Amor de fan

Carlota Corredera DIRECTORA DE SALVAME DIARIO

YES

21 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Ser directora de Sálvame debería ser considerada seriamente como profesión de riesgo e incluir por nómina un plus de peligrosidad. El pasado lunes, por ejemplo, fui asaltada por una señora en la cola de la cafetería de unos grandes almacenes cercanos a mi casa. Acababa de revisitar la planta donde se encuentran las cunas, coches de bebé, maxicosis, bañeras y cambiadores, cuando una mujer de la edad de mi madre me reconoció y dejó su ensalada para leerme la cartilla. Tras los preliminares acerca de lo mucho que le gusto y lo lista que le parezco a través de su televisor sacó la recortada contra Belén Esteban y disparó a matar. Todos los clientes del bar dejaron lo que estaban haciendo para no perder ripio del chorreo que esa mujer lanzaba contra la princesa de Paracuellos en toda la cara de la directora del programa. Fue una situación desagradable. No es la primera vez que me pasa pero no es algo a lo que acabes de acostumbrarte. La señora no contenta con su discurso antibelenista y sin valorarme el aguante que supone mantener el tipo con todo el respeto y educación en esas circunstancias, va y fijando su mirada en mi barriga me suelta a modo de despedida: «¿Seguro que no traes dos?». Miñanaiquiridiña. Tras aclararle al límite de mi paciencia que mi gestación es única, me dirigí a la barra para comer algo antes de continuar con mis pesquisas de madre primeriza. Me pedí un sándwich mixto, mi favorito en esa cafetería. No sé como lo han conseguido pero saben exactamente igual desde hace 30 años. Recuerdo el subidón que me daba cuando mi madre me llevaba a merendar después de una tarde de compras y me dejaba pedirme ese sándwich en la sede en Vigo de esos grandes almacenes. Mmmm.

Estaba ensimismada en mis pensamientos y mis recuerdos cuando la mujer reapareció de súpeto en la barra. Traía a su marido y a su hija y un billete de 50 euros en la mano. «Cóbrame por favor lo que haya tomado la directora que porque tengo ahora prisa y me están esperando mis amigas de la colonia que si no nos íbamos juntas a la planta de ropa infantil y te hacía un regalazo para esa niña que llevas dentro». De nada sirvieron mis súplicas y aspavientos para evitar la invitación. La camarera cobró, el marido me pidió disculpas por el ímpetu de su esposa y remató: «De las siete televisiones que hay en casa, en las siete está puesto siempre Sálvame. Con ella siempre ganáis». Me quedé un buen rato en shock. Cuanta apasionada intensidad. Tanta como la de todas esas mujeres que llevan desde el 13 de enero, día en que anuncié públicamente mi embarazo, confeccionando en sus casas mientras siguen el programa, algún trajecito para mi bebé. No tendría páginas en este YES para agradecer el cariño infinito que me demuestran decenas de espectadoras desde que saben que voy a ser mamá. Cada día llega a Telecinco un paquete a mi nombre, desde cualquier punto de la geografía española, escrito con letra de madre o de abuela y con un gorrito, unos patucos, una chaquetita, un vestidito, un faldón, un pijamita, un babero... Cualquier detalle para la niña hecho a mano, la mayoría, o comprado con ilusión en las mercerías de sus pueblos o de sus ciudades. Junto con el regalo, una nota a mano llena de amor de gente para mí desconocida pero que me quiere. Es grandioso el poder de la televisión. Y realmente emocionante. Me quedo con todas ellas, incluso con la señora de la cafetería. Gracias a todas tengo un trabajo estable desde hace seis años. Qué suerte la mía.