«La Feria Mundial de la Pesca le dio vida a la ría de Vigo durante años»

Soledad Antón García
soledad antón VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Alfonso Paz Andrade desvela cómo se logró traer a la ciudad la gran cita internacional

07 jun 2021 . Actualizado a las 16:57 h.

Doscientos estands, 365 empresas y más de 160.000 visitantes de 90 países. Es parte de la carta de presentación del desembarco de la World Fishing Exhibition (WFE) en Vigo en 1973, un certamen nacido once años antes en Gran Bretaña y que «nunca hasta entonces había salido de las islas», tal y como destacaba La Voz el 13 de septiembre de aquel año en la crónica de la jornada de inauguración. Aquella edición de la Feria Mundial de la Pesca -luego vendrían cinco más en 1985, 1991, 1997, 2003 y 2009- supuso un antes y un después en el sector.

El mundo se fijó en Vigo. España atravesaba un momento político delicado en sus relaciones internacionales, pero había iniciado una tímida apertura hacia el exterior y la feria supuso un salto cualitativo en ese sentido. Tuvieron pabellón propio Estados Unidos, las dos Alemanias, Noruega, Polonia, Dinamarca, Japón, Venezuela, Angola, Sudáfrica, Mauritania... Pero lo más llamativo fue la presencia de algunos políticos extranjeros innombrables en plena dictadura franquista. Fue el caso del panameño Omar Torrijos o del máximo responsable de pesquerías de la Unión Soviética, Alexander Akinovich. Era la primera vez que un ministro soviético visitaba España desde 1939.

Si alguien conoce bien la intrahistoria de aquella primera WFE es Alfonso Paz Andrade. No solo la soñó, sino que la hizo posible. Fue él quien convenció a su antecesor en la presidencia del comité ejecutivo de la feria, Mr. Dew, de que aquella olimpiada de la industria pesquera tenía que salir de Londres y buscar un escenario más vinculado al mar. «Le expliqué que Vigo respiraba pesca por todos sus poros y que era una opción inmejorable», recuerda.

Tanto empeño puso Paz Andrade en la defensa de esa opción -«le dije que lo teníamos todo: barcos, astilleros, compañías pesqueras de la talla de Pescanova, frigoríficos, conserveras...»- que un buen día de 1969 ambos se plantaron en la ciudad. Dew quería comprobar en directo si todo lo que le había contado su entonces empleado era cierto. Una vez constatado que sí, que lo era, empezó lo más complicado: contagiar a los empresarios y las instituciones vigueses el entusiasmo por la iniciativa.

Empezaron por llamar a la puerta de la Cámara de Comercio, entonces presidida por Fernando Conde. «Nos escuchó con mucho interés, pero cuando acabamos la exposición soltó el jarro de agua fría. Dijo que el proyecto le parecía muy interesante, pero que Vigo carecía de infraestructuras para hacerlo viable, que ni tenía plazas hoteleras para albergar a tanta gente ni disponía de recinto ferial... Quedamos chafados», relata Paz Andrade.

El plan era regresar a Londres al día siguiente con la negativa de Conde por todo equipaje. Pero Valentín Paz Andrade pronunciaba ese día una conferencia en la extinta Caja de Ahorros Municipal y Alfonso planteó retrasar el viaje para asistir a la charla de su padre. No se imaginaba que aquel retraso improvisado iba a proporcionar la solución.

Uno de los asistentes a la conferencia era José Nogueira Dalmás que, además de ser el director general de Frigoríficos de Vigo, era vicepresidente de la Cámara de Comercio. «Le saludo y me pregunta qué hago en Vigo. Se lo explico y le digo que volvemos a Londres desinflados porque la feria le daría a Vigo la dimensión internacional que no tenía. ‘‘Pero ¿cómo no me dijiste nada? ¿Hasta cuándo tenemos de plazo?’’, me preguntó. ‘‘Dos años ­-le dije-. Hay que anunciarla en 1971’’. ‘‘Dame unos días para convencer a Conde’’, me replicó. Y le convenció», explica Paz Andrade. En cierta forma fue un acto heroico porque no sabía muy bien lo que era aquello ni la dimensión que tenía.

Se dio cuenta cuando asistió a la edición que se celebró en Dublín en 1971. «¿Pero cómo vamos a montar esto en Vigo?», dice Paz Andrade que preguntó asustado. La respuesta fue a base de mucho trabajo y no menos imaginación.

Una hilera de carpas montadas en Bouzas -«que hubo que asegurar hasta contra ciclones»-, hicieron las veces de edificio ferial, la última planta del Liceo Marítimo se transformó en oficina central y un barco de pasajeros atracado en la estación marítima solucionó el serio problema habitacional que entonces tenía la ciudad. «En principio, ese barco iba a ser el Queen Mary, pero cuando ya estaba todo programado la compañía de seguros nos triplicó la póliza y tuvimos que cambiar el buque. Allí durmieron ministros», recuerda Paz Andrade. Estaban ocupadas todas las plazas hoteleras en 50 kilómetros a la redonda.

El mayor pedido: 24 buques

Pero la riada de millones que dejó en Vigo aquella primera WFE no se limitó solo a los 7 días de certamen. Con Alejandro Barreras a la cabeza, el sector naval firmó el mayor pedido jamás realizado hasta entonces: 24 buques arrastreros que construyeron Barreras y Ascón. «Aquello le dio vida a la ría durante años», asegura. Países como Nueva Zelanda, Australia o Japón, además, encargaron equipos para distintos barcos.

«Uno de los acontecimientos de mayor trascendencia para Galicia y España», como dejaría escrito La Voz, tuvo lugar en Vigo aquel septiembre de 1973.