'Revival' jurásico en una urbe sin fósiles

Antón Lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

XOAN CARLOS GIL

No hay restos ni huellas de aquella época, pero su popularidad es imparable

09 ene 2017 . Actualizado a las 11:26 h.

Poco se podía imaginar quien le puso a Spielberg en las manos la novela de Michael Crichton la que se iba a liar con los dinosaurios. Más de veinte años después, cuando la gripe jurásica mundial ya estaba remitiendo, en Vigo surge una nueva cepa especialmente virulenta.

Era difícil sospechar que sobre nada más que un seto, pues ni en Vigo ni su área metropolitana se encontró (ni se encontrará) resto fósil alguno de toda la era mesozoica, nos diera tan fuerte el ataque. Pero asumiendo que Vigo es el actual parque jurásico, y recién ratificado nada menos que por los Reyes Magos, pues con permiso de los maestros en la cosa histórica Jorge Lamas y Eduardo Rolland, permitan un inciso de paleontología recreativa para que al menos conozcamos un poquito de Vigo y su contexto hace solo unos 200 millones de años.

Seguro que se lo imaginan, pero lo que hoy viene siendo Vigo era algo diferente en el período Jurásico. Para empezar, estaba sin humanizar en todos los sentidos. El continente Pangea se estaba fragmentando y justamente nuestra parte del planeta era un rosario de islas con grandes acantilados que incluían la actual Galicia y Portugal. El nivel del mar estaba mucho más bajo y el clima era en general más cálido y húmedo que hoy, prácticamente tropical.

A consecuencia de ello, la vegetación también era diferente, aunque con antepasados de las gimnospermas que conocemos hoy, es decir árboles de gran porte, hoja perenne y flores pequeñitas con falsos frutos como piñas para proteger sus semillas, o lo que es lo mismo pinos, abetos, araucarias, sabinas, cedros y cipreses. Confundiéndose con ellas en tamaño estarían los grandes helechos arborescentes. Las angiospermas, plantas con flores que ya producen frutos explotarían a su gusto más tarde, en el cretácico, justo antes del pepinazo del meteorito.

Vaya, que en el Jurásico no existirían muchos mirtos ni buxos a los que dar forma de dinoseto. No tenemos registro fósil de la época, por lo que no sabemos si exactamente Vigo estaría encima o debajo del agua, pero por ley de probabilidades las actuales cuestas viguesas nos darían la risa. Posiblemente Vigo era parte de una cadena montañosa bastante más elevada que hoy sobre el nivel del mar. Siendo montañas tan antiguas, tanto la erosión como posteriores choques de placas revolvieron todo y nos dejaron sin icnitas o huellas de dinosaurios. Una pena a efectos científicos, pero cierto alivio a efectos de política contemporánea.

Porque sin existir una sola huella o resto fósil de dinosaurios, en Vigo ya tenemos la turra jurásica incontrolable. ¡Imagínense si llega a aparecer un hueso de algún bichosaurio!

Si queremos encontrar las huellas de los dinosaurios gallegos es mala idea buscar en tierra. Dicen los paleontólogos que dichas huellas sin duda existen, pero hoy están en el fondo del mar, concretamente en las fosas del banco de Galicia que entonces era un mar interior de aguas someras.

Humanos discretos

En cualquier caso, con toda seguridad nuestros antepasados primos reptilianos se pasearon por aquí y seguramente un buen número de especies distintas, porque la gracia de ese período radica en que se diversificaron a lo loco conquistando todos los espacios adaptándose a vivir en tierra, mar y aire.

Tengamos en cuenta que unos setenta millones de años dan para mucho. Los mamíferos ya andábamos por allí (aparecimos un poquito antes, en el triásico), pero nuestra presencia era muy discreta y bastante ocupados estábamos intentando escondernos para no servir de primer plato a unos dinosaurios que dominaban la tierra.

La mayoría de nuestros antepasados mamíferos más directos tenían una pinta no muy atractiva, algo así como un cruce entre rata grande y zarigüeya deforme y mojada. En definitiva, gracias al simpático dinoseto estamos estirando la broma, quizás excesivamente, pero bienvenida sea cualquier iniciativa que tenga que ver con el patrimonio natural.

Ante semejante despliegue ornamental podríamos, no obstante, hacer una sugerencia: ¿Y si en lugar de tanto interés por especies extinguidas hace millones de años nos preocupásemos más por las que, ahora mismo, se nos están extinguiendo en vivo y en directo delante de nuestras narices?