça en fútbol pero en versión frutos secos. Hay gente que, a la pregunta ¿cuál coges primero?, contesta sin dudar «los cacahuetes» y otros que responden «los maicitos». Yo soy más de los primeros. Nunca me gustó sentir los trozos de los pequeños maíces entre la encía y la mandíbula, esa zona por la que también tienen querencia los Sugus y el pan de molde. Después de comer maicitos la siguiente consumición es un colutorio. Y ya no digamos si es un maíz gigante, ahora también bastante habitual. En los últimos tiempos el cuenco de frutos secos ha ido ganando colorido y variedad. Es el fin del bipartidismo. Incluso existen una especie de garbanzos que tengo la sensación de que nadie come. Son siempre los mismos, van pasando de mesa en mesa, de cliente a cliente, de generación en generación. Sí, porque la edad es un aspecto relevante. Tras un riguroso estudio en las terrazas gallegas se llega a la conclusión de que los consumidores de 40 para arriba se decantan claramente por los maicitos o los cacahuetes, pero la gente más joven apuesta primero por otras opciones. Habas fritas, que son esas de forma más bien plana que saben a todo y a nada al mismo tiempo, los garbanzos tostados con sal, el maíz gigante chilly, pipas peladas, pistachos, pasas, avellanas tostadas, pasas sultanas o uno de los imprescindibles en un cuenco que se precie, los anacardos, que merecen un capítulo aparte porque están en tendencia.

EL ANACARDO

Con su forma de riñón o de gajo parece un cacahuete que salió raro. Antes apenas era conocido pero a partir de los noventa salió de Venezuela y Brasil, los lugares donde se consumen hace décadas, para convertirse en uno de los frutos secos más demandados. Otros habitantes de los cuencos son ingeridos sin que el comensal sepa qué está metiéndose en el cuerpo. En ese grupo pueden estar algunos de los ya citados y la almendra largueta tostada o la bolita recubierta sabor barbacoa. No es difícil encontrarse visitantes que no se sabe muy bien qué pintan ahí. Me refiero a los chaskis, los puntazos, las pasas y las gominolas. Están fuera de sitio. Como un chaval en un baile de la tercera edad o un abuelo en el botellón. Las pasas tienen un pase porque son un fruto seco técnicamente hablando, pero los otros ya me contarán. «Pues a mí son los que más me gustan», apunta un sobrino. Esto del paladar, definitivamente, va por edades.

LA SELECCIÓN NATURAL

La OMS mira para otro lado en el tema frutos secos. «Yo cojo un puñado, como los que me gustan, y los otros los dejo en el cuenco», dice una compañera como si nada. El ser humano desarrolló la capacidad táctil mucho antes de Steve Jobs. Ves cuatro personas en una mesa y cada una es capaz con un dedo de seleccionar con precisión el fruto seco que más le apetece. «Lo mejor es chupar el dedo impregnado con la sal que queda en el fondo», asegura sin rubor un amigo. Existe un grupo de ciudadanos que simplemente meten la mano en el recipiente, aprietan con los dedos y se llevan a la boca todo lo que va entre los dedos-garras. Son los omnifrutossecos. El asunto no es baladí y daría para mucho. Incluso hay preguntas que no tienen una fácil respuesta. «Un cacahuete flotando en el agua, ¿sigue siendo un fruto seco?», plantea Luis Piedrahíta. Piénselo mientras los disfrutan en una terraza.