¿Qué tiene que tener una buena sintonía política?

Javier Becerra
Javier Becerra RECACCIÓN

YES

JAVIER BECERRA / SENÉN ROUCO

Ilusionar a la persona y llevarla a la urna. Esa es la misión de los himnos que suenan en los mítines. Tras ellos se encuentra una cuidada planificación que intenta abarcar al mayor público posible, sea en clave de merengue, en versión sinfónica o con una recopilación de artistas alternativos. Ponerle letra está de capa caída. Te contamos por qué.

18 jun 2016 . Actualizado a las 17:51 h.

Han vuelto con la campaña electoral. Pero de un modo diferente. Las sintonías políticas están ahí adaptándose a los tiempos y a los cambios del país. Hace dos semanas el PP estrenaba la versión latina de su himno ya clásico. Pocos la escucharon entera. Pero la cosa se convirtió en trending topic. «Técnicamente me parece que ha sido muy bien resuelta. Han adaptado su himno tradicional, ampliando targets. La música latina, que antes podía ser residual, hoy está muy presente y tiene muchos seguidores. Es muy integrador», opina Alejando Vázquez, profesor de Comunicación Publicitaria en la USC. «Esos cambios hoy sirven para generar ruido en las redes, pero no son claves electoralmente como antes», señala Alfonso Molinelli, director creativo de la agencia Tony Le Brand y experto en campañas electorales.

Sí, quedan lejos los días de terminar tarareando el himno del partido o, más aún, los de cantar letras como «Vota CDS, vota libertad / vota por el centro democrático y social». ¿Por qué ya no se estilan las letras? «Básicamente, limita el mensaje porque se codifica con mucha precisión -razona Vázquez-. Si se hacía antes es porque se venía de la propia canción, comunicando con palabras. Ahora es cada vez más cercano a la publicidad: más de emocionar y de transmitir un estado de ánimo. Con letras resulta mucho más complejo».

Los dos partidos tradicionales optan por esa idea instrumental. El himno del PP lo compuso por encargo Manuel Pacho en 1989. Según él, en sus notas fluye el espíritu del español liberal. Se trata de una melodía alegre y tremendamente sencilla, «con alto nivel de impregnación», apunta Vázquez. En la reciente versión merengue no se encuentra su única mutación. Contaba ya con versiones heavys, de bakalao o sinfónica. Su éxito resulta incuestionable: escucharla y que se quede instalada en la mente es uno.

El PSOE, por su parte, también se abrazó a una pieza musical instrumental a principios de los ochenta. Lo creó Julio Mengod en 1982 con un Felipe González en plena ebullición. Pretendía musicar un nuevo tiempo, que se estaba creando. Lo hace a golpe de sintetizadores a lo Vangelis, aunque su creador habla del Himno de la alegría. Si hubiera que calificarla con una palabra esa es «trascendente», según el profesor de la USC. Opina que quizá necesite una actualización. También tiene múltiples versiones en estilos diferentes. Desde una versión andaluza a una con piano, pasando por la orquestal.

En ambos casos se cumplen unas claves básicas. Lo detalla Molinelli: «Las canciones suelen ser parecidas. Pegadizas, muy optimistas, fáciles de tararear, como la de Star Wars, que al poco de empezar ya la tienes memorizada. Luego llegan los experimentos. Le meten gaitas, le meten rock, le meten de todo, pero el punto de partida es similar».

 LOS NUEVOS PARTIDOS

En consonancia a esa dialéctica simple de vieja política frente a la nueva política, Podemos y Ciudadanos, las dos fuerzas que han emergido con más ímpetu en los últimos tiempos, enfocan de un modo diferente la música. En el caso de Podemos se lanzó una suerte de himno oficial hecho por el músico alternativo Joe Crepúsculo. Música electrónica que, de cuando en cuando, dice: «¡Podemos!». Sin embargo, la canción no resultó del agrado de Pablo Iglesias, quedando como himno no oficial. Desde Podemos se dijo que, al no ser un partido convencional, tampoco iban a tener una música oficial convencional.

En cualquier caso, el enganche que la formación de Iglesias ha tenido en el mundo de la música ha propiciado numerosas canciones inspiradas en su partido. Tomaron nota y la semana pasada lanzaron La banda sonora del cambio, con piezas de El Gran Wyoming, Los Hermanitos, Ornamento y Delito y Alborotador Gomasio, entre muchos otros. «Integran música acorde a su campo ideológico, pero no crean una música específica para ello», puntualiza Vázquez.

En Ciudadanos tampoco existe una canción oficial. Emplean diferentes sintonías para cada campaña. Quizá la que más recorrido tuvo fue la usada en el 2006, tomando El ritmo del garaje de Loquillo y Los Trogloditas, remozada como El rumor de la calle. «Pienso que es una carencia. Triunfan en la propuesta cromática, pero sin embargo no tienen un sonido y descuidar eso es un error», concluye Vázquez.