Enséñame tu cuaderno

YES

MARCOS MÍGUEZ

ELLOS NO PIERDEN LOS PAPELES... Cada cuaderno encierra una historia, y cada historia tiene su letra. 

28 nov 2015 . Actualizado a las 06:25 h.

Con uno de esos rotuladores «que se deslizan» escribe María Dueñas (Puertollano, 1964) las novelas que suelen llevarla al top de los superventas. «Soy zurda -revela- y siempre me ha resultado más fácil escribir con rotuladores. Además, permiten resaltar mejor las cosas. Negros, de punta 0.7, hay unos que ahora compro por docenas: los Signature». La autora de El tiempo entre costuras, actualmente en gira con La templanza, permanece fiel a una costumbre que, según dicen los expertos en lenguaje coloquial, nos hace más listos. Con el ordenador a punto, María Dueñas escribe a mano. Da otra clave: Moleskine. Se ha comprado ya un par de estos cuadernos de color granate para tomar las notas de su próxima novela, sobre la que insiste en guardar silencio.

Los más nostálgicos deben saber que hay profesionales de las letras que  ya no escriben en papel. La premio Merlín Érica Esmorís se cuenta entre ellos. La autora de O poder de Amabel y Nena y el mar cuenta que lo lleva todo en su cabeza y luego lo arroja al ordenador. Así, sin medias tintas... Ella nos pone sobre una pista: «Antonio Fraga. Este es tu hombre. Lo escribe todo con lápiz y papel». 

MARCOS MÍGUEZ

Sin grandes manías ni marcas fetiche, el autor de O castañeiro de abril es de cuadernos clásicos, que abre para nosotros, «libretas escolares das de sempre ou cadernos como os que se usaban para a contabilidade». Son un regalo recurrente para quien afirma no haber comprado ninguna de las libretas en las que hace el borrador de sus historias. «Escribir a man ten unha cadencia diferente, especial. Fágoo así dende pequeno. Podes tomar notas en calquera parte. E a historia, a man, vaise facendo máis lentamente», dice el autor de Xildas.

Una sopa de letras con sentido se hace mejor, además de con huevo, a fuego lento. En esto podríamos consultar el Tratado de culinaria para mujeres tristes, de Héctor Abad, un rico referente en guisos caseros de sentimientos y palabras.

NEGRO SOBRE BLANCO

Bolígrafo negro y cuaderno blanco. No fallan como compañeros de viaje de la escritora Andrea Maceiras, premio Jules Verne por Europa Express. Esta, comparte su autora, es una novela precisamente inspirada en sus cuadernos de viaje. Al sentarse a escribir, los puso sobre la mesa junto a postales y otros recuerdos que ha ido recolectando en su camino por el mundo. ¿Qué esconden esos cuadernos? «Citas, pensamentos, impresións, tickets  de tren, etiquetas de comidas e bebidas...», cuenta. ¿Por ejemplo? «Mmmm, a dunha cervexa alemá».

MARCOS MÍGUEZ

Los vagones de tren y las cafeterías son dos de los hábitats donde la suerte sopla a favor de ese gran observador y cazador de historias ajenas que suele ser un narrador. Citas de autores reconocidos y diálogos de personas anónimas que uno escucha si se pone tienen su hueco en los cuadernos de la autora de Europa Express. ¿No siente la tentación a veces el que escucha de intervenir, de ser un voyeur parlante? «Iso pode ser máis de periodistas, eu son máis tímida, máis de interiorizar . Eu observo e despois penso niso na casa co pixama posto», dice entre risas.

Sus libretas, además de palabras, tienen dibujos, estrellas y otras formas, «sobre todo espirais, eses garabatos que fas cando estás pensando. Axudan a concentrarse».

Escribir a mano tiene «algo muy íntimo», opina Andrea. El tacto del papel, los trazos de la propia caligrafía. Ese esfuerzo de la mano que supone ya una forma de reflexión. ¿Se mezclan lo trascendente y lo superfluo en las libretas de la autora de Nubes de evolución? ¿Anota en ellas, junto a citas antológicas, lo que falta en la nevera o ese número de teléfono que le acaban de dar? «Non, esas cousas apúntoas na man!», confiesa.

LAS ESTRELLAS DE DUEÑAS

«Las novelas en sí las escribo a ordenador», advierte la superventas María Dueñas, que, en cambio, no puede prescindir del papel en su escritorio de trabajo, ni en el mundo exterior: «Cuando viajo a una ciudad, en cuanto veo una papelería, ¡me lanzo en plancha!».  Se decanta por las Moleskine, ese clásico impecable con fieles en todo el mundo, y por la papelería japonesa: «Me he traído unos cuantos cuadernos de mi último viaje allí». En el papel, María escribe campos léxicos, listas de menaje del siglo XIX, traza diagramas y flechas que van de un sitio a otro, y se divierte a menudo haciendo dibujitos. «A veces me distraigo -revela esta lectora de Los Cinco de Enid Blyton- y me encuentro dibujando una estrella enorme... ¡o una araña!». 

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Para La templanza, tercera novela de Dueñas, una historia que recupera el Jerez de las bodegas y nos lleva también a México y  a Cuba, la escritora se compró un cuaderno «precioso» con un mapa de México. Este de anillas, «porque son especialmente cómodos y se abren muy bien». 

Así entramos de nuevo en los años del pupitre, el plumier, la Milan nata, escuadra y cartabón, envueltos en el tornado de cosas de la infancia que evoca una libreta de espiral. 

Las de canutillo son libretas que todavía sigue usando Antonio Fraga, que escribió Xildas (un duende en Sushi Books) en un primer bloc. Luego pasó la historia a limpio en otro cuaderno y finalmente se sentó al ordenador para hacer la definitiva. ¿No será mucho escribir? «Non sei facelo doutro xeito -confiesa a YES-, pero xa vou axilizando un pouco...». Con un solo cuaderno se ha bastado para la que será su próxima obra, «xa rematada». Tomamos nota (¡a mano!): Una novela fantástica, juvenil, que editará Xerais en febrero sobre «unha cidade na que conviven dúas comunidades, unha dominante e outra dominada e na que unha rapaza descobre un mundo soterrado». 

Pensad ahora una caja de zapatos, ese otro objeto fetiche con múltiples usos y posibilidades fantásticas. En una guarda Antonio Fraga todos sus cuadernos, llenos de subrayados, colores y tachones hechos a lápiz de madera. «É mellor, porque se pode borrar». Y lo mejor de algunas historias es que están dispuestas a cambiar, incluso a empezar de nuevo. 

 LA «MALA LETRA» DE GONZALO HERMO

«Son un escritor con mala letra. Os meus non son cadernos para ensinar», dice Gonzalo Hermo, premio nacional de literatura 2015 en la modalidad poesía joven por Celebración

Este poemario, editado por Apiario, tiene su propio cuaderno de notas. Escrito con uno de esos bolígrafos «de tinta que corre», que prefiere a los Bics. Para ganar tiempo, para no arriesgarse a perder ideas por el camino. El autor de Taragoña, que debutó con Crac en el 2011, dice que no tenía por costumbre tomar notas a mano hasta que descubrió que no tenía buena memoria. «Escribo os poemas directamente no ordenador -revela el autor-, pero uso cadernos de papel sobre todo cando viaxo, cando saio da rutina. Ás veces vas paseando e aparecen as ideas, e se non tomas nota se perden»

XOÁN A. SOLER

Blancos o de listas son de su gusto, pero no cuadrados... «Gústanme menos, aínda que estou revisando o caderno de Celebración... e vexo que é cadrado», dice. Ese cuaderno fue un regalo, como todos los que tiene este autor al que le gusta jugar con los géneros literarios y que afirma saber por cuál decantarse en cuanto tiene una idea. Las más poéticas se mezclan sin complejos con apuntes de citas o presentaciones de obras de otros autores y referencias de libros que toma en préstamo de la biblioteca de Santiago en sus cuadernos de papel. En ellos manda «la mestura total, o caos absoluto». 

En este iWorld que se cae de los renglones, el papel es como el horizonte de la infancia. Un cuaderno en blanco aún tiene la emoción de la primera vez.