De las persecuciones en el Seat 131 a las investigaciones con ADN y GPS

E. V. Pita VIGO / LA VOZ.

VIGO CIUDAD

xulio villarino

La lucha contra el crimen tuvo sus años más duros en la década de los 80 y 90

28 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

VIGO / LA VOZ. Corría el año 1967 y algunos sucesos de Vigo movilizaban a la Policía Gubernativa, a la Policía Armada, a la Policía Municipal y a los bomberos. Fue el caso de un joven demente que se atrincheró con un cuchillo en un piso de la Ronda de Don Bosco en abril e hirió a un vecino y amigo que quiso calmarlo. El comisario jefe de la Policía Gubernativa, Carril Fernández, tomó medidas para que el enajenado fuese reducido con el menor daño posible. Los bomberos entraron por la ventana y le vertieron espuma de sus extintores.

Entrados los años 80, la Policía Nacional contaba con 300 agentes, la mitad que ahora. Eran tiempos difíciles en las calles de Vigo. Los patrulleros de los coches zeta se movían en los Seat 131 Ranchera, los Talbot Horizont y el Citroën BX. «Había muchos atracos en bancos, violaciones y el tema de la droga era brutal. Ahora ya no existen las jeringuillas y las drogas se consumen de otra manera. En aquel entonces, teníamos dos atracos al día y ahora no se hacen en un mes», recuerda un veterano patrullero.

En aquella década, los policías tenían «mucha acción, día y noche, no se paraba, éramos pocos y nos multiplicamos». La comisaría estaba ubicada en la esquina de Alfonso XIII con García Barbón, a la salida de la autopista y los coches los aparcaban en la antigua Metalúrgica. Cuando se trasladó el Hospital Militar, abrió la comisaría de López Mora. «La sala de operaciones era antidiluviana, la actual parece futurista», cuenta un agente. Por allí pasaron comisarios como Pedro Fraile Seijas, militar y comandante reconvertido en policía, Julio Fernández, Rosino, «que se desvivía por nosotros», y García Mañá, el que más tiempo pasó.

La pesadilla de los atracos a bancos continuó hasta el año 2000. Dos atracadores, los hermanos Martins, abrieron un tiroteo. Un testigo al que le tocó en carne propia aquella intervención recuerda: «Anduvimos a tiros casi como en el Oeste, me estaban disparando y repelí la agresión». Uno de los asaltantes mataría 20 años después a un guardia civil en A Cañiza. La voladura de un furgón blindado por el Grapo en mayo del 2000 fue el más sangriento.

Fueron dos décadas en las que los crímenes se resolvían a bordo del Citroën BX. Cada uno rodaba una media de 200.000 kilómetros. «No paraban en todo el día, las 24 horas», cuenta un agente. En un atraco en Cabral, el coche patrulla se quedó sin aceite cerca de Peinador pero en una gasolinera de Campsa les dieron aceite de camión y funcionó. Actualmente, la policía conduce el Citroën Picasso. «Fue un salto muy importante», cuenta un policía.

En las dos últimas décadas, la criminalidad se redujo de 40 a 30 delitos por 100.000 habitantes. En total, mil policías de tres cuerpos vigilan la ciudad. Ahora se usan los métodos más modernos para resolver crímenes: análisis de ADN y huellas y seguimiento con el GPS del móvil.