¡Yo hoy quiero un "Tócate los huevos"!

LUGO CIUDAD

ALBERTO LÓPEZ

En El Moruno de Ourense llevan 20 años preparando el chupito. YES hace un recorrido por los chupitos y cócteles que tienen nombre propio.

13 mar 2016 . Actualizado a las 12:44 h.

Alguien dejó escrito que entre las 101 cosas que hay que hacer en Santiago antes de morir una es tomar un chupito «en las galerías». Se refería a los pequeños locales de hostelería de la media docena de galerías comerciales interiores existentes entre la plaza de Vigo y la Roxa y que marcaban el ritmo de la movida estudiantil en los 80 y 90. En esas arterias de la diversión que se desbordaban de gente hasta cortar el tráfico en las calles había auténticas rutas de chupitos. Un Blues (vino mistela) en el Merliño; un Submarino en el Berberecho (un chupito de ginebra dentro de un litro de cerveza); un taco de tequila en La Cantina; un licor de frutas en el Cotón, un Monicreque en el Brétema que el camarero prendía y que había que tomar con pajita de plástico antes que esta se derritiese... Así era la vida en Compostela, a tragos que costaban entre 50 y 100 pesetas (30-60 céntimos). Ahora cuestan un euro, pero lo que de verdad cuesta es encontrar lugares que sigan apostando por este formato atribuido a los malos bebedores que no pretenden disfrutar del alcohol.

En las galerías Goya solo queda un superviviente. El Carallete, el último a la izquierda. Ha cambiado de manos y estética en varias ocasiones, y su último propietario, Efrén Cancelo, ha querido recuperar también el nombre (no las pipas). Y también su apuesta por los chupitos que tanta gloria y resaca repartieron en el pasado y con los que espera que la noche compostelana remonte el vuelo. Los cobra a un euro y prácticamente los pone de lo que se lo piden. Saca de dentro de la barra una tabla con diez agujeros para los chupitos que va rellenando y que da a probar para certificar su calidad: «¿Son bos, non?». Están bien, sí, pero ninguno llegará a alcanzar la fama y el sabor del Tumbadiós. Fue el chupito más famoso de Compostela y tiene su historia, porque se hizo conocido entre los estudiantes del 68 que acudían al bar Sobrino. Eligio, que lo regentó durante años, siempre aseguraba que la fórmula era secreta, y al que preguntaba por ella respondía: «Aguardiente y vino de misa». En realidad era un licor café algo cargado que bajaba con alegría. La que le falta ahora a las noches de la capital, en la que sigue habiendo jóvenes que se mueven buscando «prezos baixos», afirma Efrén.

Aquí viene la «people»

La people que va en Lugo en busca de un cóctel exclusivo lo encuentra en el People, que se toma en pleno centro de Lugo, en un glamuroso local que está en la calle Cruz. Por 5 euros pueden degustar un combinado apetitoso (perfecto para tomar tras una cena copiosa) que sus dueños bautizaron con el propio nombre del establecimiento. El encargado de elaborar el People es el coctelero Manuel Carreira, quien lo prepara con ingredientes frescos y naturales. Para elaborarlo: zumo de piña, zumo de manzana, puré de mango, lima exprimida y un toque de granadina. Se mezclan todos estos ingredientes en una coctelera con hielo y se sirve en vaso alto con hielo picado y hasta arriba. Además de entrar por el ojo, este digestivo de sabor dulce y afrutado se queda en el paladar. Pese a la amplia y variada carta de cócteles ?aproximadamente unos treinta?, el People es el estrella del local.

A muerte... líquida

En Pontevedra, no hace falta haber detenido el reloj biológico antes de llegar a la mayoría de edad para zambullirse en la tentación del chupito. Es una de las pocas teorías que ha podido confirmar Miguel Salgado, Miki, el propietario de uno de los locales de referencia para «envenenarse» a sorbos, el Bar A Kaldo. La clientela que se decanta por las monodosis de alcohol tan junto como revuelto va creciendo con la noche. «La ventaja que tiene el bar es que puedes ver a una estudiante de Bellas Artes de 20 años hablando sobre política con un tipo de 40 arreglado y de aspecto serio», explica Miki. Encima de la barra hay muchas probabilidades de que estén esperándoles un par de dosis de El calor del amor en un bar o Muerte líquida. El primero, creado a base de absenta y vodka, forma parte de la carta con nombres de canciones que ideó el propio Miki cuando abrió su local en la céntrica calle Charino, hace un año. El segundo, hecho a base de la bebida favorita de Drácula y el resto de criaturas malévolas de noche, el Jäggermeister,  es una de las nuevas incorporaciones propuestas por los propios clientes. «Pedirlos a gritos muchas veces es lo que llama. A lo mejor si les llego a ofrecer un chupito de absenta con vodka me habrían dicho que no», reconoce.

Miki apenas ha pisado O Candil, el auténtico templo de los brebajes de un solo trago de Pontevedra. «Varios amigos me han contado que allí fue la primera vez en su vida en que probaron alcohol?, explica y, sin quererlo, dice más del garito que muchas enciclopedias sobre la ciudad. Es uno de esos sitios en los que preparan con especial soltura el RTVG. No está claro si quien lo bebe escucha voces o sufre el efecto contrario: dejar de oír todo aquello que puede esperar (o no) hasta mañana, pero una mezcla de ron, tequila, vodka y ginebra que se consume en cuestión de segundos debe provocar algún tipo de sonido. Dentro o fuera de la cabeza.

Sprite, lima y algo más

No es el más glamuroso del mundo ni el más original. Pero varias generaciones de ourensanos han caído en sus garras en alguna ocasión. Se trata del Tócate los huevos, un chupito que cumple más de veinte años y sigue siendo el protagonista principal del local El Moruno, ubicado en la praza do Trigo de la ciudad de As Burgas. Al frente del local se encuentra Juan Cid. Recuerda que hace dos décadas descubrió en Barcelona el mundo de la chupitería, que acercó a Ourense.

Fueron muchas las pruebas, pero finalmente solo resistió el paso del tiempo el Tócate los huevos. El nombre viene de las primera reacciones de los clientes cuando veían que, tras el golpe del vaso en la barra, el líquido salía despedido hacia todas partes. Es cuestión de maña y de mucha experiencia. «Pringa muchísimo y creo que eso le gusta a la gente», afirma entre risas Juan Cid, propietario del local. El Tócate los huevos se sirve en un vaso de tubo y se reparte entre unos 10 vasos pequeños. Es para compartir. El precio también recuerda a otras épocas: 4 euros el tubo. O lo que es lo mismo, 40 céntimos el chupito. Ahí está la gracia, y el éxito. Es un chupito para compartir. Ahora un sábado pone alrededor de 40 vasos de tubos del chupito, pero hubo tiempos en los que en una noche llegaba a servir 100. O sea, 1.000 chupitos. Casi nada.

La experiencia le ha servido para ir  «profesionalizando» el sistema. Para evitar que los golpes estropeen la barra o rompan los vasos. Usa dos mallas de plástico  para proteger la vajilla y el local. Además, es bueno tener práctica ya que «cuanto menos te caiga, más bebes», subraya el dueño del local. Sobre la composición de la bebida, Juan Cid da algunos datos, aunque no lo quiere desvelar todo: «Lleva Sprite, lima y varias bebidas blancas. Es suave», dice. «Cuando empecé fue el que más éxito tuvo».

El Moruno es un local con base de rock and roll, pero el Tócate los huevos no sabe de gustos musicales, pero eso hay mucha gente que se acerca para tomar un chupito en grupo y luego sigue su marcha por los locales en donde la música le es más afín. Un clásico que no entiende de modas.