Llegó la hora de darle a la lengua

YES

XOÁN A. SOLER

SERÁ POR IDIOMAS  Escoger con el corazón y no con el currículo. Es lo que recomiendan los que han decidido plantarle cara a la Commonwealth y aprender otro idioma más allá del omnipresente inglés. En chino, ruso, árabe o esperanto, la cuestión es entender. Y entenderse.

01 feb 2015 . Actualizado a las 23:58 h.

La lista, año tras año, está ahí. Nos atormenta. Propósitos de año nuevo: Dejar de fumar. Apuntarse al gimnasio y sí, esta vez, ir. Y aprender idiomas. ¿Inglés? Seguro. De hecho, de los seis mil alumnos que tiene la Escola Oficial de Idiomas de Santiago, dos tercios están aprendiendo a leer a Shakespeare en versión original. ¿Alemán? Buena opción, sobre todo para los que tienen que coger la maleta y hacerse un Vente a Alemania, Pepe. ¿Chino? Cada vez más. Es la lengua con más hablantes nativos del mundo y el complemento perfecto para los más pragmáticos: para ascender, nada mejor que chino e inglés. Pero hay quien se lanza a la piscina de verdad. Y se apunta a árabe. O a danés. O a checo. O a ruso. O a japonés. Son los que, como aconseja Víctor, estudiante de italiano por vocación y no para su profesión, escogieron -«co corazón»- y no con el currículo. Que bien apostilla Peia, profesora de danés en el Centro de Linguas Modernas de la Universidade de Santigo, que a veces no hay mayor motivación que una buena perspectiva laboral. De hecho, algunos de sus alumnos están ya en Dinamarca trabajando.
Pero en realidad, escoger una lengua de las denominadas «minoritarias» (que no lo son) suele ser cuestión de interés personal y no de futuro laboral. Es el caso de los estudiantes de Mayumi, profesora de japonés en la Escola Oficial de Idiomas de A Coruña. En la clase de nivel básico, todos coinciden: «Hay tres motivos principales: manga, anime y videojuegos», dice Diego, que, sin embargo, escogió el idioma del país del sol naciente porque le interesaba el alfabeto japonés.  Pero Franco, por ejemplo, sí que decidió que después de no entender los juegos de la Nintendo, era hora de aprender el idioma. Todos llegaron a Mayumi porque la cultura japonesa tiraba de ellos.
Igual que los que han ido llegando durante los últimos tres años a las clases que Mina Shayan imparte en la Universidade de Vigo lo han hecho atraídos por una cultura milenaria como la persa. Sí. Persa. Ana Ulla, profesora del departamento de Física Aplicada y alumna de Mina, lo corrobora. Porque «na clase nin só nos impartiu lingua ou gramática, senón tamén coñecementos de cultura persa, arte, literatura actual e de séculos pasados e outros aspectos como gastronomía e costumes». Y hasta astronomía. Porque de hecho, gracias al curso de persa, Ana descubrió «información moi interesante sobre as actividades astronómicas que se están a desenvolver en Irán, tanto amateur como profesionais».
Aunque Mina reconoce que hay también quien llega al persa por cuestión laboral. «El mundo cambia mucho e Irán es una potencia para trabajar» ya sea en el sector del comercio internacional o en energía, minas o caminos.
 
GRANDES VENTAJAS
En realidad, optar por una lengua distinta a las habituales tiene muchísimas ventajas. La primera, obviamente, acercarse a otras culturas. Fue lo que empujó a Jessica a acudir a la clase de  Mei-Hua Tseng en el Centro de Linguas Modernas de la USC. «En Europa, en realidade, todos temos o mesmo pensamento» y una cultura semejante. «O chino ofrecíame iso, rompíame todos os esquemas», tanto culturales como lingüísticos. Y aunque el paraguas del Viejo Continente nos refugia  a todos, italianos y españoles no tenemos los mismos usos culturales. Por eso Chiara, estudiante de erasmus, ha puesto en marcha con los alumnos de italiano de la Universidade compostelana una curiosa, y a la vez útil, iniciativa: teatro social, que permite a los alumnos enfrentarse a las pequeñas diferencias sociales que a veces nos separan un océano. Y reproducen situaciones como la de encontrarse por primera vez con alguien. «Enseñar lenguas es un trabajo de mediación cultural», afirma Chiara. Y el teatro social permite «desarrollarte como personas en otras lenguas».
De tolerancia es precisamente de lo que habla Rawan, profesora de árabe. Tolerancia y apertura es lo que han demostrado sus estudiantes, y cada año, ponen  en marcha un proyecto de integración. Un año tradujeron a Rosalía de Castro y recitaron Adiós ríos, adiós fontes. Este curso, y con la violencia de vuelta «si alguna vez se fue» en la franja de Gaza, aprendieron y cantaron el himno palestino. Porque esa es otra de las ventajas de aprender idiomas, cualquier idioma. «Cuando aprendí español, entendía a la persona». No lo que decía, sino por qué lo decía. «Porque por fuera podemos ser distintos y hablar diferentes lenguas, pero en el fondo todos somos iguales, todos somos humanos», explica Rawan.  «Lo más importante es que nos hace mejores personas», apostilla la directora del Centro de Linguas Modernas, Katerina Vlasakova, que deja caer otra de los  puntos a favor de las lenguas «minoritarias»: las clases nunca están masificadas. Y otra más: estudiar una lengua como el checo te abre la puerta al abanico de todas las lenguas eslavas. Y también al mercado laboral «porque para sobrevivir hay que saber lo básico del idioma», avisa Teresa, que colabora también con el CLM de la USC. Álvaro, estudiante de Medicina, ha optado por el ruso. Y Alexandra, la profesora, explica que los estudiantes suelen llegar tanto atraídos por una cultura exótica como por el intercambio laboral que se está produciendo. Hay oportunidades tanto en el sector periodístico, el hostelero y el comercio, por poner solo tres ejemplos.
Así que como nativos en gallego y en español, ya estamos dentro del mundo romance. El portugués, de hecho, es una lengua que no acaba de atraer a tantos estudiantes como podría esperarse. Nuestra ventaja competitiva es obvia, y de hecho, en la Escola Oficial de Idiomas de Santiago tiene el estatus de «lingua ambiental», explica el director, Gonzalo Constenla y eso permite que se puedan completar seis cursos en solo tres años. Primero y segundo se hacen en un año. Tercero y cuarto en otro, mientras que el nivel avanzado sigue siendo en cursos independientes. La matrícula en portugués ha ido creciendo en la escuela compostelana, y Katerina Vlasakova, del Centro de Linguas Modernas, anima a los universitarios a probar con el portugués para certificar el nivel B1 de una lengua extranjera, requisito indispensable para poder obtener su título. O con el italiano, otra lengua muy próxima que en la Escola Oficial de Idiomas de Compostela tiene 225 alumnos, cifra que aunque modesta, no es nada desdeñable.

NO TODO ES HABLAR
Pero el mejor consejo para aprender un idioma es, precisamente, zambullirse en la cultura. Por eso tanto el Centro de Linguas Modernas como la Escola Oficial de Idiomas organizan actividades de todo tipo. Degustaciones de gastronomía típica de diferentes países. Teatro. Recitales. Pero también ciclos de películas en versión original, charlas, o la celebración de fiestas típicas, como la sección de inglés de la EOI, que este año ha tenido Thanksgiving, por ejemplo.
Y además, existe en la USC el proyecto Tándem, que pone en contacto a nativos de intercambio con estudiantes de idiomas y el Café de Linguas, en los que nativos, pero también no nativos, se reúnen para compartir una taza de humeante café y charlar de todo y lo que es más importante... en todo menos en español.