¡Aquí se bebe el líquido de las macetas!

Carmen García de Burgos Velón

YES

CAPOTILLO

LOS VASOS ESTÁN BIEN para beber agua, las tazas para el café o el Cola Cao pero, ¿y los cócteles? Cada vez más «barmen» optan por dar a sus creaciones un recipiente a la altura de las circunstancias. ¿Te atreves a innovar al otro lado de la barra?

18 jun 2016 . Actualizado a las 16:22 h.

Cuando Carlos Antelo le dijo a un representante de una marca de bebidas alcohólicas que aceptaba el reto de ofrecer cócteles en una bolsa de plástico, este respiró. No se podía creer que uno de sus compradores habituales accediese. Los demás no se habían atrevido. Ahora el Garoa, uno de los referentes de la noche -y la tarde, para los más tranquilos, con terraza incluida- en Santiago, no entiende cómo no se hizo antes. Tampoco en el Diverxo, el restaurante de Daviz Muñoz, donde impera esta tendencia. Es una apuesta segura, sobre todo para el público femenino, que suele caer rendido con más facilidad ante las bebidas dulces, y las batidas (de coco, fresa y fruta de la pasión) son las reinas. Eso es precisamente lo que contienen los saquitos, que el Garoa adorna con dulces y toques florales. Es la nueva propuesta de los cocteleros, que han decidido que las mezclas de autor merecen un envoltorio a su altura.

Y es que los vasos están bien, pero donde esté una maceta, una botella clásica de leche, una taza de cobre o una de las antiguas de leche, adornadas al más puro estilo de nuestras abuelas, que se quite el vidrio convencional. Bien lo sabe Philip Luz, el propietario de Sopa de Gallo, uno de los locales de moda de Pontevedra desde que abrió sus puertas hace apenas seis meses. En parte, porque allí uno se puede encontrar un combinado en casi cualquier tipo de recipiente.

EN BUSCA DE PLANTAS

Philip iba paseando por un vivero en busca de una planta cuando cayó en la cuenta de que, si una maceta podía hacer crecer y florecer un ser vegetal, mucho más podría hacer por la noche pontevedresa. Y lo consigue cada fin de semana, de jueves a domingo. La idea es innovar. Sea como sea. En todo. Conseguir que la gente se sorprenda es una costumbre en países como Inglaterra o Estados Unidos que, como tantas otras, parece haber llegado a España con cierto retraso. Los tiki fueron los primeros en irrumpir en el mundo de los combinados. Tuvieron su momento, pero son recipientes grandes y aparatosos y, al ser de cerámica, se dañan con facilidad. Además, son incómodos de usar en el lavavajillas (no siempre entran bien por su tamaño). Por si fuera poco, son caras (cuestan unos doce euros cada uno). Más tarde, hace un par de años, los tarros de cristal de mermelada antiguos se lo llevaron todo: daba igual pedir un zumo que un postre; todo acababa teniendo la misma forma. Como mucho, podía abrirse con un cierre metálico o beberse con una pajita insertada en la tapa.

Ahora, una vez roto el molde, la tendencia evoluciona hacia soluciones que sean tan prácticas como atractivas. Y eficaces. Porque la cosa funciona. «La gente se pide las bebidas por curiosidad, porque se las ve a otra gente en el local y les llama la atención», asegura Philip. También las del Garoa entran por los ojos, en muchos casos precisamente para quedarse grabadas allí, en la retina. «Hay quien las pide principalmente para hacerse fotos con ellas; la mayoría de la gente no descubre a qué sabe hasta que las prueba, pero les atrae el envoltorio», añade Carlos. Ambos coinciden en que la apuesta es rentable. Tiene que acabar siéndolo. Si se trata de recipientes más elaborados y más caros, se elige un cóctel de autor que permita aplicar el coste en el precio final. Si no, como en el caso de la bolsa de plástico, que es barata y cómoda, se puede mantener el original. «De todas formas, suele tratarse de recipientes duraderos, que se lavan y se reutilizan, igual que los vasos de cristal», explica el propietario del Garoa.

Una vez aclarado que solo cambia el envoltorio, la cosa depende de la valentía del consumidor. Y tú, ¿eres de los que arriesga, o de los que se queda con el vaso de toda la vida?