«Quiero que mi trabajo se vea, y no solo en los circuitos de cine de autor»

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

cedida

La ganadora del Festival de Cans, Andrea Zapata-Girau, comparte su obra durante dos días en la web de La Voz

05 jun 2017 . Actualizado a las 11:14 h.

La directora y montadora Andrea Zapata-Girau (Vigo, 1986) ha sido la flamante ganadora de la décimo cuarta edición del Festival de Cans con Aava, un cortometraje de seis minutos de factura impecable que sabe a poco. Lo curioso del caso es que el filme rodado en Finlandia también lo presentó a la vez (aunque no competía) en Cannes, el festival galo que inspira el juego fonético con el de O Porriño. En ambos casos la acogida fue magnífica y los internautas podrán comprobar por qué, ya que la autora ha decidido compartir su obra con la audiencia de la web de La Voz durante dos días, el domingo y el lunes. «Me apetece compartirlo con todo el que quiera verlo, como forma de agradecimiento, porque lo he hecho para que se vea. Y no solo en los circuitos de cine de autor o que acude a festivales, sino entre un perfil más amplio de espectadores», argumenta.

-Su obra tiene pinta de que bien podría convertirse en un largometraje...

-Pues es cierto. Nació como un cortometraje, pero al final va a ser el comienzo de un largo.

-El corto lleva por título el nombre de la niña hija de la protagonista. ¿Cómo nació la idea?

-Vino a partir del nacimiento de mi hija y de una serie de reflexiones en torno al rol social de la maternidad y a los retos que plantea a la hora de compaginarla con una profesión creativa con la crianza de los hijos. También me interesaba abordar cómo para conciliar vida laboral y familiar, cada vez más madres y padres tienen que delegar en los abuelos parte de sus funciones como educadores y criadores, y todas las tensiones y culpas que genera y no se suele verbalizar. Quería poner el foco en la soledad que envuelve a la protagonista junto a la determinación para defender su trabajo, que necesita no solo como medio de sustento sino para su realización personal.

-¿Recrea su propia situación?

-No exactamente. Mi situación es distinta, aunque hay puntos muy comunes a todas las personas que estamos en esa coyuntura, en esa dualidad. Mi película presenta a una familia en la que el padre está ausente, no se sabe la razón y está hecho así adrede.

-Dice que el corto va a seguir. ¿Cómo y cuándo?

-Ya está en marcha. Ruedo la segunda parte este verano, en la primera semana de agosto. Lleva por título Un verano en Ruovesi y es la historia de la abuela. La primera entrega es la maternidad y la segunda, la abuelidad, palabra que no existe pero me invento para hablar de una abuela chilena en el exilio, en Finlandia, y cómo esa nieta echa raíces en la tierra del destierro. Cada una de las partes del largometraje que he planteado a diez años vista se rodaría a razón de un capitulo por año dando voz a cada uno de los cuidadores que pasan por la vida es esa niña, Aava. De todas formas cada entrega funciona de forma independiente, como corto que a su vez es una vértebra de un largo.

-¡Ha inventado el largometraje por capítulos!

-Sí. Con los mismos protagonistas, la misma estética, el mismo tono poético político y más o menos el mismo equipo de trabajo.

-¿Por qué decidió rodar en Finlandia y en finlandés?

-Viví en Tampere (Finlandia) durante cinco años. Ahora estoy entre Vigo y Madrid pero mantengo una estrecha relación laboral. Sigo trabajando como montadora con realizadores con los que trabajaba entonces. Elegí rodar el corto allí, y por lógica en su idioma, porque me parecía que el lugar aportaba a la historia ese punto atemporal de aislamiento del invierno finlandés. Por otra parte tenía un presupuesto limitado y me resultaba más fácil hacerlo allí, donde cuento con apoyos. Además, cuando sales de tu día a día, es más sencillo centrarte.

-¿En Finlandia empezó su dedicación profesional al cine?

-Sí. Llegué como Erasmus. Estudiaba en la Universidad Pompeu Fabra, que ofrece una formación teórica muy interesante. Pero yo quería hacer películas y desarrollar un lenguaje propio. En Finlandia el enfoque educativo es más práctico y me quedé.

«Me di cuenta de que podía aportar más al cine que a la guitarra clásica»

El corto con el que la realizadora viguesa ha ganado el Festival de Cans tuvo un recorrido previo.

-¿Cómo nació el proyecto?

-En su origen fue un encargo. Forma parte de la película colaborativa Visións, comisariada por Xisela Franco y producida por Beli Martínez, que financió la Diputación de Pontevedra. Son diez cortos de diez directoras gallegas que lleva un buen recorrido. Ya hemos llegado hasta Taiwán,

-¿Qué destaca de la experiencia?

-Ha sido muy interesante, porque más allá de la película ha logrado crear una red en la que seguimos colaborando y eso ha sido clave para sacar adelante proyectos y sentirnos acompañadas en los procesos creativos. Aunque entran en juego muchos factores, lo cierto es que estadísticamente la gran mayoría de los proyectos cinematográficos están en manos de hombres. Y más allá de los números, hay que fijarse en lo que cuenta este cine, en el que el rol de la mujer en los guiones sigue siendo el de la madre, la amiga, la hermana de un personaje protagonista masculino. Nunca la protagonista es ella.

-¿Hacia dónde plantea sus próximos pasos?

-Voy a seguir en el terreno fronterizo de la ficción documental, buscando un lenguaje propio. Por ahora sigo con las próximas entregas de Aava y tengo también una película sobre dos hermanas entre Harlem y O Morrazo.

-¿Cómo seleccionó a los actores?

-No son actores profesionales. La abuela chilena es una abuela chilena en el exilio de verdad y la niña es mi hija, Julia.

-La guitarra fue su primera pasión. ¿Qué la desvió del camino?

-En cierto momento de las carrera me di cuenta de que podía ser una guitarrista correcta que podía aportar más a la música a través del cine y que eso tenía que ver con el ritmo del montaje.