«Llevo dieciséis años viviendo de hotel»

Noelia Silvosa, Begoña R. Sotelino

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PACO RODRÍGUEZ

HOTEL, DULCE HOTEL La morriña es muy difícil de llevar, pero hablamos con tres expertos que están acostumbrados a vivir de hotel por su trabajo. Y la verdad es que, por lo que cuentan, tampoco se está  tan mal.

30 may 2015 . Actualizado a las 05:10 h.

Una almohada dura, una habitación amplia y un escritorio con la tele cerca, «para oír su runrún y no sentirme tan solo». Esto es todo lo que pide Juan Carlos García, director de la zona norte de Helios, para sentirse como en casa. Y no es mucho. Pero lo más importante, dice, es que el trato sea bueno. Porque vivir de hotel de lunes a jueves semana tras semana no es fácil, incluso para un apasionado de su trabajo como él. A sus 38 años, este asturiano lleva casi 16 viajando hasta A Coruña por trabajo, y desde el principio escogió el Meliá María Pita. «Esto es para mí como mi segunda casa», asegura el viajante, que empieza sus días a las seis de la mañana con los periódicos que el personal del hotel le deja en el pomo de la puerta. Luego baja a desayunar y coge el coche para seguir su rutina por Galicia adelante, y no vuelve hasta última hora de la tarde. «O cojo la cena o la pido aquí y la subo para la habitación para seguir trabajando», explica. 

Después de tanto tiempo en su hotel, se lo conoce como la palma de la mano. Tanto que revela: «Ya sabes en todo momento lo que está pasando solo por las miradas de los trabajadores. He visto de todo, hasta gente que conozco y que se escondió de mí porque iban con la amante». Tiene claras las ventajas de vivir allí: «Te lo dan todo hecho y te cuidan mucho». Además, aprovecha cada uno de sus viajes para ir al estadio correspondiente, porque le encanta el fútbol. «¡Cuando puedo voy a Riazor y todo!», exclama. Y entre los inconvenientes, además de no ver a su familia todo lo que le gustaría, están las dificultades para cuidar la línea. «Como siempre fuera y cada cierto tiempo me pongo a dieta, porque si no no sé como estaría», señala. 

JIMY CONDE, HOTEL FINISTERRE: «Siempre me dan la misma habitación»

El viaje que se pega Jimy Conde cada tres meses no es moco de pavo. Esa es la frecuencia con la que parte desde su querida Venezuela hasta A Coruña, donde permanece 45 días para cruzar medio mundo de nuevo y volver por fin a casa. Aunque él está más que acostumbrado a eso de pasarse el día sobrevolando las alturas, porque para eso es auxiliar de a bordo de Abanca. 

Con este trabajo puede pasarse toda una semana sin volar o todo lo contrario, porque una sola llamada puede enviarle ipso facto a la cabina. Reconoce que se hace duro pasar tanto tiempo fuera de Venezuela, pero cuenta que ese personal que le atiende y le hace la cama cada día en el Hesperia Finisterre puede compensarlo todo: «Llega uno cansado después de dejar a la familia y le brindan una sonrisa. Le tratan como si fuese parte de la familia, y eso es impagable». Una actitud que encuentra «desde el botones hasta el gerente del hotel o el staff. Tienen una calidad humana grandísima», asegura. 

Tan a gusto se siente, que no le importa que su cumpleaños le pille allí. «Cumplo 42 años y lo voy a pasar en el Finisterre. Me gustaría más poder hacerlo en casa, pero como se está tan bien aquí tampoco tengo especial pena», explica. Jimy cuenta que su única preferencia es tener «una almohada blandita» y una habitación que cuente con escritorio para poder ir preparando los planes de contingencia y los servicios del avión cuando está en tierra. Una de las ventajas que encuentra en su hotel es que le aporta todo: «Si no quisiese salir de aquí, no lo necesitaría». Pero la verdad es que sí que quiere. 

De hecho cuando no tiene vuelos, aprovecha para «pasear por el casco histórico», y es habitual que las tardes que está en tierra las pase en el gimnasio. La verdad es que es difícil que no se sienta como en casa, porque casi siempre le dan la misma habitación y «si quiero cambiarme, me dan facilidades en el momento en el que llamo», indica. La comida y la limpieza son otro de los servicios estrella para él: «El menú está buenísimo, y el mantenimiento es increíble. Y lo digo porque he estado en muchos hoteles de todo el mundo». Y en lo referente al servicio de habitaciones, dice que hasta a veces les pide que se relajen un poco porque «me voy y cuando vuelvo por la tarde, veo que han recogido todo. Ya les digo que no cambien las toallas que he utilizado una sola vez, porque no hace falta».     

Pero la suya es una profesión complicada en el aspecto personal. «Tuve un matrimonio que se ha visto afectado», revela este piloto que no obstante ha vuelto a encontrar el amor junto a una nueva pareja «que comprende mi tipo de profesión» y que le encanta que vaya a visitarle, «porque si está aquí es casi como una luna de miel, pero trabajando». Visto así...

MARCOS MÍGUEZ

RAMÓN PLANAS, HOTEL BAHÍA DE VIGO: «Tiene sus ventajas: ¡nunca pierdes las llaves!»

El Hotel Bahía de Vigo es, desde hace casi un año, el hogar de Ramón Planas, un zaragozano de 40 años y residente en Pamplona, que trabaja como representante de la empresa alemana de cosmética Schwarzkopf Professional. Hace ocho años que empezó a trabajar para la firma especializada en productos para el pelo. El joven se trasladó al municipio navarro por razones laborales y lo mismo le ocurrió cuando hace un año le ofrecieron la posibilidad de cambiar de aires y poner rumbo al noroeste de España para encargarse de cubrir el área de Galicia. «Acepté y la verdad es que mi intención primera era vivir en A Coruña. Llegué a Vigo primero porque tuve una avería con el coche», reconoce. El imprevisto le llevó a concertar las primeras citas de trabajo desde la ciudad viguesa y lo cierto es que quedó encantado con el descubrimiento. Tanto, que ya no siguió la ruta que había pensado. 

La opción de vivir de hotel tampoco se la había planteado. «Mi idea era la tradicional, buscar un piso y punto. Pero me gusta improvisar, caí en el Hotel Bahía y me sentí tan a gusto que ya no me cambié de sitio», explica. Así, desde agosto del 2014, Ramón reside en uno de los establecimientos de hostelería más emblemáticos de la ciudad. Su ubicación es algo que contribuyó mucho a que el viajante no tuviera ninguna prisa en buscar un apartamento. «Por mucho que busques, no creo que sea fácil encontrar algo como esto. Cuantitativamente me sale más caro, aunque yo no soy rico, que soy solo un asalariado de una multinacional, pero emocionalmente no lo es. Además tiene sus ventajas. ¡Nunca pierdes las llaves!», bromea. Para el maño, que el Bahía sea su casa no tiene precio: «Cuando llego y abro la puerta no hay duda. He llegado a casa. Me invade la sensación de hogar», asegura.

Vigo es su base, pero a veces duerme en otros hoteles y no tiene la misma sensación. «Cuando tengo que ir a Coruña voy cambiando, tengo tres o cuatro hoteles en mi agenda y me quedo en uno u otro según se me ocurra. También a veces duermo en otros en Lugo o en Ourense, pero días sueltos». El profesional explica que desde que llegó todo fueron facilidades. «Te permiten tener tus cosas personales», cuenta añadiendo que está en una suite en el décimo piso, con vistas a la Ría de Vigo. «Me pusieron un armario más y tengo una pequeña cocina, un saloncito y una mini oficina donde tengo hasta la impresora». Planas sigue conservando su casa en Pamplona, pero reconoce que poco a poco ha ido trayendo cosas y hoy en día «lo tengo casi todo aquí». El comercial suele usar traje, pero ahora viste con vaqueros. Está a punto de partir hacia Zaragoza, donde residen sus hermanos y su madre.  

M.MORALEJO