Naturaleza sí, pero sin bichos

Antón Lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

MARTA G.BREA

Las playas con algas nos parecen sucias y los montes sin barbacoa, un capricho normativo

18 jul 2016 . Actualizado a las 12:25 h.

Como a todas las criaturas hibernantes el calor nos espabila y nos invita a salir. Abandonamos las madrigueras urbanas y acudimos al reencuentro con la naturaleza. Con las prisas, perdemos la oportunidad de pensar lo paradójico que resulta que vivamos mayoritariamente en las ciudades pero en cuanto tenemos la mínima ocasión de buscar un sitio para ser felices -y nos lo podemos permitir- lo primero que hacemos es huir de las ciudades.

Pero claro, queremos volver, aunque sea por un momento, a la naturaleza, pero no queremos hacerlo a pie, y así nos montamos en nuestros híbridos entre coche y carro de combate -el sector de los crossover es el que más crece en ventas- y acudimos a la llamada. Se podría deducir, por tanto, que el medio ambiente nos importa, pero el problema, está en que es solo la mitad del ambiente lo que nos gusta.

Presumimos de las Cíes como paraíso natural, pero nos indigna encontrar zonas de reserva por las que no podemos pasar, y no digamos si están precisamente en la playa. Nos enorgullece que esté considerada como la mejor del mundo, pero mientras por una parte nos molesta llegar un domingo y encontrarla llena de gente por otro consideramos una ofensa quedarnos sin billete en el barco porque se rebasó el cupo máximo de visitantes.

En general, nos encanta la playa, pero nos produce mucho asco y la consideramos sucia si vemos algas en la orilla. Y no digamos en el agua. Por sentido común deberíamos hacer lo contrario, huir de una playa en la que no se vea ni un alga -lo que mata a las algas nunca será bueno para nosotros-, pero nos gusta ese concepto de limpieza, y se promociona con banderas azules.

Tener a unos centenares de metros de Samil un colector vertiendo 16.000 litros por segundo de aguas contaminadas lo asumimos con resignada fatalidad, pero llamamos a la policía si a algún loco se le ocurre llevar un perro a la playa. Cada mañana tras la noche de San Juan recogemos en ese mismo arenal 20 toneladas de basura, pero eso también lo llevamos bien. Basura y contaminación es aceptable; el pis del perrito es intolerable. La diáspora veraniega es cuestión de gustos y no podemos olvidar que muchos prefieren la montaña.

En el monte aplicamos el mismo concepto aséptico: naturaleza, bien; pero sin bichos. Y el fuego, por supuesto. La mitad de los incendios forestales de España se producen en Galicia, pero nos parece indignante que, en cuanto llega la época de peligro extremo de incendios se nos prohíba hacer fuego en el monte. Hoy, toda la comarca de Vigo está en riesgo extremo y en O Morrazo ya empezó el festival hace días. Tenemos que hacer fuego sí o sí. Nos dicen que no hay peligro, que el monte «está limpio».

Otra vez ese pintoresco concepto de la limpieza, en este caso forestal, que parece confundir el ecológicamente vital ecosistema de matorral y monte bajo con basura. Para empezar son las propias comunidades de montes -afortunadamente, no todas- las que protestan y denuncian. ¿Para evitar hacer fuego en el monte en verano? Pues no. Protestan para intentar conseguir todo lo contrario, que en la época de peligro extremo de incendios se pueda hacer un churrasquito. Deberían ser los primeros en comprender que, por ejemplo un día como hoy, no existe lugar seguro alguno en el monte para hacer fuego por mucho que conviertan sus montes en pseudos campos de golf.

Quedarse en casa

Hay quien prefiere quedarse en casa. A todos nos gustaría tener una con jardín pero desplegamos todo nuestro arsenal de guerra química si a una hormiga se le ocurre entrar. O nos gustaría tener un piso por ejemplo con vistas al parque de Castrelos, o la plaza de Compostela, nuestro Central Park local, pero pedimos que corten los árboles que justo tenemos delante porque nos atascan el canalón o que los eliminen porque sueltan pelusillas en primavera. En definitiva, nos gustaría quedarnos con una parte del medio ambiente y eliminar otra, pero resulta que el lote viene completo.

Toda la ecología del planeta es una cadena y si eliminamos un eslabón la cadena entera se va al garete. El relax estival es también un momento propicio para pensar. Parafraseando a Kapucinsky podríamos decir que cuando la economía se convirtió en el centro de la vida la ecología dejó de ser importante. Les invitamos a pensar en el aire, el agua, el suelo fértil, las plantas, los animales y en nosotros.