¿Por qué te borras el tatuaje?

YES

José Manuel Casal

 Duele más que tatuarse y cuesta entre 50 y 200 euros cada sesión. Aun así, cada vez son más los gallegos que en cuestión de tinta aplican eso de «donde dije digo, digo Diego» y se apuntan a la moda de borrar sus tatuajes: renovarse o morir.

23 ene 2016 . Actualizado a las 19:44 h.

«¿Crees que te va a gustar toda la vida?», «cuando busques trabajo y no te quieran por estar tatuado no me vengas llorando» o «ahora estás muy enamorado pero el día de mañana a ver si sigue siendo así«. Es más que posible que la imagen de tu abuelo o de tu madre te haya venido a la cabeza en el caso de que estés tatuado. Si aquella idea romántica de grabarte para siempre la palabra paz en chino (y tu ingenuidad al no comprobar si era el significado real) o el tribal que te hiciste con tus amigos durante el viaje de fin de curso del 2006 te están pasando factura, hay una solución para ti. Sí, en el siglo XXI hasta los tatuajes pueden ser efímeros y en YES lo hemos comprobado. A base de dolor y un puñado de euros, la fecha de caducidad de la tinta de tu piel la decides tú. «Yo es que me hice una desfeita», reconoce sin ningún pudor Luis Moure, de 32 años. 

«Me tatué yo mismo»

«Tenía 24 años, me gustaba dibujar y me atraía el mundo del tatuaje, así que sin pensármelo dos veces fui a varios locales para que me enseñaran a tatuar. El problema es que en la mayoría de sitios en los que pedí información me vieron como competencia y no me quisieron ayudar». ¿Solución? Comprarse una máquina y ejercer él mismo de conejillo de indias. 

En aquel momento Zicko, como todos conocen a este ilustrador coruñés, reconoce que tenía muchas ideas, pero no demasiada prudencia. Ya con la lección aprendida y algún que otro grabado más, hace unos meses decidió poner punto y final al tatuaje que tiene en la muñeca. Una ruptura lenta y dolorosa. «Yo me pongo crema anestésica antes y aun así veo las estrellas». Por eso, ahora que cuenta con un bagaje más que amplio en la materia, recomienda a todo aquel que pase por sus manos que piense en algo de lo que esté seguro al cien por cien que no se va a arrepentir: «Un tatuaje debe representar algo para no cansarte de él: el nombre de tu madre o de tus hijas siempre va a estar ahí, lo de una novia ya es otra cosa?».

«Todos los días me acuerdo de él y es una paranoia, por eso necesito que desaparezcan». Patricia Sánchez hace suyas las palabras del ilustrador coruñés tras diez años viendo cómo sus tatuajes le impiden romper con los recuerdos de una vida que quiere dejar atrás. «Mi padre y mi hermano murieron en un accidente de tráfico, así que decidí tatuarme un ángel caído y una mujer llorando para rendirles un homenaje; sin embargo, cuando tomé esta decisión tenía una pareja que no me trataba bien, así que ahora estos tatuajes no me traen más que imágenes negativas, sobre todo el del brazo, que me lo veo constantemente». Aunque todo pudiera apuntar a lo contrario, su mala experiencia no ha mermado su afición a los tatuajes: «Ahora simplemente tengo que encontrar uno que me haga sentir bien conmigo misma». Puede permitírselo. Su profesión no está reñida con su pasión, así que aprovecha la coyuntura de la que otros, como Adrián, no disfrutan. Pese a que la mayoría de gente que decide borrarse un tatuaje lo hace por hastío, el caso de Adrián, como el de muchos opositores a Policía Nacional es bien distinto. «A mí me encantan, pero el trabajo manda», dice este joven carballés de 22 años. Adrián tiene que eliminar de su brazo un velero y un elefante que se hizo hace tan solo dos años porque está prohibido que cualquier aspirante a policía lleve un tatuaje que sea visible con el uniforme de verano.

«En mi trabajo como camarero de noche no he tenido ningún problema, incluso ha podido ser un punto a favor el hecho de que esté tatuado, pero esto es distinto». Otro gallo cantaría si, por ejemplo, fuese un aspirante a bombero. «En mi academia muchos de los que se están preparando para ese puesto llevan tatuajes, pero como no tienen tanto contacto con la gente se les permite». Con la boca pequeña reconoce que los prejuicios siguen existiendo, tanto que esa es la razón que ha llevado a su barco a izar las velas por el «módico» precio de 90 euros la sesión. Y le espera un largo viaje, ya que los dibujos con color son mucho más costosos de eliminar de la piel. Lo avala Susana Frade, técnica sanitaria especialista en la eliminación de tatuajes: «cuanto más oscuro y más antiguo, más fácil será de borrar».

Sólo dos semanas

Susana creó Nada Es Para Siempre, en A Coruña, al ver el aluvión de jóvenes y no tan jóvenes que, láser mediante, querían borrar sus hazañas hechas impronta años atrás. «No hay un perfil determinado de cliente, aunque los tatuajes que están de moda en una época concreta al final no dan tregua». Además, afirma que, debido al ritmo frenético actual de la sociedad, ha llegado a ver casos tan surrealistas como el de «una chica que se había tatuado y a las dos semanas vino para que se lo borrásemos». Es franca con sus clientes, por eso no oculta los hándicaps que acarrea tomar una decisión como esta, «más dolorosa y costosa que hacerte el propio tatuaje». Sin embargo, asegura que por mucho que adviertan de que guiarse por las tendencias es un error, la moda sigue imperando en este mercado. ¿El último grito? Tatuarse pecas. «Cada vez hay más gente que reclama este tipo de micropigmentación porque hace que parezcas más joven», comenta Susana. Si ya estás pensando en emular a Pipi Calzaslargas sí, las pecas también se borran.