Javier Sardá: «Dije que ya no era del Barça porque me cabreé con la directiva»

Ana Montes

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CEDIDA

Dice que no puede vivir sin darle vueltas a la política, pero cada domingo se las dará a la ciencia en ADN Max, su nuevo programa. El elocuente y cercano Javier Sardá le dará su toque con un aliño de fina ironía y sana suspicacia.

10 oct 2015 . Actualizado a las 05:35 h.

El rey de las crónicas marcianas vuelve a la pantalla «para hacer de Sardá, de conductor, no de científico». Si de algo tuviera que reciclarse sería de presentador, nos cuenta, en un momento feliz de su carrera en el que lo que más le mueve es ejercer de director de programas. Lo de la batuta le puede. Este catalán desencantado con los últimos acontecimientos políticos lleva en los ojos el brillo de otra España.

-Ahora eres un chico MAX que no Mas? ¿En qué te consideras lo más de lo más?

-Soy lo más de lo más en el sentido de que no sé desconectar de la política y de la actualidad. Esta es una característica de mí que me cansa mucho. Soy un señor de una cierta edad pesado que no sabe olvidarse de ella, pero me gustaría vivir las cosas de España y Cataluña desde una perspectiva más lejana, por ejemplo desde EE. UU.

-¿Existe la «ciencia» basura?

-Seguramente, pero la historia de la ciencia es muy cabrona. La ciencia pega grandes tirones en las guerras mundiales, no solo por los experimentos humanos, como las salvajadas de los nazis. La aviación, el submarino y la medicina, con los antibióticos y las sulfamidas -las primeras drogas usadas en las infecciones bacterianas- sin las guerras hubieran tenido otra evolución. Es paradójico y trágico su origen y su avance.

-La ciencia interesa a la gente, pero, ¿les interesa a los poderes fácticos que sepamos cómo funcionan las cosas?

-Yo soy partidario de no creer demasiado en los demonios. Soy muy poco conspiranoico y nada creyente en los clubs extraños, aunque no estemos exentos de conspiraciones. La ciencia hoy está muy cerca de la gente, aunque en Internet tengamos grandes mentiras y barbaridades..

-¿Qué sería lo más interesante que tendríamos que aprender sobre ciencia ya?

-El propio conocimiento del cuidado del cuerpo, que en nuestro mundo pijo occidental privilegiado ha evolucionado de forma brutal. Hemos aprendido a comer tarde y mal, pero hoy las posibilidades nutricionales de los complementos abren una expectativa extraordinaria. 

-¿Te gustan los nuevos gadgets cotidianos, como por ejemplo las zapatillas con GPS?

-No, soy más raro. Soy piloto y tengo en mi casa un simulador de vuelo de un Boeing 737 800 de una sofisticación extraordinaria y el morro de un avión. Así que no puedo decir que no me interesan los gadgets, porque los que me interesan, me apasionan.

-¿Eres tipo Mac Gyver, de los que improvisa inventos,  o eres tipo cocinero, de los que lo mide todo para que siempre te salga igual la receta?

-Yo como cocinero soy un desastre, así que nada. Y como Mac Gyver, tampoco. Soy muy cómodo y poco manitas. Sé lo que quiero conseguir, y entonces busco un equipo de profesionales. Aún tengo vocación de director.

-Como «exmarciano», ahora que parece que hay agua en Marte, ¿te irías de colonizador si fuera posible y vivieras tanto como para hacerlo?

-Ojalá viviera tanto como para vivir el momento donde seguramente la especie humana busque una alternativa. Espero que no sea porque el planeta esté ya agonizante, sino por interés cultural o natural.

-¿Eres un catalán con  «Ocho  apellidos catalanes»?-

-Yo me llamo Xavier Sardá Tamaro, y creo que Tamaro ya se sale de Cataluña. No me interesa saber si todos mis apellidos son catalanes, porque es un sorteo dónde se nace. Estar orgulloso de un sorteo es lo peor. Yo no quiero más al Pirineo que al Cáucaso, al Ebro que al Sena y tampoco quiero a toda la gente. Mi patria es la gente que yo creo que es óptima, razonable y tolerante.

-Has declarado recientemente que ya no eres del Barça. Entonces, ¿de qué equipo eres?

-Escribí retóricamente que intelectualmente había dejado de ser del Barça pero, emocionalmente, sigo siéndolo. Me cabreé por esa foto soberanista de los cuatro directivos el día antes de las elecciones porque era inadmisible.

-¿Qué es lo que más te duele del independentismo?

-Yo no soy independentista ni la mayoría de la gente que ha votado en Cataluña. El independentismo ha sacado un resultado histórico pero no ha llegado a un 50 %, por tanto los que no somos soberanistas, que somos muchos, creemos que el Gobierno español está haciendo dejación de funciones. Llevo tres años diciéndolo. En Cataluña hay una catarata de información entusiasta sobre la grandeza del independentismo. Que un presidente del Gobierno español amanezca con un 47 % de la gente que diga que se quiere marchar, es que no ha hecho los deberes. O no ha hablado con los catalanes o ha cometido el error de  creer que hay cosas que escampan, cuando algunas no escampan y solo se complican más.

-¿Y cómo has vivido la evolución del  este catalanismo?

-De niño, en mi casa se hablaba catalán y en la escuela castellano. Por eso quien diga que hoy el catalán está amenazado, exagera. Nunca ha tenido tanta preponderancia en la escuela. Me preocupa más que la gente no sepa inglés y estemos sometidos al doblaje. Portugal da envidia. Si Mas dice que Cataluña quiere asimilarse a Dinamarca y Holanda, allí la gente habla su idioma y aprenden otros sin doblaje. En Cataluña el inglés lo tenemos pendiente.