Danzad, danzad, malditos

Fernanda Tabarés DIRECTORA DE V TELEVISIÓN

YES

10 oct 2015 . Actualizado a las 06:05 h.

Cada mañana conviene repasar qué sucedió el día anterior en ese mundo en paralelo que es la televisión para saber qué va a ser lo importante. El miércoles la cosa iba del baile de la vicepresidenta. Soraya Sáenz de Santamaría le dio el minuto de oro a Pablo Motos con un meneo muy ensayado que le dio más votos que ocho horas en el consejo de ministros. Últimamente, cuando un dirigente político olfatea el miedo se pone a hacer que hace de persona normal. Cuando Pedro Sánchez era un pimpollo emergente secuestrado por su hermosura, llamó al Sálvame y empezó a hacer flexiones en El hormiguero. Muchos pensaron que tanta frivolidad era un síntoma de su levedad, una evidencia de que el mozo era apenas un sabroso merengue, pero a Sánchez ese merodeo por la intrascendencia le sirvió para ir colándose en un circo en el que hay aspirantes a presidente del gobierno que se llaman a sí mismos Coleta Morada. El del PSOE tenía poco que perder y la posibilidad de ganarle a ese rictus tan poco fotogénico que se le pone a Rajoy cuando cheira un problema.

Aquello de Sánchez prendió en los socialistas. Noqueados en tierra de nadie, o empezaban a bailar o los españoles desconectaban el televisor cada vez que abrían la boca. Hemos sido injustos con Zapatero. Cuando en el año 2012 volvió lloroso de Bruselas dispuesto a hacer lo indicado «cueste lo que cueste y me cueste lo que me cueste» puede que supiera que lo que entregaba en sacrificio era el partido entero. Fue ese día en el que el PSOE dejó de interesar. Y fue así hasta que Sánchez llamó al Sálvame, un recurso desesperado que no devolvió la consistencia a los socialistas pero que al menos les abrió otra vez la puerta del salón de casa, en el que treinta años atrás se hablaba de los morros carnosos de Felipe o de la foto en el Vogue de las ministras más estilosas de ZP.

Es la misma táctica que utilizó Iceta. Andaba el hombre empeñado en aclarar el discurso contradictorio del PSC cuando lo poseyó el espíritu de Freddy Mercurie. Al primer golpe de cadera, el personal dejó de aburrirse. Esa fue su aportación al partido. Irrelevantes en el debate intelectual, al menos regalaron sonrisas. No sabemos cuántos votos debe el PSC a Queen.

El baile de Soraya revela que en el PP están más nerviosos de lo que sugiere su triunfalismo preelectoral y el desdén con el que están procesando las bofetadas de Aznar. Aquí nos falta esa disposición natural para el show que tan bien se les da a los yanquis. Cuando Obama canta, su swing  transpira ese hipnotismo que solo son capaces de producir quienes llevan la música dentro. Aquí, cuando un político baila lo hace porque quizás sea su último recurso.