Los vigueses acabaron con seis defensas sobre el césped del Calderón

La Voz

DEPORTES

21 sep 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Para un equipo como el Celta, que tiene predilección por el fútbol ofensivo y que está construido para rondar el área rival, jugar a defenderse no es tarea sencilla, sin embargo, ayer demostró que, cuando la necesidad apremia, también puede hacerlo. Con la lección aprendida del partido frente a la Real Sociedad, los vigueses no dudaron a la hora de reorganizarse, priorizar cubrirse las espaldas e intentar dormir a la bestia atlética.

Logrado el empate por medio del penalti convertido por Nolito, las indicaciones de Eduardo Berizzo fueron claras: resguardarse, bajar las pulsaciones al Atlético de Madrid y buscar un contragolpe. Para conseguir todo esto el entrenador argentino movió el banquillo y, al contrario que en las tres primeras jornadas, en las que los cambios echaban más madera al ataque, en esta ocasión reforzó los muros -Nolito entró antes del empate-.

Sergi Gómez sustituyó a Pablo Hernández y Jonny fue el hombre elegido para dar el relevo a Krohn-Dehli. La entrada del central catalán sirvió para reforzar el centro de la zaga y de paso aligerar la labor de Gustavo Cabral, que vio la tarjeta amarilla en el minuto 35 y flirteó con la segunda ante la exigencia de los atléticos. Jonny, que entró en la recta final del choque, afianzó la banda derecha para evitar que la velocidad de los de Simeone les machacase.

En total, los vigueses acabaron acumulando a seis defensores en el campo -Mallo, Jonny, Cabral, Fontás, Planas y Sergi Gómez - a los que se sumaban las constantes ayudas del resto de jugadores, comenzando por Larrivey y Orellana.