Ligera y gustosa

Eduardo Rolland
Eduardo Rolland VIGO / LA VOZ

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La Pitusa cumple sesenta años

16 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace sesenta veranos comenzaba a distribuirse en Vigo La Pitusa, todo un clásico entre las gaseosas locales. Muchos recuerdan su imagen de marca, con la niña de las trenzas, nuestra Pipi Langstrump de andar por casa. Y los camiones vetustos que anunciaban su producto por los altavoces, con el soniquete inolvidable: «La mejor gaseosa, la más divertida, ligera y gustosa: La Pitusa». La cancioncilla terminaba proclamando sus variedades: «Blanca, naranja, limón y cola».

En los años setenta y ochenta aquella música formaba parte de la banda sonora de la ciudad. Y, para los vigueses, era más popular que «La chispa de la vida«, por ejemplo.

La Pitusa se instaló aquí en 1956. Y, como todas las bebidas refrescantes, cifró su éxito en la publicidad, que es imprescindible en un sector que sólo funciona en una economía de escala. Cuando apareció, ya existían en Vigo otras marcas históricas, como Feijoo, Revoltosa, Estévez, Mimosa, Franco o Arca, que pertenecía a la familia del histórico concejal Agustín Arca, edil de Vías y Obras en varias corporaciones locales.

En realidad, el mundo de la gaseosa eclosionó en Galicia a finales del siglo XIX. En 1860 sólo existían en España diez fábricas, siete de ellas en Cataluña. Hacia 1900, había ya 675. En Galicia, la primera fábrica aparece en Santiago en 1874 y, la segunda, dos años después, en 1876, en Cesures. Por su parte, Vigo ya contaba con media docena de marcas antes de entrar en el siglo XX.

El invento se extendió a gran velocidad y fue todo un fenómeno de masas. La tecnología para gasificar el agua existía ya desde finales del siglo XVIII. Pero no será hasta 1832 cuando aparece en Nueva York la primera fábrica de bebidas carbonatadas.

Su éxito, en buena parte, tuvo que ver menos con el recreo que con la salud. Porque se consideraba que la gaseosa era una bebida sana, en una época en la que todavía había regulares epidemias provocadas por la contaminación de las fuentes públicas.

Hay que recordar que, hace poco más de un siglo, en el verano de 1914, murieron en Vigo 994 vecinos, en una formidable catástrofe provocada por un brote de tifus.

La gente se entregaba a la gaseosa porque garantizaba sanidad. Al igual que muchos paisanos sólo bebían vino. Proclamar que el agua es para las ranas, lo vemos hoy como una broma. O como un cierto rasgo de alcoholismo. Pero hubo una época en que el agua de las fuentes y pozos era sospechosa. Y provocaba regulares brotes epidémicos. Mientras que el vino, gracias al proceso químico de su fermentación, garantizaba cierta asepsia.

Otro tanto sucedía con la gaseosa y aquí radica una parte de su éxito. Al que también contribuyó un original sistema de distribución, al principio en carros y burros, pero más tarde con camiones, siendo uno de los primeros sectores en utilizarlos en Galicia.

Además, era un producto que, por su propia naturaleza, debía venderse envasado, a diferencia del vino o de la leche. Devolver el casco se convirtió en un original método de fidelización de los clientes.

Así que, un verano de hace ahora 60 años, se instalaba en Vigo La Pitusa. Y muchos nunca olvidaremos su soniquete: «La mejor gaseosa, la más digestiva, ligera y gustosa».