«El puerto de Vigo es un gran desconocido para los vigueses»

Soledad Antón García
soledad antón VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

m. moralejo

Sostiene que la ciudad vive del mar pero, curiosamente, casi de espaldas a él

27 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Manuel Lara comparte sus clases de ingeniería en la Universidad de A Coruña con la presidencia de Buxa, la Asociación Galega do Patrimonio Industrial, empeñada en defender lo mucho que en este terreno queda de valioso en Galicia. Por eso, su presencia en el primer Congreso de Turismo Industrial de Galicia e Norte de Portugal celebrado ayer en Vigo era casi obligada. La cita, organizada por la Fundación Fundamar, se centró en esta ocasión en el patrimonio marítimo-pesquero, tanto material como inmaterial. Se trata de poner en valor edificaciones, pero también productos, arte y experiencias heredadas de generación en generación.

-¿Cree que los vigueses conocen el patrimonio industrial de la ciudad?

-Poco o muy poco. Viven del mar pero, curiosamente, casi de espaldas al mar. El puerto es un gran desconocido. Tiene 9 kilómetros de instalaciones, que se dice pronto, algunas únicas en Europa como las relacionadas con la pesca, a las que prácticamente no se les presta atención más allá de la propia actividad comercial diaria. Igual que otras ciudades, ha perdido algunas joyas arquitectónicas vinculadas a la industria. Sin ir más lejos, la calle Areal fue un gran foco industrial de primer orden. Había astilleros, fundiciones, cordelerías, rederas... Ahora hay una alameda.

-¿A qué cree que obedece esa falta de interés por mantener en pie los cimientos industriales de la ciudad?

-No se entiende. Quizá tenga que ver con que siempre hemos asociado la industria con incomodidades, ruidos, molestias, malos olores y hasta al sacrificio de los propios trabajadores, muchas veces explotados. No ha tenido buen cartel, pero no solo ha ocurrido en Vigo, ha pasado en otras ciudades. Costó mucho que la actividad industrial se considerara parte de la cultura. Curiosamente, la voz de alarma no la han dado los políticos, sino los arquitectos, que cuando caían determinados proyectos en sus manos preguntaban al cliente si de verdad estaba dispuesto a derribar algo tan singular.

-Sostiene que el crecimiento de las ciudades ha influido en la pérdida de mucho patrimonio industrial.

-Por supuesto. Las ciudades se han ido tragando las industrias que un día estaban en las afueras, pero que al crecer terminaron quedando en el centro. Es lo mismo que ocurrió en el siglo XIX con las murallas y los conventos. El crecimiento urbano va exigiendo territorio para edificios de viviendas y a la industria no le ha quedado más remedio que trasladarse a las nuevas afueras. Aunque parezca una obviedad, no es posible conservarlo todo, ni tampoco todo tiene valores artísticos o arquitectónicos para ello, pero no es menos cierto que se ha perdido mucho. Vigo llegó a tener 40 fábricas de conservas, hoy apenas quedan cuatro. Las administraciones tendrían que ser capaces de ingeniárselas para garantizar la protección sin que eso suponga un gasto extra para las arcas públicas. La harinera de Bilbao, por ejemplo, es hoy un edificio de apartamentos. La de Vigo, preciosa, se derribo.

-Mirar hacia atrás ya es inútil.

-Cierto. Lamentarse de lo perdido, ya no tiene demasiado sentido. Tenemos que centrar los esfuerzos en conservar aquello que no se ha destruido. No sirve de nada flagelarse Vigo aún tiene mucho que salvar. En A Coruña, sin embargo, no queda prácticamente nada y fue una ciudad muy industrial.

-¿Cuál es a su juicio la seña de identidad industrial más valiosa de Vigo?

-Resulta muy difícil apostar por una, pero quizá La Metalúrgica si tenemos en cuenta todo lo que ha significado para la ciudad. Fue el arranque su potente industria del metal. Las conserveras necesitaban latón que tenían que importar. Pero hay otras tres patas no menos importantes, Alfageme, La Artística y la Panificadora. Todos ellos son emblemas de un patrimonio que no solo proporcionó pujanza a la ciudad, sino que garantizó una forma de vida a miles de familias, muchas de ellas llegadas de municipios vecinos. La Artística era un mundo, del que hoy apenas queda el esqueleto. En cuanto a la Panificadora, parece que tiene la salvación garantizada.

-Sí. Todavía no se sabe cuál será el destino final, pero parece que sí.

-No será porque no se haya luchado para mantenerla en pie como un emblema de otra época. La ciudad aún recordará las movilizaciones de Outro Vigo é Posible y de otros colectivos antes. Lo que hay que tener es imaginación para buscarle usos a unos terrenos urbanísticamente tan golosos. Al otro lado de la ría, en Cangas, hay otro edificio igual de goloso, la fabrica de conservas Rodeira, que está en primera línea de playa. Igual que ocurre en otros tantos casos, hay que buscar medidas de protección para que no desaparezca. La pervivencia de estos emblemas no puede seguir siendo uan cuestión meramente voluntariosa de sus propietarios.