Spain, nil points

Fernanda Tabarés DIRECTORA DE V TELEVISIÓN

YES

06 feb 2016 . Actualizado a las 06:05 h.

La vida es una realidad que transcurre mientras consideramos quién será el próximo presidente del Gobierno. Porque a pesar del hipnótico momento político, fuera del Congreso, señores y señoras, están sucediendo cosas. Una de las más trascendentes tiene que ver con ese espectáculo que hizo más por la integración europea que diez tratados de Maastricht. En los años setenta algunos se sintieron por vez primera europeos al escuchar la Oda a la alegría de Beethoven. Su solemnes acordes anticipaban el inicio de Eurovisión, un acontecimiento de una importancia existencial pues por vez primera una generación de españoles sentía que formaba parte de algo por encima de los Pirineos, después de décadas de autarquía y desprecio internacional por la anomalía política que significó el franquismo. 

Eurovisión ha sido siempre mucho más que un concurso manifiestamente hortera. Poco ha importado lo que sucediera en el escenario, con grupos y solistas intrascendentes para el arte. El asunto ha estado, por ejemplo, en la lista de convocados, en realidad una exhibición de lo particulares que casi siempre resultan las relaciones internacionales. Eurovisión llegó a representar el sueño de la Gran Europa, con países como Israel o Marruecos convertidos en territorios de expansión, una muestra de purpurina de ese poderío que hace ya tiempo se desplazó hacia occidente (Estados Unidos) y hacia Oriente (China).

Por eso hay que estar siempre atentos a los mensajes que nos envía Eurovisión. No hace falta tragarse las previas, ni siquiera esas galas infames llenas de gorgoritos impostados. Las señales son más sutiles, pero mucho más trascendentales.

La de este año tiene que ver con el idioma en el que va a cantar la persona seleccionada, una mujer llamada Barei (¡) a la que se le ha encomendado la misión de interpretar una canción titulada Say Yay (¡¡¡). Instituciones y grupos de pelaje diverso han reaccionado de inmediato. En pleno año Cervantes, España envía a luchar contra los elementos una canción en inglés... José María Merino, académico de la Lengua, proclamaba el martes: «Teniendo en cuenta que el español es una lengua que hablan 500 millones de personas, presentarse con una canción en inglés es sorprendentemente estúpido». Y añadió: «Es una obligación moral y cultural de RTVE velar por la difusión del patrimonio cultural nacional. Esto es impresentable».

La profunda inquietud de la RAE tiene un precedente. En el año 2014, el entonces director de la Academia empezó a intranquilizarse. En aquella ocasión, el estribillo de Dancing in the rain era inglés. José Manuel Blecua, presidente a la sazón, confesó su «inquietud». Hoy la turbación se ha consumado.

En la UE hay 24 lenguas oficiales y 60 minoritarias, pero el 77% de los estudiantes de primaria de todo el continente eligen el inglés como segunda lengua. Por delante del español están todavía el francés y el alemán y el ruso avanza como en Europa a velocidad de crucero.

Ajena a toda la humillación que la elección ha desatado, Barei ha puesto sobre la mesa el argumento definitivo: «La gente lo ha elegido democráticamente». Da igual qué se está transmitiendo con la elección del inglés; incluso que se obvie que un idioma lo normaliza su uso. El populismo también ha llegado a Eurovisión. 

Por cierto, lo de cantar en inglés es simplemente una horterada. Como se ha dicho, nada nuevo en Eurovisión.