¡Necesito un enchufe ya!

YES

PACO RODRÍGUEZ

Se buscan locales con enchufes, incluso con cargadores. Llegar a una comida o a una cena con menos del 20 por ciento de carga es lo habitual

31 ene 2015 . Actualizado a las 09:47 h.

Ya no se pregunta por la carta de vinos. Ni por la procedencia de los chipirones. Lo importante es que en el bar-mesón-cafetería-restaurante haya enchufe y, si es posible, más de uno. La batería se descarga enseguida y cada vez hay más smartphones, iPads, eBooks por familia. Tenemos más aparatos que enchufes y cargadores. Alcanzar el Nirvana hoy en día es hacerte fuerte en un enchufe que te permita alimentar tu dispositivo hasta lograr el éxtasis,  tener el cien por cien de carga. Es complicado, porque lo normal es que el de la mesa de al lado te pregunte ¿me dejas cargar un rato? Y después te pide lo mismo el hijo del amigo y resulta que al acabar el almuerzo solo conseguiste un sesenta o setenta por ciento que no te da para llegar a la cena en condiciones de carga.
Hay que buscar otro enchufe antes de que anochezca. El objetivo no es vivir cien años, es morirse antes pero con batería suficiente como para recibir whatsApps en el más allá. «Papá, me olvidé el Ipad en la cocina del restaurante», me dice mi hija.
 Antes nadie traspasaba la frontera de la barra, y mucho menos de la cocina, a no ser que tuviese mucha relación con el mesonero o que, tras bajarse dos botellas de vino, confundiese la salida con la entrada. Ahora el interior de la barra es una procesión de gente con un Smartphone agonizante, con la luz roja encendida, y un cable colgando del mismo en busca de la salvación, el enchufe. La vida. Vivimos cargados de miedo. «Conéctame, me muero, por favor», te dice el aparato. Hay que darse prisa. Es normal encontrarte en la cocina del mesón a un ejecutivo enchufado o a un cliente que intenta desenchufar el microondas del local para liberar un enchufe porque su mujer ya cogió el de la caja registradora, la niña el de la lámpara de pie de la sala y el niño encontró otro en el cuarto de baño de mujeres. Qué suerte, y tú con un dos por ciento amenazante que sabes que si entras en Twitter puede que sea el último aliento del móvil antes de apagarse.

EL CABLE
«Tenemos toda esta gama de enchufes. Esta base múltiple con cuatro tomas creo sería ideal para ustedes», dice el camarero. «En cables, lo que deseen. Nos acaba de llegar la nueva añada de cargadores del Iphone 6 y también están saliendo mucho los del Galaxy y el del Sony Experia dicen que carga fenomenal», explica el sumiller convertido en avezado cabliller.
«Muy bueno este restaurante», dice el padre de familia. «Y además es muy cómodo para los niños que no tienen que estar tirados en el suelo al lado de los enchufes, te los traen a la mesa y está todo fresquísimo», apunta la madre. En otro bar hay un hombre desesperado. Hace unos minutos recibió la noticia en su móvil. Fue un mazazo. «La batería se está agotando», y junto a la frase la cifra, el 20 por ciento. La barrera psicológica. El número que te cambia la vida. Pasas de la maravilla del paraíso del verde al infierno del rojo. A ese hombre hay que echarle un cable. Porque si en restaurantes y cafeterías hay peleas por los enchufes (en la terminal T4 de Barajas hay una cafetería siempre llena, la que dispone de buenas tomas, y otra vacía, que no se han enterado de que los clientes vivimos enchufados) el asunto del  cargador no es menor. Hay quien lo lleva encima siempre, en el bolso o en la cazadora. Otros disponen de dos, en la oficina y en casa. También abundan en el mercado cargadores portátiles ideales para un momento de emergencia pero que en la mayoría de los casos, tras haber cumplido su función un par de veces, habitan descargados en los bolsos.
Hay un numeroso grupo de parias del Smartphone que penan por los locales en busca del cargador salvador. «Es que el mío es del iPhone 5», le respondo con cierto desprecio a uno de esos mendigos sin batería que me enseña su 4S con apenas un cinco por ciento de vida. «¿Y uno para el Samsung Galaxy S5?», insiste el individuo. «Que no, por favor, no moleste», respondo enojado mientras consulto el Facebook aprovechando mi imponente noventa y pico por ciento. Y en la barra del bar hay un señor que no para de sonreír. «Tiene un Nokia sin contrato de datos», informa el camarero. «Qué horror, no puede ver las últimas fotos de Instagram ni jugar al Candy Crush. ¿De qué se reirá?». «Es feliz porque la batería le dura tres días», aclara.

SOLUCIONES TECNOLÓGICAS
En algunas tiendas y restaurantes ya ofrecen el servicio. Una zona donde los clientes pueden cargar el dispositivo móvil sea cual sea porque ofrecen toda la gama posible.  Me cuentan que en los países nórdicos comercializan unos percheros con enchufes incorporados donde cuelgas el abrigo y de paso cargas el smarthphone. Pero el problema existe también en los domicilios. ?Fuimos a pasar un fin de semana a una casa de turismo rural y llevamos 13 aparatos?, comenta una madre con dos hijos. La tablet de los niños, el iPad de los papás, los móviles, los libros electrónicos. En casa pasa como en los partidos políticos, no hay enchufes suficientes para tanta gente. «Encontré la solución. Desenchufamos los tres radiadores. Pasamos frío pero estamos al cien por cien», comenta un padre que me muestra una foto de sus hijos, felices, tapados con un edredón y unas mantas jugando con sus iPad.