Sin pelea no hay matrimonio

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LOS AMORES REÑIDOS ¿SON LOS MÁS QUERIDOS? ¿O los que se divorcian antes? El ruido constante de las discusiones agota a cualquier pareja, pero hay un paso más antes de la separación: el silencio.

02 jul 2016 . Actualizado a las 10:43 h.

El refrán siempre ha dicho eso de que amores reñidos son los más queridos, pero seguramente porque esos «amores» aún no habían pasado por el altar. El matrimonio nos pone al borde de nosotros mismos y en cuanto pasan unos años del sí quiero no nos reconocemos. El lunar se ha convertido en verruga y hay demasiada ropa que planchar como para detenernos en atenciones. Eso en el mejor de los casos, en el peor la dinámica de la pareja nos puede llevar a una discusión continua, a un bucle de ruido agotador que conduce al auténtico desgaste: el silencio. Dicen los expertos, como Eva Gil -de la clínica Psique, Psicología y Orientación familiar-, especialista en terapia de parejas, que cuando llega esa etapa de no decir palabra se aproxima el abismo.

¿Entonces es mejor pelear? ¿Significa que la llama aún está viva? «La discusión -dice Eva- es necesaria en una relación de pareja, del mismo modo que entre amigos o hermanos, el problema es que hay que saber cuándo parar esa discusión porque se peca de confianza. Es muy habitual que en el matrimonio se caiga en ‘para eso me he casado’, ‘que me aguante’, como si por el hecho de haber firmado un papel ya no hubiera límites». Y vaya si los hay. El problema, según explica el psicólogo Manuel Lage, es que en esa comodidad de la confianza que da asco nos olvidamos de cuidar al otro, algo que sí hacemos con los amigos, y en el momento en que nos perdemos el respeto dejamos de amar.

 EL ‘IPC’ DE UNA RELACIÓN

Para él una buena relación se fundamenta en el IPC, un valor que se asienta en la tríada de la Intimidad, la Pasión y el Compromiso. Y esa intimidad de entenderse con una mirada pasa también por comprenderse, ser entendido y a la vez alentado. Lo que no puede ser tampoco es que no haya ningún tipo de ruido, cuando un matrimonio confiesa que jamás discute es que hay un problema de fondo más gordo. O bien porque uno de los dos, o los dos, inhiben sus puntos de vista para agradar al otro. «Pero llega un momento -señala Eva Gil- que eso revienta seguro». ¿Somos las mujeres más sensibles al ruido que los hombres? «Las reacciones tienen más que ver con la personalidad que con el sexo, hay personas más sumisas y otras que tienen un carácter más fuerte, son personas que tienden a mostrar sus toques de superioridad, necesitan dominar y cuando el otro se siente atacado solo tiene dos maneras de reaccionar: o callarse o gritar».

Eva lo explica con el efecto espejo porque en las relaciones finalmente somos también lo que nos dejan ser. Si tú me respetas, yo te voy a respetar. Si tú me gritas, yo voy a gritar. De ahí que cualquiera de nosotros responda de manera muy diferente con parejas distintas. «Hay personas que nos provocan más tensión, gente que es más negativa, y cada uno de nosotros nos regulamos de acuerdo con esas reacciones». Claro que también hay casos en que independientemente del problema concreto al que se enfrente el matrimonio su dinámica puede ser la de una pelea permanente, y esa inercia se produce porque no se trabaja bien la forma de comunicación. «Cuando empezamos la terapia de parejas es el primer punto que tenemos que tratar -dice Eva- porque muchas llegan diciendo: nos queremos, queremos estar juntos, pero nos enganchamos con cualquier cosa, hasta por la lavadora». Para resolver esa tensión es preferible, sobre todo, modificar nuestro lenguaje, nada de ‘qué tontería dices’ o ‘cómo eres capaz de pensar eso’. Una simple frase es demoledora y puede hacer que el de al lado se sienta humillado y sin ningún valor. Y si siente que no tiene valor llegará un momento en que esté tan minado que opte por callarse. El silencio es la muestra palpable de que hemos echado por tierra, entonces, nuestra relación.