Obligatorio tacón

Fernanda Tabarés DIRECTORA DE V TELEVISIÓN

YES

23 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

esde las alturas de un contundente tacón el mundo se ve de otra forma. Llámenme frívola, pero hace tiempo que sabemos que el hábito no solo influye en la prédica del monje sino también en la forma en la que los demás interpretan su mensaje. Vivir ajena a esto sería una estupidez impropia de quien abre un poco los ojos para observar el mundo.

Cada elemento de nuestra vestimenta está cargada de simbolismo. El abrigo chéster de Luis Bárcenas atildó al personaje con los atributos que necesitaba el gran malvado de la crisis. Sus manganchas económicas tendrían un aroma diferente si en lugar de ese abrigo el tesorero hubiera cubierto su descaro  con una chaqueta de pana. Él prefiere taparse con este clásico de la elegancia inglesa en su versión más clásica. El chéster es el primer gabán confeccionado sin costuras horizontales. Es una cobertura textil que ha seducido a grandes tramposos como Capone porque los grandes ladrones suelen vestirse de alpaca.

Habrá quien prefiera seguir ciego a la inflación semiótica de la moda y sus criaturas, pero unos tacones de quince centímetros y el chéster de Bárcenas comunican más información que las instrucciones de la play station. En el festival de Cannes la polémica de la semana no la ha protagonizado una película iraní, ni siquiera las convenientes declaraciones de la sublime Cate Blanchett que en plena promoción de Carol confesó algo más habitual de lo que muchos creen: que en su peripecia existencial también ha tenido sexo con mujeres como corresponde a una criatura que intuimos sofisticada, siempre curiosa y en batalla constante contra los prejuicios. No fue esta saludable confesión de la Blanchett lo más revoltoso del refinado Cannes, si no la inexcusable expulsión de un grupo de mujeres que acudió al estreno de Carol con zapatos planos. La organización del certamen, con sus ramalazos machistas incluidos, quiere a todas las hembras encaramadas a un tacón, una opción saludable cuando es voluntaria pero muy cotrosa cuando es obligatoria.  

Las sandalias planas provocaron en los responsables del festival ese tipo de reacción visceral que demuestra que la ropa y sus complementos son mucho más que una protección contra el frío o la vergüenza. La historia está llena de prendas que han puesto nervioso al poder. Los revolucionarios franceses eran conocidos como los sans-culottes, una moda que emanó de las restricciones que impone la pobreza, pero que se convirtió en el signo de la modernidad que identificaba el cambio y el progreso. Frente al pantalón clásico de la nobleza, el pueblo se manejaba en calzones anchos de rayas azules y blancas que enseguida se convirtieron en un salvoconducto que identificaba a los reformadores al primer vistazo.

 En el mes de mayo de 1992, Jesús Víctor Gómez González aprobó las oposiciones a ujier de las cortes. Fue colocado en la puerta de entrada del edificio anexo al Congreso hasta que de repente, unas semanas después, fue trasladado por sorpresa a la discreción de la planta sexta. Un portavoz de la oficina de gobierno de la cámara reconocía aquellos días que la coleta de Víctor había sido el motivo del traslado. «No tenemos ninguna queja de él en su trabajo, aunque al llevar una trenza llamativa nos ha parecido que no era lo más razonable para un puesto de atención al público», reconocía aquellos día un portavoz de la institución. El ujier pronunció entonces una premonición que leída veinte años después resulta impresionante: «Temblad y temed los gordos, los feos, los calvos, los tranquilos, los gigantes, los flacos, los melenas, los guapos, los nerviosos, los enanos. ¡Temblad y temed todos!».

Hoy la coleta aspira a peinarse en la Moncloa.