La víbora viguesa se apellida Seoane

Antón Lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

Aunque es una serpiente venenosa se dan muy pocos casos de mordedura en seres humanos en la comarca

08 may 2016 . Actualizado a las 04:00 h.

La semana pasada quedaba en el aire una pregunta inquietante: ¿Pero en Vigo hay víboras? La respuesta es que sí, entendiendo Vigo como más allá de las aceras humanizadas. En Galicia solo existen dos especies de víboras y de ellas solamente una, la Vipera Seoanei o víbora de Seoane, la podemos encontrar en nuestra comarca. Su apellido es en memoria del insigne naturalista Víctor Seoane. De todas las culebras y serpientes que podemos encontrar paseando por el entorno vigués y resto de área metropolitana, la víbora es la única especie (a veces la culebra bastarda) que supone un cierto riesgo para nosotros pues ciertamente nuestras amigas tienen veneno. En vista del percal parece pertinente diferenciar unas de otras, por la cuenta que nos tiene. Para empezar es un bichín de tamaño mediano tirando a pequeño que rara vez supera los cuarenta centímetros, si se encuentra usted con una serpiente entre grande y enorme ya puede descartar que sea víbora.

Son algo más rechonchas que sus primas culebras y su cabeza suele estar diferenciada del cuerpo, como si tuvieran marcado el cuello. Sus colores y los dibujos de su espalda son otro cantar. En general son de tonos pardos claros con un diseño en zizzag de color marrón más oscuro, a veces entre una doble línea longitudinal. Es una clave para su identificación relativa; tengan en cuenta que estos diseños y colores varían en función de ejemplares jóvenes y adultos y son muy variables también entre unos ejemplares y otros, por lo que en lo referente a colores y dibujos tomen esta información como una norma general sujeta a frecuentes excepciones.

Otra diferencia importante está en las escamas de la cabeza, en general con placas grandes en las culebras y muy pequeñas y numerosas en el caso de las víboras. Por último, el rasgo definitivo son sus penetrantes ojos. Todas las culebras y serpientes tienen las pupilas redondas excepto las víboras, que tienen pupilas rasgadas, similares a las de los gatos.

Deducirán ustedes que la mayoría de estos rasgos diferenciales solo se aprecian a corta distancia, o incluso con víbora en mano (cosa que desaconsejamos vivamente) por lo que en caso de encuentros en la tercera fase lo mejor es ignorarlas y dejar que sigan su camino tranquilamente, cosa que sin duda harán pues a menos que se sientan acorraladas o amenazadas nuestras reptilianas compañeras tienen un carácter apacible y ante la presencia humana su reacción es la huida.

En el entorno de Vigo nuestra amiga es común, lo cual no significa que sea abundante, sino que cuando la buscas resulta frecuente encontrarla aunque con cierta dificultad. Le gustan las zonas soleadas, con abundancia de rocas y matorral bajo, o lo que es lo mismo, la Serra do Galiñeiro y espacios similares serían un buen ejemplo del tipo de hábitats que ocupan. La mordedura de nuestra amiga es venenosa, que de eso vive, pero conviene matizar la relación entre toxicidad y peligrosidad. Que utilice su veneno para defenderse cuando la capturan es una función secundaria. La función principal de este ingenioso sistema inoculador es conseguir alimentarse por la vía de paralizar a sus presas potenciales y esa parte, su dieta, nos puede dar una pista sobre el riesgo que supone para nosotros. Su alimentación consiste principalmente en micomamíferos (añadan el detalle de su utilidad para el control de plagas) a los que tras el mordisco van siguiendo el rastro para zamparse. Dicho de otra forma: su veneno, para empezar poco activo, está pensado para fastidiar a bichitos de cincuenta gramos como mucho. Consideren que en general las personas humanas somos algo más grandes y pesadas. Todas las fuentes consultadas coinciden en señalar que la mordedura de víbora de Seoane, aunque muy dolorosa, eso sí (y de eso damos fe empíricamente) solamente es considerada peligrosa en caso de niños y niñas pequeñitas o personas muy ancianas. En el caso, insistimos que muy poco probable y casi siempre accidental, de que una víbora nos obsequiara con un mordisco el protocolo a seguir es, ante todo, conservar la calma (un ataque de nervios acelera la circulación y por tanto ayuda a que el veneno se extienda) y rápidamente, aunque con tranquilidad, haciendo presión encima de la zona mordida, acudir a un centro sanitario en donde valorarán si la gravedad de la situación requiere administrar el correspondiente antídoto.

Olvídense, por favor, de los remedios que salen en las películas tipo «corta, chupa y escupe». Recuerde describir a la bicha, pues para cada especie existen tratamientos diferenciados aunque, como decíamos, en nuestra comarca (salvo improbable encuentro con alguna especie exótica liberada) no existe posibilidad de confusión con la víbora de Seoane. Para que no cunda el pánico les invitamos a que revisen en las hemerotecas el tranquilizador dato sobre los rarísimos casos que se producen, cada década, de mordeduras de víboras en toda Galicia. Encontrarlas es muy raro y que nos lleguen a morder es absolutamente excepcional. Respetémoslas, como una especie más que cumple su función (también están protegidas) y si les tenemos manía por su veneno quizás deberíamos recordar los múltiples venenos que nuestra especie vierte diaria, consciente y deliberadamente al planeta y, con estos venenos humanos, sí deberíamos ser definitivamente intolerantes.