«Vigo por fin está empezando a darse cuenta del tirón de Verne»

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

óscar vázquez

El periodista fusiona en un libro las visitas del escritor, su obra y la batalla de Rande

15 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La pasión por la figura de Julio Verne, y sobre todo por divulgar su relación con Vigo, es uno de los temas favoritos del periodista Eduardo Rolland (Vigo, 1969). Ese interés lo ha cubierto de múltiples maneras, a través de artículos y reportajes o integrándose en colectivos que estudian la figura del escritor francés. Ahora, Rolland también forma parte de su mundo literario a través de una pequeña aportación que puede crecer como lo hace el público objetivo de 20.000 leguas de Verne a Vigo, el libro que acaba de publicar.

-¿Cómo surgió la idea de la obra y con qué pretensión?

-La editorial viguesa Lobito Bueno, especializada en libros para niños, me propuso elegir un proyecto y yo planteé la posibilidad de hacer algo sobre la relación entre Verne y Vigo.

-¿Para qué edades está pensado?

-Se dirige a un público más juvenil que infantil, lectores desde 10 años en adelante.

-¿Qué fórmula ha elegido para contar esa correspondencia entre el literato y la ciudad?

-Parto de una ficción que arranca con una fecha. Como la novela 20.000 leguas de viaje submarino está escrita como un diario, podemos saber el día exacto en el que el Nautilus entra en la ría de Vigo, y es el 18 de febrero de 1868. Dentro de año y medio se celebran 150 años de esa efeméride literaria. En torno a esa fecha, lo que propongo es una especulación imaginaria, una licencia en la que todos los 18 de febrero, el Nautilus vuelve a la ría viguesa y al igual que los protagonistas de la novela de Verne, descienden de la nave y el capitán Nemo, el profesor Aronnax, su criado Conseil y el arponero Ned Land se pasean por la ciudad. Uno de esos días suben hasta la fortaleza de O Castro entre la niebla y recuerdan la batalla de Rande, las dos visitas que nos hizo el autor y el capítulo dedicado a Vigo en 20.000 leguas de viaje submarino.

-También mezcla ilustraciones de la época con otras actuales.

-Sí. Incluye reproducciones antiguas de las primeras ediciones de los Viajes extraordinarios de Verne y grabados de la época de la batalla de Rande. Pero además, la ilustradora Natalia Umpiérrez ha hecho un trabajo fantástico en la portada y la contraportada, así como un desplegable que se encarta en la edición, que recuerda a los mapas del tesoro. En este caso, el de Rande, claro.

-¿Esa pauta es una forma de encajar juntos dos hechos destacados de la historia local?

-Sí. Es una buena excusa. A mí siempre me ha parecido que la batalla de Rande en 1702 puede ser algo árida para los chavales. Sin embargo, el mundo del Nautilus y el capitán Nemo son un gran vehículo para transmitirles de una forma amena esa parte de la historia.

-Por lo tanto, hay una importante intención didáctica. Además se va a distribuir en los colegios, ¿no?

-El libro nació como una obra independiente que edita Lobito Bueno, pero por el camino surgió la posibilidad de hacer una colaboración con el Concello, de forma que se hizo una primera edición especial de 500 ejemplares para los colegios, que se enmarca dentro de una actividad que estoy haciendo en centros educativos locales.

-¿Cree que los jóvenes vigueses han leído mucho a Verne?

-Pues yo creía que no, pero me estoy sorprendiendo. Al comenzar con esta actividad didáctica, pude comprobar que los escolares sí conocían sus obras. Lo que me gusta es que quizás ellos puedan ejercer con su familia de divulgadores de esa relación de Vigo con Verne y la función didáctica se amplíe.

-¿Estamos cerca de que la figura de Verne se valore en Vigo como se merece?

-Está mejorando. Aún no hace mucho que su presencia en la ciudad era completamente ignorada y desaprovechada. Queda mucho por hacer, pero yo ahora soy optimista por primera vez en este sentido. La gota empieza a calar con ese patrimonio que deberíamos aprovechar en sentido histórico y turístico. Vigo empieza a darse cuenta del tirón que tiene.