«Los vigueses valoraron disponer de información fiable con La Voz»

Soledad Antón García
soledad antón VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M. Moralejo

Carmen Parada rompió moldes al convertirse en la única mujer periodista en la ciudad

10 may 2017 . Actualizado a las 00:34 h.

Que la actualidad del sur de Galicia tuviera «vivo y diario reflejo» en las páginas de La Voz de Galicia. Esa fue la filosofía que presidió la decisión del periódico de abrir delegación en Vigo y crear una edición propia. El 26 de febrero se cumplirán 50 años de aquella «valiente e innovadora apuesta», en palabras de Carmen Parada, una profesional testigo del desembarco y la primera mujer periodista que hubo en la ciudad, cuya vida laboral estuvo ligada a La Voz hasta su jubilación. «Nunca me sentí discriminada por el hecho de ser mujer. Eso fue lo que me gustó de Vigo cuando llegué de Madrid: que era una ciudad abierta en todos los sentidos», dice.

Su buena memoria permite recordar aquellos inicios en una ciudad que, quizá por ser la más cosmopolita de Galicia -«acogía todas las novedades como ninguna»-, era también «la más conflictiva», la que menos seguía el paso del régimen.

Ironiza Carmen Parada sobre la sorpresa que supuso, tanto para los trabajadores como para la propia empresa, el hecho de que, desde el primer momento, el periódico se convirtiera en uno más de Vigo. «Veíamos crecer las ventas de mes en mes», afirma. Tuvo mucho que ver en ello la consigna que los redactores habían recibido tanto de la propiedad como de la dirección: «Nos dijeron que había que dar todo lo que sucediera, tanto lo bueno como lo malo; siempre con rigor, pero todo».

Relata que los distintos colectivos, sobre todo los menos afectos al pensamiento político oficial, enseguida se dieron cuenta de que en La Voz de Galicia no había censura previa y, en la mayoría de los casos, tampoco la posterior que entonces aún imponía el régimen. La explicación en este último caso es que los censores encargados de revisar los contenidos eran coruñeses, por estar allí la sede central del diario.

En los últimos años 60 y los primeros 70, Vigo era «donde se libraban todas las batallas políticas y sociales, donde emergían todos los movimientos, desde el sindical al feminista pasando por el vecinal. Aquí estaba todo el que significaba algo en la oposición», señala Parada, que recuerda los «grandísimos problemas» que tenían los redactores de La Voz con la policía, que esquivaban con mucha dificultad «y casi siempre a bronca limpia».

Los conflictos laborales que desembocaron en la huelga general de 1972, la primera de España, agudizaron aquellos problemas, «pero el periódico nunca renunció a dar información puntual. Aquella policía, que no se parecía en nada a la actual, venía un día sí y otro también a la redacción. Pretendían que no se supiera lo que estaba sucediendo. Por acusarnos hasta nos acusaron de ser un instrumento de propaganda. ‘Todos los trabajadores de Barreras y de Citroën van con La Voz bajo el brazo’, nos recriminaban, como si fuera un delito».

Fue la determinación de mantenerse fieles al compromiso de «informar con objetividad, opinar con rectitud y hacerse oír», tal como recogía el editorial que anunciaba la edición local en 1967, lo que hizo no solo que los vigueses consideraran a La Voz como un periódico propio, sino que «era el que había que leer para enterarse de lo que pasaba en la ciudad», aunque dice que muchas cosas «había que escribirlas entre líneas. La Voz era un periódico para personas inteligentes».

Subraya Carmen Parada que de nada sirvieron amenazas como las que hizo una gran empresa de retirar la publicidad si no se dejaba de informar de las huelgas. «La dirección de La Voz les preguntó si lo que se contaba era cierto. ‘Hombre, sí, es verdad, pero no se pueden publicar todas las verdades’, dijeron». Semanas después, la empresa en cuestión volvía a anunciarse en La Voz. «Los vigueses valoraron mucho disponer de información fiable con otra manera de hacer periodismo, siempre con rigor y buscando la verdad», concluye.