«Vamos a aprender a pecar»

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

XOAN CARLOS GIL

La enfermera Vicky Hierro enseña a los diabéticos a mejorar su vida

01 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En el centro de salud de Teis, un grupo de 20 personas con diabetes dan un paso más para ser dueños de sus vidas, que son como un tobogán con subidas y bajadas de azúcar, para que la enfermedad no les impida hacer menos de lo que realmente pueden hacer. A pesar de los avances, la información sigue siendo el arma que más les beneficia. Y aunque parece obvio el acceso a ella, no es así.

Para paliarlo están los talleres de la Escola Galega de Saúde para Cidadáns, a los que acuden también profesionales de la enfermería interesadas en aprender más. Al frente está Vicky Hierro, que hace honor a su apellido. Para doblegar su carácter y fundir su determinación hacen falta más de mil grados y más de una Consellería de Sanidade. La enfermera es una veterana del sector público que solo le tiene miedo al miedo y a la ignorancia.

Por eso, cuando un plan de la UE, el programa El paciente experto, trasladaba a los enfermos crónicos la responsabilidad de arreglárselas entre ellos para suplir las carencias asistenciales, logró convencer a los directivos del Sergas para rechazarlo. «Yo no estaba de acuerdo porque hay miles de tratamientos farmacológicos diferentes y patologías asociadas que en manos solo del paciente son un peligro. Me planté porque filosóficamente no creo en eso», recuerda. Se fue, pero la llamaron para presentar su propio proyecto. Y lo aceptaron. «Tengo que agradecer a la gerencia del hospital que apoyase esta iniciativa, y en concreto a la subdirectora de Enfermería del área sanitaria, Ana Estévez», subraya.

Desde entonces compagina la labor asistencial con esta tarea didáctica. Hierro trabaja en el Hospital Meixoeiro, donde está centralizada la endocrinología, que es la especialidad que se ocupa de la diabetes. Es una dolencia, por cierto, preocupante y creciente. «Estamos en torno a un 20 % de la población mayor de 18 años con diabetes tipo II, y de ellos, un 10 % tendría diabetes tipo I, que es la de los niños, que precisan un tratamiento específico», indica.

Es la que sufre Lina Méndez, que es diabética desde niña y ahora enseña a los demás a vivir con esta dolencia. A Lina la trató desde pequeña la enfermera Hierro, que más tarde la instruyó. Ahora la acompaña en estos talleres por los centros de salud de Galicia en los que los diabéticos salen reforzados.

El sistema es revolucionario. «Vamos a aprender a pecar», les asegura. Se refiere, ni más ni menos, a que sabiendo las cantidades que ingieren y cómo se transforman, pueden darse lujos impensables en el pasado: un helado, unas patatas fritas o una barra de pan. «Dar formación e información significa dar poder a la persona para que decida lo que quiere hacer», resume.

«El que se pega a mí se tiene que poner a estudiar», advierte Vicky Hierro, que es profesora asociada de la Escuela de Enfermería y tiene el máster europeo de educación terapéutica. A pesar de formadoras como ella, opina que sigue habiendo carencias y que las profesionales sénior están a punto de jubilarse. «Yo en nueve años echo a volar. La de A Coruña ya se ha retirado y poco a poco Galicia se quedará sin gente competente, por eso hay que preparar a los que vienen detrás», insiste. Y advierte de fallos del sistema: «No se está echando mano de las enfermeras especialistas en comunitaria, que cuesta mucho formarlas, por eso hay aquí muchas de observadoras, para continuar la labor».

La energía de Vicky Hierro es contagiosa y su actitud te reconcilia con los profesionales que tratan con los enfermos. Le ha costado horas robadas a su tiempo libre, pero como ella misma explica: «Duermo tranquila».

«¡De repente, un día pude tomar las uvas de Fin de Año!»

Juan es uno de los pacientes. Vivía en la calle cuando pasó casi tres semanas con los pies mojados, se le infectó uno y cuando se acercó al centro de salud ya había poco que hacer. Tuvieron que cortarle los cinco dedos. A pesar de ello, ahora ha mejorado su situación personal. Se cuida, pero se da lujos que confiesa, como comerse una barra entera de pan para cenar. Y advierte que «aún estando en la mala situación en la que viví, tenía el azúcar bien regulado. En cualquier sitio puedes cuidarte», asegura.

El doctor Ángel González lo corrobora. El joven endocrinólogo manifiesta que «la educación es el tratamiento en sí. La información les da libertad y por otra parte, hay que reconocer que los fallos no son siempre culpa del paciente. Muchas veces es nuestra», afirma.

En los talleres, los diabéticos aprenden a controlar sus niveles de azúcar. La experta insiste en que no se cura solo con medicamentos, sino que los conocimientos sobre los alimentos son fundamentales. Y comentan cuán engañosas son las informaciones sobre el contenido en azúcares de las galletas para diabéticos, o la cantidad de hidratos de carbono que contiene un yogur sin azúcar o un queso light. También se les enseña la parte técnica. Saber ponerse las inyecciones de insulina es lo primero. A pesar de que ahora es más fácil con aparatos que son como bolígrafos, sigue habiendo errores. En el taller salen a colación anécdotas protagonizadas por enfermos que creían estar pinchándose bien. Unos no se estaban inoculando nada. Otros, se metían por error dosis híper elevadas.

A Lina le costó acostumbrarse a los avances. «Crecí con la prohibición total de comer uvas, plátanos o frutos secos. ¡Y de repente, un día pude tomar las uvas de Fin de Año!».