Cuidemos al cardo marino

Antón Lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

ana f. veloso

Es una especie amenazada que aún se encuentra en el entorno vigués

29 ago 2016 . Actualizado a las 23:03 h.

La semana pasada hacíamos un elogio de la faneca brava, un bichito notable a pesar de sus inconvenientes. Por si cunde el pánico y deciden no meterse en el agua sentimos no poder evitar enviarles un mensaje poco tranquilizador. Y es que en la parte terrestre del litoral tenemos también un potencial enemigo al acecho, aunque, como en el caso anterior, se trata de una especie tan amable como admirable a pesar de los ocasionales pinchazos que nos pueda provocar.

Nuestro amigo se llama Eryngium maritimun. Para las amistades, cardo marino. Pero, a pesar de su aspecto y nombre, no tiene mucho que ver con sus primos los cardos del interior. Se trata de una planta precursora, de las primeras que colonizaban las playas. Sus semillas, al final de su fase de floración que justamente termina estos días, son arrastradas por el viento hacia la orilla y el mar se encarga de dispersarlas por otras playas por lo que en tiempos su presencia delimitaba perfectamente el límite de las pleamares.

Hoy están prácticamente extinguidas en ese borde y viven en las zonas más altas de los arenales y allí contribuyen a fijar las dunas secundarias en donde todavía queda alguna, que esa es otra.

Esas flores de un tono entre gris y azul son de una belleza extraordinaria y los mismos tonos comparten con sus hojas, muy ramificadas que en conjunto, en el mejor de los casos, conforman una hermosa planta que puede llegar al medio metro de altura, una hazaña para una especie litoral.

Ese brillo entre blanco y azulado no es casual. Tiene su origen y justificación en una capa de cera que recubre sus durísimas hojas para conseguir reflejar el sol. Esa crema solar con altísimo factor de protección por una parte y unas raíces que pueden superar los cinco metros de profundidad (los que hagan falta hasta llegar al agua dulce) son prodigios de adaptación imprescindibles para sobrevivir en un ambiente tan extremo para una planta como son las playas. De hecho, si a uno de nuestros amigos lo plantásemos a la sombra y en un suelo rico en nitrógeno no sobreviviría. Como todas sus primas del litoral se adaptaron a vivir en ese ambiente extremo para evitar la competencia, pero en contra de lo que podríamos pensar, a pesar de su extraordinaria resistencia, viven al límite de lo soportable. Son al mismo tiempo las plantas más fuertes y las más delicadas. La parte de los pinchos como suele suceder es un mecanismo de defensa para evitar que se la coman, o que la pisen, pues para ellas un simple pisotón puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Por aquello de que no todo sea inconveniente sus raíces son comestibles pero tampoco se lancen porque les garantizamos que su sabor, aunque dulzón, no es gran cosa y en la medicina popular se utilizaban como diurético.

En otras épocas llegaron a considerarse afrodisíacas lo que les costó, como pueden imaginarse, una dura presión que llegó a extinguirlas en buena parte de Europa, pero en este aspecto también podemos garantizarles empíricamente que se trata de una leyenda sin fundamento. Remontándonos a la noche de los tiempos, aquella época oscura sin wasap ni pokémons, algunos tiernos infantes no tenían otro recurso para divertirse que interactuar físicamente con sus semejantes y una de estas cosas divertidas, al menos para una parte de los implicados, consistía en esconder hojas de cardo bajo las toallas playeras, por hacerse unas risas cuando se pinchaba la víctima.

Podríamos trazar una línea generacional viguesa utilizando a nuestros cardos marítimos como indicador ambiental: quienes recuerden haberse pinchado alguna vez con uno de ellos en Samil pertenecen a la generación que todavía pudo disfrutar de un litoral en el que la coexistencia entre naturaleza y veraneantes aún era posible. Hoy resulta imposible repetir la experiencia en esa playa y en la mayoría de los arenales urbanizados. Nuestro protagonista fue en tiempos una de las especies más comunes de las playas. Actualmente, como todas las plantas dunares es una especie amenazada aunque todavía afortunadamente la podemos encontrar en nuestro entorno cercano. Si quieren recordar viejos tiempos o conocerla personalmente por primera vez les podemos proporcionar un criterio de búsqueda que, paradójicamente, tiene como base lo que no hay que buscar. Localicen una playa con su bonito paseo marítimo y su flamante bandera azul. Como norma general si quieren encontrar el cardo marítimo vayan a otro sitio.