Ellos nos tienen cogidos por los pelos

YES

SANDRA ALONSO

SABEN BIEN LO QUE VALE UN PEINE Su trabajo ha sido reconocido con premio y algunos de ellos tienen dos estrellas, un galardón como el de los chefs más prestigiosos. Desde Nueva York a Bolonia, todos recorren el mundo para formarse y presentar sus propuestas. YES se ha puesto en sus manos

11 abr 2016 . Actualizado a las 17:23 h.

La ocasión lo ha querido así, por miedo a que me den un corte, llevo el pelo tirante y recogido con una coleta por si en el primer asalto se atreven a sacar las tijeras. Hacen como que no se les nota, pero a los dos minutos de presentarnos, enseguida los ojos se les van al pelo, a mi pelo, que como a Sansón me da la fuerza. No pueden evitarlo y cuando avanzamos en la conversación reconocen que esa manía les persigue allá por donde van, porque cada vez que se cruzan con alguien les superan las ganas de echarle las manos encima de la cabeza con tal de mejorar su aspecto. Los cinco son expertos en imagen y los cinco destacan en Galicia con premio. Son los Michelin de la peluquería, los que lideran la vanguardia de la creación en un ámbito que incluso para sus compañeros es desconocido. Para ser neutros ninguno ha jugado en casa en este reportaje, se han dado cita en Santiago, en el salón de Manuel Bandín.

Entre los muchos retos que tienen por delante está el de la unión, el de convertirse en una referencia conjunta de la misma manera que lo han hecho los cocineros, compartiendo técnicas y conocimiento, sin temor a envidias ni a recelos de ningún tipo. Ellos ahora mismo juegan en una liga, pero hay muchos más peluqueros excelentes que por distintos motivos no han querido entrar en este camino avalado por theQhair, la prestigiosa certificación que engloba la calidad de la peluquería en todo el país. Los cinco, Isabel Cousillas, José Pablo Figueiras, Jesús Vázquez, Amparo Fernández y Ludy Quintás, son los únicos ahora mismo en Galicia que tienen la Q de Calidad, y además Amparo y Ludy sobresalen con dos estrellas cada una (hay un máximo de tres). Un reconocimiento que pretende servir de guía (como las Michelin) vinculando distintos aspectos de su profesión, no solo la creatividad, sino también la gestión de su establecimiento, la formación que imparten y reciben, la atención, el tipo de productos que utilizan, las colecciones que presentan, los desfiles a los que asisten, las portadas internacionales que han conseguido...

Exactamente igual que cuando entramos en un restaurante con estrella Michelin y no solo se contempla como único valor las características del plato que nos ofrecen. La peluquería (ellos prefieren usar el eufemístico salón) abarca un mundo complejo de sensaciones que no se concreta en el sencillo eslogan «lavar y secar».

MI BARBA NO TIENE 3 PELOS

Lo saben bien los barberos, como José Pablo y Jesús, que como profesionales han sabido girar por completo el concepto que se tenía de este oficio. Lejos de desaparecer, las barberías 3.0 se han reinventado al tiempo que ha crecido la preocupación estética de los hombres que cada vez más entran por la puerta. «Antes solo venían a cortarse el pelo cada dos meses, ahora tengo clientes que a los diez días ya entran a retocarse, pero la mayoría te diría que cada 15 días están en la barbería», explica Jesús Vázquez, de A Laracha.

La clave está en las barbas que no tienen tres pelos, si no ya no serían barbas. Hoy tienen muchos más y han fidelizado a una clientela dispuesta a sentarse delante del estilista cuanto haga falta con tal de llevarla impecable. «Yo hace unos años arreglaba una barba al día, ahora de cada tres personas que entran, una se hace una barba», indica Jesús. A su lado, José Pablo asiente, y mientras explica el corte que hoy está de moda para ellos (el fade: largo muy largo por arriba y corto muy corto por detrás), esboza el ideal de su oficio: «Yo busco que la persona tenga una sensación diferente, que se extraiga de la realidad, que se sienta mimado, que entre en un mundo de contrastes de temperatura, de olores, en el que se combinen los sentidos. Eso como un plus, claro, a nuestro trabajo, que debe ser impecable».

SALIR DESPLUMADO

¿Ese plus va directamente al bolsillo? ¡Hay peluquerías en que entras con mucho pelo, pero sales desplumado!, les pregunto. «Ese es un mal protocolo, que no te informen de lo que te están haciendo y te llenen de papelitos en la manga. Lo primero es adaptarse a lo que el cliente quiera, si tú no me pides nada, y quieres un servicio rápido, de lavar y secar en media hora, pues listo. Pero lo correcto es que primero te pasen al tocador y allí hacerte un diagnóstico de lo que se puede mejorar y que te expliquen». Quien habla así es Amparo Fernández, nominada a peluquera del año por el Club Fígaro -la asociación más importante de nuestro país-, que lleva al frente de su salón 30 años en Cabo de Cruz, en Boiro. Ella tiene dos estrellas, a la creatividad y al conjunto de su salón, y ha recorrido medio mundo para adelantarse a las técnicas y a las tendencias. Hay personas como ella que saben lo que vale un peine... o unas tijeras. Las suyas, las que le van como anillo al dedo, cuestan 800 euros y solo las encuentra en ferias profesionales como la de Bolonia -«¡Es que nuestra herramienta de trabajo es fundamental!».

Los cinco coinciden en que ahora mismo Bolonia es la referencia mundial, una cita de las muchas que todos tienen a lo largo del año, en una agenda más apretada que la de cualquier ministro (bueno, a día de hoy eso es fácil, mejor como la de cualquier deportista de élite). Allí llegan con sus propuestas más innovadoras con el fin de conseguir ser portada de alguna revista especializada internacional. Esa es una de sus grandes aspiraciones profesionales, que Amparo ha cumplido en dos ocasiones, cuando su trabajo fue escogido por las prestigiosas Style Cappelli y C&C Magazine.

Moverse es la única manera de aprender. «Yo viajo todos los meses -dice Ludy, también con dos estrellas-, acabo de llegar de Madrid de dos ferias, en un mes me voy a París, luego a Mallorca, luego a Valencia, y ya no te puedo decir más porque de memoria no lo sé». Esos viajes son el reflejo de una formación constante, tanto para impartir cursos como para recibirlos. «Lo mejor es mostrar lo que haces -añade-, ese es nuestro reto pendiente en Galicia, porque aquí hay gente buenísima que no sale, nos cuesta abrirnos, y si tú haces un corte excepcional y me lo enseñas, el siguiente corte va a ser más excepcional todavía». Amparo reconoce el valor de la técnica, pero apela a la intuición como fórmula de éxito.

El sello del toque personal que los hace destacar cuando se trata de un trabajo creativo: «La gente lo que quiere es verse guapa, le da igual que le corte con cuatro tijeras o que la técnica sea oblicua, lo que depende de ti es eso, darle el toque y que su peinado, su imagen, tenga estilo». Como se trata de vender precisamente eso, ellas cada mes se tragan un camaleón. Amparo y Ludy, que se conocen desde hace mucho tiempo, afirman que jamás se han visto con el pelo igual, o corto, o afro, o liso, o con otro tono, pero nunca igual.

Es una máxima que trasladan también a su equipo, en ocasiones por falta de modelos dispuestas a hacerse un cambio tan radical. «Si nosotras no estamos predispuestas a cambiar, entonces dime tú, es mejor que trabajemos con una gorra», bromea Ludy. Isabel es más cauta y apunta que los límites los pone muchas veces una clientela conservadora, a la que finalmente te tienes que ajustar. Ella tiene su salón en Ponteceso y diferencia el trabajo diario del más creativo que desarrolla en las colecciones, pero comparte con sus colegas que las tendencias se pueden ir adaptando poco a poco, abriendo a la gente a la novedad, porque en Galicia solo un 10 o un 15% de la clientela busca innovar. Y aunque en general apuntan a que los gallegos tenemos buen pelo, muchos (mejor muchas) van camino de salir chamuscadas por el abuso de las herramientas técnicas, en especial las planchas y las tenacillas, enemigas de un cabello saludable. ¿Cada cuánto habría que cambiar de peinado? «Yo creo que hay que hacer una propuesta cada mes o mes y medio; no tiene que ser radical -explica Ludy-, pero sí un pequeño detalle. Mi lema es ?La rutina arruina? porque tengo claro que si les hago lo mismo durante seis meses, al séptimo van a irse a otro lado, la gente viene a peinarse, pero no tengo que hacerlo siempre igual». De ahí que tampoco sea fácil empaparse de novedad con tanta antelación y no poder aplicarla de inmediato: «Es un ejemplo, pero nosotros vimos las barbas al menos tres años antes de que se pusieran de moda en la calle, tardas un tiempo hasta que el cliente te entra con la foto de Instagram en el móvil, ahora incluso te llegan aplicando con exactitud el término: ?quiero un degradado?», se ríe José Pablo.

¡Y yo con estos pelos! ¡Pues venga, avancemos a los lectores de YES las novedades! Os damos unos segundos para que cojáis papel y lápiz... Ahí van: este año se llevarán para las mujeres los tonos muy naturales, los cobres, los pastel, los melocotones y nacarados. Lo último es el gris acero, el perla o el plata (en pasarela, ojo, que luego en la calle todo está más matizado), triunfa el peinado despeinado, con rizo y volumen, y en fantasía los colores fuertes: el azul, el rojo y el verde. ¿Y ellos? ¿Pondremos la barba a remojar? «Por el momento no, pero todo vuelve y ya pronto nos tocarán los pelos largos para los chicos», pronostica Jesús.

Mientras Amparo se lanza a revisar esos nombres que han marcado su trayectoria, Angelo Seminara (un crac sobre el escenario), Errol Douglas, al que tuvo el gusto de conocer en Londres, y ensalza la figura de Vidal Sassoon, un genio al que le debemos entre otros looks el corte de Mia Farrow de los sesenta, José Pablo noquea a sus colegas con una traca final: «Yo cada vez más trabajo de espaldas al espejo para que el cliente no vea lo que estoy haciendo, es una manera de sorprenderlo». «Me lo apunto -dice Ludy-, yo iría a ciegas». «¡Qué dices -responde Isabel-, yo sin un espejo no puedo ni cortar ni peinar, hace poco tuve que retocar a una novia en una playa y me volví loca precisamente por no tenerlo». Con tanto brillo, y esperando que todos estén contentos con su reflejo, yo creo que para el siguiente reportaje de este tipo mejor me desmeleno.