Un polvorín llamado Valencia C.F.

Lorena García Calvo
Lorena García Calvo VIGO / LA VOZ

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Un presidente ajeno al fútbol y a 12.000 kilómetros y cinco entrenadores dibujan la realidad ché

02 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Polvorín. Probablemente ese es el término que mejor define al Valencia desde hace un tiempo. Un club de los que cotizan alto por nombre e historia pero cuyo presente hace aguas por todos lados. En lo deportivo, en lo económico y en lo institucional. La dimisión de Prandelli el viernes solo fue el último capítulo de una serie incontable de sucesos que tienen a la afición con el corazón en un puño. El italiano, que había llegado hace un trimestre para sustituir a Pako Ayestarán, recogía los bártulos al saber que el club no le daría los cinco fichajes de más de 26 años que consideraba fundamentales para sacar al equipo del pozo deportivo.

El adiós del italiano supone la quinta despedida de un técnico desde que el singapurense Peter Lim tomó las riendas del club en el verano del 2014. En aquel momento nadie entendía muy bien por qué el multimillonario se embarcaba en el mundo del fútbol. Incluso ahora no está muy claro. Hay quien habla de la mitomanía del singapurense, que quedó patente al darle las riendas del club a un Gary Neville con un currículo deportivo brillante y una hoja de servicios en los banquillos en blanco. Otros apuntan a su amistad con el luso Jorge Mendes, que también es su socio y tiene en Mestalla un nicho para colocar a jugadores y entrenadores. Véase Nuno. E incluso se apunta a que sería el brillo que habitualmente acompaña al fútbol, la visibilidad que aporta, el atractivo que Lim vería en el Valencia.

Sea como fuere, lo cierto es que la llegada de Lim no ha hecho más que acabar de desestabilizar un club que ya no pasaba buenos momentos. Su enorme deuda, que supera los 350 millones, un campo a medio construir y que parece que se retrasará hasta el 2019, y la necesidad de atender la demanda de una afición son problemas que, lejos de solventarse, se han agudizado.

Desde que el Valencia logró el doblete, allá por el 2004, ha tenido catorce técnicos. En la época de Lim, es decir, en los últimos dos años, se despidieron Pizzi (todavía con Salvo al frente), Nuno, Neville, Ayestarán y ahora Prandelli. Los dos últimos en los últimos cuatro meses. La teoría dice que Lim tiene en Lay Hoon a su mujer fuerte en Valencia y que Jesús García Pitarch, el director deportivo, es el hombre que maneja la parte más futbolística. Pero en la práctica este no tiene mando y son Lim y su gente, con nulo bagaje en el fútbol, los que hacen y deshacen con más pena que gloria. Quizás una consecuencia más de dirigir un club de fútbol a 12.000 kilómetros y de la particular forma de entender la gestión del singapurense.

Falta de liderazgo

La gestión institucional del Valencia se ha hecho permeable incluso al vestuario. El fair play financiero ha impedido al club reforzarse como pretendía y en los últimos tiempos la zona medio baja de la tabla se ha convertido en su hábitat. Al partido de Copa con el Celta llegarán situándose al borde del descenso en la Liga y con un grupo de jugadores que de un tiempo a esta parte carece de liderazgo. La ausencia de un entrenador con mando firme y en un tiempo prolongado ha tenido sus ramificaciones en el vestuario. La grada de Mestalla, exigente por tradición, ya ha reprochado a los futbolistas en más de una ocasión su trabajo e incidentes como la salida nocturna de Parejo no hacen más que acabar de emborronar la situación.

Voro, salvador de nuevo

Para reconstruir las ruinas que Prandelli no ha logrado levantar, el Valencia confiará en Voro. Una vez más. El exfutbolista y delegado es el bombero al que recurre el club che cada vez que le azota un revés inesperado. Durante la última década ha dirigido el equipo hasta en cuatro ocasiones, esta será la quinta, y hasta el momento su balance es excelente. Siete victorias y un empate, y solo ha perdido un partido. Él es la particular dosis de quietud en medio del huracán, pero está por ver si su perfil, un hombre de la casa alejado del oropel que gusta a Lim y a Mendes, vale en las oficinas de Singapur o si recurren al mercado. Por lo de pronto, lo que el Celta sabe es que se verá las caras el martes con un Valencia tan convulso en lo institucional como necesitado de darle una alegría a su gente.