Aún hay vigueses que lavan a mano

La Voz VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

La mitad de los 260 pilones de la ciudad siguen funcionando tras las rehabilitaciones de los últimos años y su uso ha repuntadocuatro modelos

26 may 2016 . Actualizado a las 11:56 h.

Frotar la ropa con la pastilla de Lagarto en uno de los numerosos lavaderos de Vigo no es ni mucho menos una costumbre del pasado. Todo lo contrario. En los últimos años algunas parroquias, sobre todo del medio rural, han retomado este hábito. En ello ha tenido mucho que ver la rehabilitación del patrimonio etnográfico en el que se inscriben la mayor parte de los pilones. De los 260 existentes, tanto en el ámbito rural como urbano, la mitad están en perfectas condiciones para ser utilizados.

En Valadares, una de las parroquias en las que más abundan, son muchos los vecinos que acuden a lavar la ropa. El plan de empleo permitió recuperar buena parte de ellos. «Uns van por aforrar electricidade e outros porque a lavadora ten unha avaría e non poden pagala para poder chegar a fin de mes», explica la vecina Ana Pérez. Algunos están más concurridos que otros. Es el caso del situado en Barrocas y, sobre todo, del de Carregal. En ellos es habitual que los vecinos vayan a charlar para desahogarse, a comer el bocadillo o, simplemente, a utilizarlos como excusa para salir de casa y dar un paseo.

En Matamá, el más famoso es el de A Fonte do luns. En este caso, como en tantos otros, el lavadero va unido a una fuente. «Allí aún se lava. Es el que tiene más gente. Llevan trapos de cocina, alfombras... Pero hay muchos más: Balsa, Vilar, Beirán, Carneiras...», comenta Celia Alonso, buena conocedora del lugar.

Otros más urbanos, como el existente al lado de la calle de Poboadores, en pleno Casco Vello, son menos utilizados. Tal vez por eso su aspecto denota abandono, pese a ser el más céntrico de la ciudad. «Pouco a pouco foi quedando en desuso. Antes había persoas que traían as roupas máis duras do mar. Ían lavalas alí. Agora imos os merdeiros do entroido a lavar a primeira capa da peluca de ouvella. As últimas veces tivemos que deixar correr a auga e taponar para lavalas», comenta Fiz Axeitos, directivo de la asociación de vecinos del barrio histórico.

En otra zona urbana, la de San Roque, los pilones han ido desapareciendo a medida que se iba urbanizando. Unos estaban situados en caminos que fueron cerrados al público y otros desaparecieron de un plumazo con la llegada de los edificios como sucedió en la zona de Pizarro. «Ahora su presencia es más bien simbólica, no se usan mucho, lo cual no quiere decir que se abandonen. Es una zona bastante urbana», apunta Manolo Rodríguez, secretario de la entidad vecinal.

La zona de Santo Tomás de Freixeiro, a dos pasos de Gran Vía, tiene como principal lavadero el de A Ponte nova. Pese a estar en pleno casco urbano tiene usuarios. «La gente va a lavar la ropa, algunos llevan alfombras y otros de todo, porque igual no tienen recursos. Hemos pedido al Concello que lo arregle, está un poco abandonado y la fuente rota», destaca la vecina Carmen González.

El Ayuntamiento tiene en su página web un espacio para que los ciudadanos escriban las peticiones en este sentido.

El departamento municipal de Patrimonio lleva a cabo una actualización del censo de lavaderos para incluir en el inventario general de propiedades municipales. Como trabajo previo desarrolla un avance con las aportaciones de las parroquias. De hecho, en el de 1991 se incorporaron todos aquellos pilones que los vecinos consideraron públicos.

En el inventario etnográfico municipal se diferencian dos tipos de lavaderos. Los ubicados junto a un riachuelo, los más antiguos y escasos, y los de pilón exento cubierto, que pueden variar en función de la forma que tengan de canalizar el agua hacia el interior. En este último grupo se incluyen los relacionados con una fuente. El agua se conduce a través de un canal construido en piedra, hierro o cemento. El pilón se suele situar delante de la fuente y el agua que desprende se emplea para el riego de las inmediaciones.

Otro tipo muy frecuente de lavadero es el que está adosado a la fuente, por lo que el agua cae directamente a él. También se da el caso de colocación del manantial en el lado opuesto.

Los nombres de los lavaderos guardan relación muchas veces con topónimos y anécdotas del lugar. Entre los más curiosos están el de Fonte da Chosca, en Valadares, y A Fonte do luns, en Matamá.

La conservación ha sido posible gracias a diferentes planes de conservación. El primero data de finales de los años sesenta. Desde entonces se han ido retomando de forma alternativa. Uno de los últimos ha sido el acometido por la entidad menor de Bembrive, donde se restauraron todos los existentes, en torno a una docena, con cambios de tejado, reparación de piedra y del vaso.

«El de Segade se usa mucho todavía, igual que el de Recaré, Xestoso y Regada. Se suele lavar ropa grande, alfombras. En el Eifonso, en el límite con Beade, hay tres señoras que van todos los días. Lavan de todo. Y eso que el agua está muy fría. Después la ponen al clareo», comenta el alcalde pedáneo, Roberto Ballesteros. Detecta que, en general, son utilizados por gente mayor que tiene lo tiene como costumbre.