Mi menú de playa

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MARCOS MÍGUEZ

LA TORTILLA, UN CLÁSICO Algunos se llevan una fruta y se acabó. Otros se montan el salón al sol con nevera, cuchillo y tenedor. Y los más atrevidos, ya lo ven, comen boca abajo. En la playa todo sabe mejor, ¿pero lo estamos haciendo bien?

16 jul 2016 . Actualizado a las 18:24 h.

Comienzan las vacaciones y los días intensos de calor. Días para descansar del trabajo, pero también de la rutina de las comidas diarias en casa. Seguro que más de una vez te has quedado embobado viendo como los domingueros despliegan todo su arte cuando llegan a la arena.Ya es habitual tumbarse y ver al de al lado con su comida playera. Al grupo de amigas y amigos o a la familia con sus hijos, primos y hasta nietos. Eso sí, después de unas cuantas miradas y de codazos con los compañeros, que disfrutan con la escena, empiezas a notar cómo los 25 grados te achicharran la piel y te secan la garganta. Notas cierta envidia del chiringuito que se han montado tus vecinos.

Huele a verano. Esos olores que nos recuerdan a la playa. Olores que nos dan ganas de comerlos. Pero no esos olores que piensas. Ni el olor del mar ni el de la crema de sol, sino el olor a comida. Esa comida típica que hoy en día se basa en el bocadillo de tortilla o de filete y la empanadilla o la fruta. El verano no significa abandonar los ingredientes que comemos habitualmente, aunque eso sí, los tomamos preparados de distinta manera. «La playa nos pide una comida fresca y poco copiosa, algo que nos ayude a sobrellevar los efectos del calor», apunta Manuel Viso, médico del hospital San Rafael. Lo primero de todo, antes de ponernos a disfrutar del sol, tenemos que tener todo bien preparado. «La nevera es algo fundamental para conservar la comida en la playa». Eso sí, es necesaria si llevas demasiada comida, para llevar un simple bocadillo no necesitamos tanto aparato. ¿Y si comemos de más? Esta pequeña obsesión por la comida es una lucha entre el pecado y la virtud, el exceso y el autocontrol, una pelea contra las feroces tentaciones de la gula. «No es cuestión de obsesionarse, sino de llevar una comida ligera y que nos hidrate. Hay que pasar del postre heladero al frutero. Dejar de lado los fritos que preparamos en casa o las patatas de bolsa que nunca suelen faltar. Evitar los bocadillos de filetes rebozados y de tortilla porque hacen peor la digestión», indica el doctor. ¿Qué nos queda entonces?

Empezar el día con buen sabor de boca es prepararte un buen desayuno, llenarte de energía y tumbarte en la arena. «Debemos compensar la comida informal con un bum de energía. Un magnífico desayuno. Es totalmente desaconsejable ir a la playa con el estómago vacío, corremos el riesgo de sufrir mareos o bajones», confirma el especialista. Manos a la obra. Llega la hora de la comida y no sabemos dónde comerla. «Al digerirla al sol los músculos están recibiendo calor y pierden sangre», nos cuenta Manuel Viso. Por ello, disfrutaremos más de nuestra comida en la sombra.

AL SOL SABE MEJOR

Estas son las reglas para un menú saludable, aunque muchos de los bañistas que nos encontramos siguen en su línea. Es el caso de Lucía, en la imagen, que nos cuenta cómo es su día en la playa. «Suelo ir con mis amigas, nos reunimos unas cuantas y cada una lleva lo suyo. No somos de comidas abundantes, nos llega con un simple bocadillo de tortilla». Bueno, simple, simple, tampoco. Pero ellas no se lo piensan más y no toman postre ni nada.

«Aunque a veces mi madre me prepara unos pasteles increíbles», apunta Lucía, que prefiere dejarlos para la merienda y guardar un huequito en su estómago. El médico señala que siempre es bueno darse un paseíto para bajar la comida y esperar unas horas antes de bañarse. Ella no se lo piensa dos veces. Es de las que va a pasear por la orilla para coger más sol. «A mí me gusta caminar de lado a lado de la playa viendo el ambiente. Se me pasa el día más rápido».

CARLOS: EMPANADILLA Y FRUTA

MARCOS MÍGUEZ

Lo que no quiere nuestra chica playera es quedarse tumbada todo el rato: «En la playa también se hace ejercicio». Pero las típicas comidas no acaban aquí. También nos encontramos con Carlos, que suele comprarse su comida en el supermercado.

«Normalmente voy con mis amigos y compramos algo entre todos, si no también somos fieles al chiringuito», asegura. Ellos no pierden ni un minuto en preparar su comida, quieren llegar cuanto antes. «Prefiero ir todo el día, aprovechar bien las horas de sol y comer en playas pequeñas y tranquilas», dice Carlos, que se levanta temprano y se queda tumbado hasta que aguante.

El médico Manuel Viso recomienda llevar agua, porque mantiene que «los refrescos tienen demasiado azúcar. Bajo el sol se corre un riesgo enorme de deshidratación e insolación». A Carlos no le llega con una botella de agua, «siempre llevo más de una porque al sol acaban calientes». Mejor prevenir que curar, porque si no él no tarda ni un minuto en irse al chiringuito.

«Cuando hace calor lo que nos apetece es algo ligero y refrescante. Alguna comida que nos renueve», señala. Él sabe la teoría, pero a la hora de la práctica sigue prefiriendo una simple empanadilla o cualquier otra cosa con la que quede satisfecho sin demasiado esfuerzo.

NEFTALÍ: DE CUCHILLO Y TENEDOR  

ANGEL MANSO

Dejemos el albal aparte, que a la arena también se baja el tenedor. Con él pillamos a Nef y a su gente en la playa de Cabanas. Bueno, en realidad los cogimos en plena faena con el táper, las neveras, el pan de bolla, el embutido y, por supuesto, también la empanada. Que esta tiene pinta de ser más casera que la de Carlos. Antes de pasar al apartado de la comida, reparemos en las formas.

Uno llega y lo primero que se encuentra es una toalla a modo de mantel, que ya de por sí es muy revelador. Con ese gesto, cualquiera sabe que allí se va a comer bien. Nada de frutita ni de bocata rápido. A continuación, lo que vemos es que no tienen una sola nevera. Qué va. Estos expertos en los banquetes playeros bajan como mínimo con dos, una para la comida y otra para la bebida. «Tampoco vamos así a la playa todos los días, pero el fin de semana sí que es más fácil que nos levantemos pronto para cocinar y prepararlo todo, porque muchas veces vamos a pasar el día a la playa con el niño», cuenta Nef, que sale en la foto con visera y rodeado de mujeres. Eso sí, por muy preparado que vayan dice que eso de bajar silla y mesa ya no. Demasiado aparatoso. «Preparamos algo que podamos transportar y que se pueda comer en la arena», dice este hombre que afirma que la comida en la playa «sin duda, sabe mejor» y que bajan todo el dispositivo «por comer algo con sustancia». Y vaya si la tiene. Atención porque asegura que en estas neveras rebosantes de cosas lleva «el repertorio básico», a saber: «Bebidas con gas y sin gas, embutido, tortilla, ensalada de pasta» y esa tarde, en la que coincidieron con gente de la aldea, «pan de bolla y empanada hecha de casa», detalla Nef.

Y ojito con el postre. Como puedes imaginarte a estas alturas, no llevan solo uno. Lo que se lleva nuestro bañista con su pandilla es propio de carta de restaurante: «Algún día vamos con tarta de Santiago, batidos y fruta como manzanas, plátanos o paraguayos», señala. «El helado y el café hay que dárselo a ganar al chiringuito», añade.

Y menos mal que no le meten un chupito de hierbas encima. De entre todas las playas, este grupo tan riquiño elige la de Cabanas para desplegar todos sus bártulos a la hora de comer. «Nos gusta por la sombra, porque es muy protegida para los niños y muy familiar», dice Nef. Y es que es verdad que allí no desentonan, porque no hay más que acercarse hasta el pinar para encontrarnos con familias que rodean auténticos merenderos a la sombra de los árboles. Porque sobra decir que a este tipo de playas se va en familia. «Es muy raro ir de forma independiente», asegura este chico que sabe que es muy difícil escaquearse del momento nevera. A ver quién se comería si no la tarta de Santiago. Y, sobre todo, quién cargaría con todos los bártulos.