Pues va a ser cosa del calor

ÁNGELA BARROS / NOELIA SILVOSA / CARMEN GARCÍA DE BURGOS

YES

PACO RODRÍGUEZ

RIAZOR NO ES EL SILGAR Al menos en lo que estilo se refiere, porque cada playa tiene un look que sube o baja en función del termómetro. De la chaqueta del norte al despelote del sur. Y tú, ¿de cuál eres?

20 ago 2016 . Actualizado a las 09:38 h.

Si hay algo que marca un look playero es el biruje. Sí, esa brisa fría tan propia de esta tierra es la que manda. Allí donde viene el fresco toca tirar de capas. Es lo que hay. Pero si vamos bajando hacia el sur, la temperatura sube. Y, con ella, bajan las prendas por cabeza. Por eso no todos los destinos playeros son iguales. Eso sí, todos tienen su personalidad propia. Cada playa tiene su estilo. Si pasamos por Riazor nunca nos olvidaremos de la chaqueta y, por si acaso, del fular. Mejor prevenir que curar. Y si tenemos a mano unas zapatillas para sustituir a las sandalias o a las chanclas, mejor que mejor, porque sus habituales saben que cada esquina que doblas de camino a la arena es un golpe de aire frío, que no fresco.

Seguimos por Razo y su moda surfera, un estilo marcado donde los haya. Por abajo, en el Silgar o en cualquiera de las playas pontevedresas, llegamos al calorazo. Veremos cómo allí no salen del short vaquero y el top de tirantes. Eso los más recatados, que allí hay mucho pareo. Donde van más tapaditos es en la playa fluvial de Paradela, que el campo es lo que tiene. Lo dicho... La cosa va a estar entre el calor y el biruje. De las capas al despelote. Vamos allá. En el Orzán pillamos a Marta y sus amigos cargaditos de bolsas de playa. «¿Qué lleváis dentro?», preguntamos. Marta, sonriendo, no se lo piensa ni un segundo: «La chaqueta y algo para cambiarme cuando salgamos». Y no le falta razón. Cuando el sol se esconde, «empieza la brisa y es ahí cuando digo: ¡Qué bien hice en traérmela!», exclama. Además, ella es muy previsora y dice que «siempre me gusta llevar algún que otro modelito preparado por si surge algún plan inesperado». Iván, el chico de la imagen que está acostado en la tumbona como un señorito, interrumpe a Marta: «Su bolsa es su armario», cuenta bromeando.

PACO RODRÍGUEZ

SIEMPRE CON CHAQUETA

Estos chicos coruñeses nos muestran varios estilos pero a ninguno le falta ese instinto gallego que nos dice que el tiempo cambia, que el fresco puede llegar de un momento para otro. Desde el vestido de Patricia hasta el bañador de Andrea. Eso sí, con chaqueta. «Siempre voy cuanto más cómoda mejor. Ni me lo pienso. Un bañador, una chaqueta y listo», apunta Andrea. Pero no nos olvidemos de ellos. Pablo con un look más casual y Rubén muy ibicenco. «Cuando el sol se va, vamos a tomar algo y claro, la temperatura cambia. Hay que prevenir», cuentan.

Muchos verán en el frío coruñés un inconveniente, pero ellos, orgullosos de la ciudad de cristal, aseguran que «si no tuviéramos este fresquito no habría quien aguantase». Que no se lo cambien.

Ana Garcia

«Muchos bajamos ya descalzos»

Parece un catálogo de moda surfera, pero no lo es. Pillamos a Antón, Hebé, Rosario y Dani un día cualquiera en la playa de Razo. Y con su propia ropa. Ellos van así. No hace falta decir que son surfers. Lo llevan en la frente. «Qué tópico», dice Antón. Pero es que lo tienen todo para encajar en el estereotipo. Ahí tienes a los chicos, monitores de la escuela Raz SurfCamp. Barba, melena dorada por el sol, gorra, sudadera de piña... ¡hasta los pies descalzos! Las chicas no se quedan atrás con sus melenas al viento y sus camisetas surferas. ¿Tópico? Por supuesto. Y muy colorido.

LOS IMPRESCINDIBLES

Ellos no bajan a la arena igual que el turisteo, ni mucho menos como los lagartos del sol. Lo hacen con más ropa. «Llevamos neopreno, bañador, tabla, gorra, gafas y ya», detalla Antón, el chico de las gafas de sol, que dice que «vamos con chanclas o ya directamente descalzos».

Claro que su kit playero va mucho más allá del estilismo, porque ante todo ellos son deportistas. «También bajamos toalla, tabla, cera de parafina para extender sobre la tabla, crema para la cara y una mochila con la llave de quillas -esas piezas salientes con forma de aleta que encontramos bajo la tabla- y el peine para extender la parafina», explica el surfer como si cualquiera se manejase en ese mundo de quillas y parafina. Con tantas horas de olas, están más que curtidos. Por eso cuando les preguntamos por el viento típico de Razo, se ríen y dicen que depende del día. Dependerá, pero a la vista está que se llevan más ropa que el bañista de otras playas. El tema estampados es otro de sus puntos fuertes. No hay más que verles. O que ir a cualquier tienda de su estilo para ver que lo inundan todo, incluyendo las mochilas. «Sí que recurrimos a marcas surferas», reconoce Antón. Vaya si recurren. Tanto, que tienen su marca propia. Teirón es la firma ideada por SurfCamp y otros dos socios con imágenes de las playas de la Costa da Morte. Donde esté Razo, que se quite Hawái.

CAPOTILLO

«Hay que llevar short o mono»

Alesandra Ortiz y María Meseguera aprovechan sus últimos días solas en el piso que los padres de la primera tienen en Sanxenxo. Con sus 19 años y unas vacaciones que dentro de unos pocos años les parecerán eternas por delante, las dos jóvenes caminan por Silgar exhibiendo la tendencia que impera en el paseo más turístico y con más renombre de Galicia. Es la playa pija del ayuntamiento pijo del mes pijo por excelencia. En apenas unos días la familia al completo de Alejandra tomará su residencia de verano, y la aventura de las dos amigas pasará a complementarse con planes que incluyen padres y hermanos. Es lo que hay. Y lleva siendo así desde hace décadas.

DE MADRID AL SILGAR

Alejandra no recuerda cuántas. Ni en qué año comenzaron a veranear en Sanxenxo, ni por qué, cuándo o dónde. Lo cierto es que sus padres ya veraneaban aquí antes de que ella naciera, mucho antes. Desde pequeños. De Madrid a Sanxenxo cada verano durante lustros y lustros hasta el punto de comprar casa propia para todo el año.

Ella y su amiga estudian Administración de Empresas bilingüe. Las dos tienen la misma edad y pasean un modelo similar por Silgar. A pesar de ello, aseguran que no lo piensan mucho, y que no se han puesto de acuerdo. Es una cuestión de temperatura y de rebajar el calor como sea. A base de helados, refrescos y de vestimenta poco abrigosa. Aunque en los últimos días la meteorología ha decidido dar una tregua a quienes no disfrutan tanto del calor, la mayor parte del verano ha arrojado temperaturas superiores a los 30 grados centígrados en las Rías Baixas. Y sí, eso de que Sanxenxo tiene un microclima propio es cierto.

Experimentada ya en los veranos de Silgar, Alejandra reconoce que para ir a la playa la cosa está clara: lo más ligero que tengan en el armario. Unos shorts vaqueros y una camiseta de tirantes son la máxima expresión de las vacaciones playeras del sur de la provincia. «Yo normalmente me suelo poner monos de playa o camisetas de tirantes y shorts, y siempre en chanclas, aunque esta vez no me he traído», explica una de las jóvenes, apoyada siempre por la otra.

¿Cuál es la clave? «Siempre lo más cómodo posible y lo más fresco». ¿Tanto calor hace? «Sí, hace muchísimo calor, sobre todo estas últimas semanas», reconocen, intercambiando miradas. Ambas ríen al unísono cuando se les recuerda que, de donde vienen ellas, la capital, epicentro de las elevadas temperaturas mesetarias, la cosa es, aparentemente, mucho peor. Lo admiten. Pero están en la playa. Y en Galicia. Como ellas piensan el resto de bañistas de la zona, que suelen vestir «con vestidos cortos, con pareos, camisetas de tirantes y shorts», apunta Alesandra. «Y chanclas, chanclas sobre todo», añade María.

Y, a pesar de ir a la última y de posar como si no fuese la primera vez que lo hacen en su vida, asegura que para ir a la playa «no hay que arreglarse, para nada. No elegimos el modelo antes de salir de casa. Yo no me quedo mucho tiempo pensando en lo que me voy a poner para la playa». Aunque sea la de Silgar, confiesan.

MONICA IRAGO

«Aquí ya no venimos de pareo»

Vestirse para ir a una playa fluvial tiene que ser, sí o sí, diferente. Aquí no bajas del hotel a la arena. Para nada. Si quieres irte a la espectacular playa fluvial de Paradela, que está en pleno río Umia, tienes que coger el coche. En cuanto llegues, te encontrarás rodeada de árboles, de río... y, cómo no, ¡de arena! Y eso hace que muchos se lleven las chanclas, aunque no tantos como en otros arenales más convencionales. Aquí se ve mucha camiseta con pantalón remangado. Mucho zapato cerrado -que la cabra tira al monte- y vestidos sustituyendo a los pareos de otras zonas. «Acabé harta de Sanxenxo. Veraneé allí durante diez años y quedé hasta el moño de turistas. Allí lo mío sí que era bajar directamente con el pareo», cuenta Elena, que posa en la foto con una amiga y sus hijos. Pero ahora la cosa es diferente. «A Paradela se baja más con camiseta, bermuda y tenis, con ropa normal y no tanto de playa», detalla.

CON SILLA Y FLOTADOR

Lo que es innegociable es la silla. Y para nuestros pequeños amigos, también lo es el flotador. Faltaría más. Que olas no habrá, pero agua sí. Elena solo ve ventajas en irse a una playa fluvial, y eso que ella tiene una buena base para comparar. «Venimos y encontramos la tranquilidad y sin atascos, que el tema de la carretera es fundamental. Llegamos en diez minutos desde Vilagarcía. También tienes sombra y hasta los niños pueden jugar un partido al fútbol en el campo», indica Elena, que da gracias cada día que llega al comprobar que siempre hay sitio para aparcar. ¿Y el agua de río? «Es fantástica, todo te queda suave después de bañarte y a estas alturas del año no está tan fría como en invierno», indica nuestra guía por este paraíso de Paradela, que asegura que lo que no se lleva nunca es la sombrilla: «No llevo ni sombrilla ni chanclas».

Este era su rincón secreto hasta que, de repente, se les hizo famoso. «Cuando salió Rajoy aquí dije: ‘¡Nooo, se va a llenar!’». Y un poquito de razón tenía, porque sí que está más llena que antes. Ya sabemos lo que les gusta a los mayores. Pero, ¿con qué se quedan los niños de esa playa tan especial? «Ellos disfrutan tirándose desde el árbol al agua», dice Elena, que se ha llevado hasta un minibolsito. El estilo es lo último que se pierde.