Yo rompí con todo

YES

MARCOS MÍGUEZ

SON GENTE DE PRINCIPIOS Porque a veces no hay cosa mejor que empezar de nuevo. Ellos lo dejaron atrás todo para lanzarse a la aventura de perseguir un sueño. Valientes, soñadores, emprendedores, viajeros y románticos. Esta es su historia.

19 mar 2016 . Actualizado a las 15:56 h.

No lo sabían, pero Victoria Castro e Isabel Caamaño estaban viviendo una vida paralela. Periodistas y coruñesas, las dos llevaban 20 años ejerciendo la profesión cuando decidieron romper con todo y dedicarse a lo que querían: ser dueñas de su tiempo, viajar, vivir su propia historia. «Lo dejé todo para bailar, para moverme por la cuerda floja y ser funambulista, que es lo que me encanta». Así lo cuenta Victoria Castro, que trabajaba como asesora política cuando se dio cuenta de que lo que estaba haciendo no le gustaba. Eso y la enfermedad de su padre la llevaron a crear La hija de la bailarina rusa, una marca de librería y papelería en las que se expresa libremente a través de ilustraciones. «Hoy pinto muñecas y mañana igual recojo naranjas. Nada en esta vida es definitivo». Ahora Victoria es su propia jefa. Vova Pezlotroska es su álter ego y la protagonista de sus historias: una niña con aletas que arranca sonrisas. «Volvería a hacerlo otra vez», asegura.

Isabel Caamaño está a punto de cumplir 41 años. «Trabajé como periodista en la televisión desde 1994 hasta el 2011. En veinte años de profesión tienes tiempo a hacer una vida y no te planteas cambiarla. Decidí empezar de nuevo y volver a ser un poco joven. Fue un golpe de suerte». Creó una marca de bolsos y complementos y empezó a viajar por el mundo para encontrar materiales exóticos con los que llenar de vida Mr. Ce. «¡No he vuelto a poner el despertador!», recuerda de su anterior etapa. «Nunca trabajé tanto ni fui tan feliz». En realidad, lo que hace ahora es lo que siempre había soñado: «De pequeña quería ser periodista para viajar y contar historias. Ahora recorro el mundo y cuento cosas a través de los tejidos», confiesa a YES recién llegada de la India y rodeada de recuerdos en su taller de Santa Cristina. «El cambio me enseñó que no hay edad para hacer lo que uno ha soñado y que en la vida no hay un camino predefinido».

OSCAR VIFER

«No me habría perdonado la cobardía de no intentarlo»

«Desde que empecé a trabajar como economista tenía claro que eso no me gustaba, que sería algo temporal que me permitiera ahorrar algo de dinero para embarcarme en mi proyecto. Pero no tenía ni idea de cuál podía ser ese proyecto», así comienza a explicar el bodeguero Alberto Nanclares el camino que tuvo que trazar para cambiar de vida. No solo trabajó de economista, sino que llegó a tener puestos relevantes en empresas hasta que se compró un barco especial para desconectar en vacaciones. «Después de trabajar como consultor de dirección en varias multinacionales (Coopers&Lybrand, Price Waterhouse, entre otras) y como director gerente en una empresa en Vigo (Productos Koala), fue la suma de azares lo que definió mi futuro -cuenta-. Vine a Galicia en 1992, desde Madrid, por un barco de madera [el ganador de la I Edición de la Regata Rías Baixas en el 1954]. Lo compré en Baiona y lo restauré, viviendo en Madrid y mi mujer en Almería. Así que decidimos venirnos a Galicia para navegar juntos y disfrutar por las aguas gallegas. En ese momento, me pregunté qué sucedería si pudiera ser el mar el eje de mi proyecto de futuro». Un año más tarde encontró la senda, compró una casa para restaurar con vistas a la ría de Arousa y con una viña de albariño de 4.000 metros. No tenía intención de dedicarme al mundo del vino, pero...». Nanclares comenzó a estudiar viticultura y embarcarse en una aventura que tuvo momentos duros, pero que terminó dando sus frutos. Ahora es uno de los viticultores más reconocidos de la zona y sus vinos están en la prestigiosa lista Parker.

«Nunca me he arrepentido de la decisión tomada, aunque he pasado situaciones muy difíciles en las que he pensado, solo hace unos años, que había fracasado completamente y que la bodega no tenía ningún futuro. Pero nunca me habría arrepentido de haberlo intentado. Siempre me ha parecido el mayor fracaso no intentarlo. ¿Volvería a hacerlo? Sin duda. Siempre supe que habría un vuelco en mi vida si quería dedicarme a lo que me gustaba. No me habría perdonado a mí mismo la cobardía de no intentarlo», concluye.

ROI FERNANDEZ

«TODO POR MI ALDEA»

Vecina del lugar de San Miguel de Vilela, en el municipio lucense de Taboada, Luisa Rubines cumplió su mayoría de edad en Madrid, donde inició sus estudios de turismo. El imprescindible inglés no era la asignatura que mejor se le daba, por lo que partió rumbo a Londres para familiarizarse con el idioma. Lo que en principio eran unos meses de estancia acabaron siendo 14 años de residencia. En la capital inglesa estudió fotografía y se licenció en turismo -enfocado al desarrollo sostenible- en la Metropolitan University de Londres. También trabajó con proyectos para el ayuntamiento londinense. Se integró del todo en la ciudad e incluso tenía su casa. Además de trabajar, contaba con su grupo de amigas, iba a yoga, algo que le encantaba y que le permitió acceder a budistas e hinduistas. Pero un buen día Luisa decidió romper con la vida agitada de Londres. Y regresar. A veces el mejor camino es el de vuelta. «Lo dejé todo por mi aldea. Abandoné mi vida de allí para regresar a la paz que me aporta la Ribeira Sacra. Y llevo aquí ocho años», cuenta. Al llegar a tierras gallegas, Luisa sacó el título de patrón de yate, compró una lancha neumática de 14 plazas y la instaló en Belesar Pobo; una compra que actualmente es el motor de su negocio. Fundó Quinta Sacra, una empresa que apuesta por el turismo fluvial, en armonía con el medio ambiente y que ofrece servicios personalizados para grupos reducidos en la Ribera Sacra de Lugo. «La gente reserva y elige la ruta que desea hacer», explica Luisa , quien añade que además de la experiencia de surcar las aguas del Miño, ofrece paradas en bodegas situadas a pie de río y organiza comidas en bosques o en islitas al estilo tradicional o algo tan especial como un pícnic de lujo con Chef.

Este es el ejemplo de una mujer que rompió con una forma de vida, dejando el estilo londinense para embarcarse en un nuevo proyecto lleno de amor por la naturaleza.

MARCOS MÍGUEZ

«DEJÉ UNA VIDA CÓMODA»

Lo primero es atreverse. No a cambiar de pelo, de casa, de oficio, de país, de vida. Atreverse a mirarse a un espejo y hacerse esa pregunta: ¿este soy yo? «Yo vivía una vida cómoda. Pero un día me miré al espejo y no me reconocí», cuenta Andrés Pascual en un libro en gira que se ha convertido en mainstream, El viaje de tu vida. «Lo de que no me reconocí es algo literal -cuenta a YES este escritor viajero en su parada en A Coruña-. Vi a una persona diferente de la que quería ser. ¿Y qué hice? Lo que haríamos casi todos, creo. Apartarme del espejo».

La rueda de la rutina empieza a girar en serio en ese momento en que uno decide cómo ganarse la vida. Ahí fue cuando Andrés aparcó su pasión, «lo que me generaba un montón de latidos por minuto: la música». Y se hizo abogado. Estudió. Se puso serio ante las expectativas que llevaba a la espalda. Y llegó a convertirse en un hombre «encorbatado» fiel a la tradición familiar. «Mi abuelo era abogado y yo quería ser como él -cuenta-, independientemente de que fuese abogado, astronauta o cualquier otra cosa. Yo quería ser como él».

«No hay deber que descuidemos tanto como el de ser felices», advirtió Stevenson. Pasados los años, un día Pascual decidió cumplir con este deber ineludible y redirigir su vida. Por eso cerró 20 años dedicados a un bufete de abogados y se dedicó a viajar y contarlo. «Estuve diez años compatibilizando la abogacía con los viajes y la escritura», comparte con YES quien al final rompió los mapas prestados para vivir su propio sueño. «Pero al pensar nuestros sueños de golpe se nos hace bola», dice Andrés como si tuviese en la boca un gran trozo de carne. Entonces habrá que masticar mucho para poder tragar, ¿no? «Todo supone un sacrificio, pero es maravilloso. En esto consiste el amor: en entregarse sin esperar algo a cambio. Lo que venga será por añadidura. Cumplir el sueño de cambiar tu vida supone superar tu travesía del desierto, subir dunas, quitar de la mochila el equipaje tóxico». A todos nos da miedo lo desconocido, explica él que ha estado en 50 países.

A veces por miedo a cambiar hasta «preferimos sumergirnos en una piscina de frustración. Quedarnos ahí plantados, con nuestros muebles, nuestro dinero, todo como está, y nos vamos convirtiendo en seres miedosos, apretando cada vez más el puño». La grandeza de abrirlo y dar el primer paso es doble, dice Andrés, quien prefiere perder un reloj al valor del tiempo: «Hoy es el único día cierto», asegura. A por él.