Chiringuitos: Con los pies en la arena

NOELIA SILVOSA, ANA ABELENDA, TANIA TABOADA

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ANGEL MANSO

DE LA TOALLA A LA MESA Ni chanclas, ni bolsa, ni nada. Si te entra la sed, solo tienes que levantar el culo hasta la silla. Con estos chiringuitos sigues estando en la playa.

27 ago 2016 . Actualizado a las 10:06 h.

Aquí no te llevan la caña a la toalla, pero casi. Vamos a ponerle un priceless y unas palmas, que aún hay verano que celebrar. Nos vamos de chiringuitos, pero no a unos cualquiera, porque esta ruta nos lleva descalzos muy cerca del mar. Esto sí que es un lujo. Puestos a pedir, qué pedirías. ¿Sol, brisa de mar, unos amigos, un refresco? Pues venga. Nos quedamos con la copla de las mejores recomendaciones playeras y nos metemos en chiringuitos en los que la playa te acompaña. En ellos sigues pisando la arena. Nada de ponerte la chancla ni de ir cargando con el neceser de las llaves y el móvil. Quita, quita. Aquí ves tus bártulos en todo momento. Vas descalzo y sin ropa. En definitiva, estás como un marajá. ¿O no le ves la cara a la gente del grupo de arriba? Hay alguna que hasta está todavía con el pelo mojado. Del agua a la caña y viceversa, ¡que no nos quiten la sal! «Somos de Asturias y de Madrid, pero todo tenemos raíces en Ferrol y Pontedeume, así que venimos todos los años», cuenta Manuel Zubieta. Tiene cincuenta años y son justo los que lleva veraneando en Cabanas. Le pillamos con sus amigos en el Chiringuito Los Pinares, que dice que tiene «todo lo necesario para animarse a dejar un paraíso como Asturias y venirse a otro: «Playa, pinares, comida, buen ambiente y servicio rápido. Y, precisamente, los pies en la arena». Allí va mucha gente puntual, pero Manuel asegura que «hay una parroquia de gente de aquí que venimos desde hace muchos años». Con su experiencia, sabe muy bien qué es lo que mejor le sienta en horas punta: «La paella cabanesa, la tortilla, los chipirones, el churrasco, las sardinas, el raxo y la ensalada». Vamos, que no sabe con qué quedarse. Pero lo que sí sabe es que la mejor forma de llenar el buche es así, descalzo, como un rey feliz sobre la arena. «Siempre repetimos, y además conocemos a los dueños y la atención es buenísima», señala. Otro plus, por si hubiese pocos.

MARCOS CREO

No perdemos el Norte, pero ponemos rumbo al sur, ya con otro chiringuito a la vista. Quien llega a Aguiño por la carretera de la costa, digamos desde Rianxo o desde Boiro, lo recuerda. Párate en la pequeña playa del Río Azor, a la que le ha salido un hotel acorde a la exclusividad del lugar; después debes dejar atrás Coroso. Algunos aún pueden verse treinta o más años atrás, llegando con la bici a Castiñeiras, donde parecía terminar el mundo y empezar la infancia, una carretera sin coches que atravesabas con la cabeza caliente, los pies fríos y el bañador pingando de agua salada.

DE AGUIÑO A LA INFANCIA

Quizá lo sabes: más allá de Castiñeiras, hay más. Casi durmiendo en su secreto espera Aguiño, a menos de 40 kilómetros de Corrubedo. Aguiño también tiene sus dunas, pedrolos en la orilla, viento para hacer vela y casitas de verano con la ropa tendida al aire y... desde hace no mucho, un chiringuito para acabar el día con los pies en la arena.

La siesta en Aguiño es casi un lujo por decreto. Pero si lo que te va es soñar despierto, pues vente: O Chiri. Entre el espigón y el puerto, al lado del campo de fútbol. Si suena The Dock of the Bay no va a ser casualidad.

Fue en el 2010 cuando Jose se decidió a «montar algo» en la playa de su infancia. Primero, cuenta, eran solo 18 metros cuadrados: «Fui haciendo el chiringuito con mi padre, al principio era una casita pequeñita». Y fue a más. Hoy ofrece el lujo de ver la puesta de sol junto al mar. Sobre la arena. A mesa puesta. Con no demasiada gente: «La masificación -dice Jose- hace que las cosas pierdan su encanto». Al mediodía y pasadas ya las siete de la tarde, O Chiri vive y comparte con asiduos y ocasionales su momento impagable. ¿Una caña entre amigos cuando empieza a refrescar? Esto es Galifornia. El día empieza aquí como acaba, con los pies en la arena. Y el cielo entero arriba.

RAMON LEIRO

RUMBO AL SILGAR

De A Coruña nos vamos a Pontevedra. Concretamente a la playa de Silgar. Y es que este arenal dispone de tres chiringuitos a pie de arena para los que deseen disfrutar de un refresco o helado sin tener que prepararse para pisar asfalto. «Chiringuito que se retira de la arena, chiringuito que queda desierto», opina Carlos Castaño, gerente de estos establecimientos desde hace cinco años .

Los chiringuitos llevan medio siglo instalados en el arenal y ni por asomo al nuevo propietario se le ocurrió moverlos de sitio cuando cogió el mando. «No le hacen daño a nadie y si se instalan en el paseo no valen ni la mitad. Es más, se quedarían sin gente. El hecho de que se encuentren en la arena significa una mayor comodidad para el usuario», explica Carlos Castaño.

Del mismo parecer que el propietario son las personas que habitualmente eligen esta playa para pasar el día. Creen que el chiringuito en la arena es la opción adecuada. «Es un auténtico placer tomarse una caña en un sitio de este tipo. No tienes que vestirte ni calzarte para subir al paseo. Voy en bañador, sin poner las chanclas y además tengo unas vistas preciosas», manifestaba Bruno Vázquez, mientras le daba un trago a la caña.

Los chiringuitos de Silgar abren sus puertas a las diez de la mañana y bajan la verja a las diez de la noche. Solo sirven bebidas y lo que más venden es agua, cerveza y helados. La hora punta es al mediodía y a partir de las siete de la tarde. «Los primeros veinte días son claves para hacer el negocio. Están siempre abarrotados. Tanto de jóvenes como de familias con sus hijos», concluye el gerente.

Ana Garcia

IMPRESCINDIBLE EN RAZO

Nos vamos de paraíso en paraíso, eso sí, siempre caminando por la arena, cerquita del mar. ¿Surf o refresco? Porque estamos en Razo y seguimos en la onda del chiringuito especial. Nos vamos con otro grupo que no renuncia a pisar la arena. Son Maeva, Adrián y Eloy. Nativos de Cerceda, residentes en Suiza y veraneantes de Razo, estos tres chicos siempre se acercan a la cervecería Jayce, que en verano saca las mesas a la playa. No es para menos, un lujo como pocos. «Nos encanta Razo y siempre vinimos a este chiringuito, desde pequeñitos, porque nos gusta tomar algo aquí tranquilos», cuenta Maeva, que sale en la foto de lo más relajada sonriente y con la única tela del bikini. Adrián y Eloy aparecen igual, con el bañador y las gafas de sol como único complemento. No hace falta más para tomarse una caña y un refresco.

Lo que más hacemos cuando vamos es comer un bocata en la toalla o ir directamente al chiringuito», señala Maeva, aunque la verdad es que es casi lo mismo. Eso sí, la silla se nota porque aquí están más cómodos. «Hay mucho ambiente y viene gente de todo tipo, aunque se ve mucho surfero al estar aquí el SurfCamp. Nosotros no surfeamos, siempre venimos en plan playero a tomar el sol y a pasar el día», dice la chica, que asegura que sentarse allí a tomar algo es uno de sus mejores momentos del verano en medio de la morriña que sufren los tres durante todo el año. «Vivimos en Suiza porque nuestros padres emigraron allí», dice Maeva sin perder, eso sí, su acento gallego. Hay cosas que no ha perdido. Una es esa. Y otra, los recuerdos de su infancia. Es obvio que aún ahora disfruta como una niña con los pies en la arena. ¿Y quién no?