Hasta pronto

Carlota Corredera DIRECTORA DEL SÁLVAME DIARIO

YES

30 may 2015 . Actualizado a las 05:10 h.

Hoy, día de San Fernando, estoy de 36 semanas y 6 días. Y precisamente hoy me despido temporalmente de los lectores que tenéis a bien dedicarle unos minutos cada sábado a este «Mi ático» que lleva abierto desde hace 15 meses. Me tomaré un tiempo sabático para poder dedicarme en cuerpo, alma, pecho e insomnio a cumplir mi anhelado sueño de ser madre. Como ya he revelado en otras ocasiones, salgo de cuentas el próximo 22 de junio, aunque Alba de la Maza Corredera podría llegar ya al mundo en cualquier momento y ser lo que se conoce médicamente como bebé a término. Paso de la emoción a la impaciencia cada tres segundos. Y a veces los subidones son tan tremendos que hace unos días tuve uno que me afectó a la tensión arterial, percance y susto en la recta final que ya está controlado con medicación. Qué lento pasa el tiempo cuando quieres que vuele y qué rápido cuando no tienes prisa. La ansiedad se apodera de ti y de tu entorno más cercano que no para de decir en alto y con razón: «¡Qué ganas tengo de verle la carita a la niña!».

Hace una semana tuve un empacho preparto importante. El centro en el que voy a dar a luz ofrece charlas médicas y visitas a los paritorios para preparar mejor a los padres de cara al gran día. Y allí, sentada en un aula de Medicina, escuché atentamente las explicaciones de un ginecólogo, una anestesista, una pediatra y una matrona. Resolví muchas dudas y recopilé información útil de cara a los nuevos tiempos que se avecinan. No pudimos conocer las salas donde se dilata y se da a luz porque había llenazo esa mañana de parturientas en acción. Pero sí visitamos la planta donde todo ocurrirá y se respiraba inquietud entre embarazadas y consortes. Precisamente a los padres les dirigieron mensajes del tipo: «Nos da igual que os caigáis redondos durante el parto vaginal o la cesárea porque estaréis sentados en una silla con ruedas y os echamos rodando en segundos de la sala o del quirófano». Cómo han cambiado los tiempos para ellos en esto de la paternidad. Hace casi 41 años, a mi padre lo dejaron completamente al margen de mi nacimiento excepto en el momento en el que tocaba abonar la factura de Povisa, centro médico en el que me alumbró mi madre. Ahora los padres tienen muchísimo papel aunque no sufran contracciones ni puntos de sutura. Se les anima a implicarse en todo el proceso, incluso en el piel con piel, ese primer contacto tan importante con el recién nacido en sus primeros minutos en el mundo. «Si a vuestras mujeres les hacen cesárea os invitamos a que paséis con el bebé a la sala de dilatación y que con el torso desnudo recibáis a vuestro hijo/a como merece». Qué bonito. Me emociona sin límite imaginar el momento en el que por primera vez la pequeña Alba y yo estemos frente a frente, cuando, al fin, nos conozcamos sin placenta ni cordones umbilicales de por medio, cuando nos pongamos cara. Pero sueño también con otro instante: en el que vea a la niña en los brazos de Carlos. Ruedan lágrimas mientras escribo. Fiesta de la hormona. Como la que viviré cuando mi madre deje de ser solo Elisa para ser abuela y pueda al fin llenar de besiños a su primera nieta. 

¿Llegará Alba antes de tiempo o será una viguesa-cántabra-madrileña nacida bajo el signo de Cáncer al calor de las hogueras de San Juan? ¿Se adelantará esta niña y llegará para eclipsar el cumpleaños de su padrino Diego Corredera el 12 de junio o el aniversario de boda de sus padres el día 15? ¿Le afectará la luna llena del 2 de junio o será más de luna menguante? ¿Se parecerá más a mí o a Carlos? ¿Será llorona y festeira como yo o más tranquila como su padre? Ya queda menos para salir de dudas. Pronto quedarán todas resueltas. Aunque lo importante de verdad es que todo salga bien, que sea una niña sana, sobre todo eso. Porque si hay algo que no le va a faltar es amor, toda su familia la va a atiborrar de cariño porque la quiere con locura. Gracias por vuestros buenos deseos. Los siento. Me llegan. Me voy pero volveré, aunque ya nunca seré la misma. Hasta pronto.