La huevería de las gallinas felices

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Eva Castro, en la finca de Redondela donde viven en libertad sus gallinas, que generan una pequeña producción de huevos.
Eva Castro, en la finca de Redondela donde viven en libertad sus gallinas, que generan una pequeña producción de huevos. óscar vázquez

Tras cambiar su trabajo como conductora de autobús en Vigo, ahora es granjera en Redondela

02 may 2016 . Actualizado a las 12:24 h.

Eva Castro pasó años haciendo kilómetros en la carretera hasta que un buen día, llevada por las circunstancias, dio un volantazo en su biografía y cambió su profesión de conductora de autobuses por la de granjera. Aunque la elección que implicaba irse a vivir al campo formaba parte de su lista de deseos, no lo hizo por cumplirlos, sino más bien por la complicada situación laboral que llevaba sufriendo desde hacía tiempo, argumenta la joven, que es de A Pobra do Caramiñal aunque llegó a Vigo en el 2002.

«Tanto mi marido, Tucho, como yo, estábamos en el sector del transporte pero es un mundo muy estresante y además, hace tres años hubo un parón como consecuencia de la crisis y nos quedamos sin trabajo. Nos fuimos a vivir una temporada a casa de mi abuela, en Porto do Son, pero allí tampoco conseguimos empleo», explica. «Yo he crecido en el campo. Mis abuelos eran labradores, mi familia siempre tuvo tierras y allí empezamos a plantearnos la posibilidad de vivir en el campo, aunque nos volvimos a Vigo», explica.

Eva confiesa que les apetecía seguir esa tradición pegada a la tierra, pero lo que querían no era residir en un entorno rural para tener que desplazarse a trabajar día tras día a la ciudad. «Lo que queríamos eran desarrollar un proyecto que nos permitiese ganarlos el sueldo montando algo en la finca, pero sabemos que no es fácil porque hay que hacer una inversión previa, investigar el mercado para saber qué puede tener hueco..., son muchos factores a tener en cuenta y mucho trabajo por adelantado», cuenta.

Ya de vuelta en Vigo se quedaron en casa de su suegra hasta que encontraron una pequeña casa con una gran finca en Redondela para echar a andar sus sueños. Su arrendador, Fermín, les regaló sus primeras gallinas. «Yo quisiera cambiar de sector de forma definitiva y dedicarme a la ganadería o a la horticultura, pero por algo hay que empezar y hemos arrancado hace tan solo unos meses con un plan modesto».

Se refiere Eva Castro a As Galiñas da Casanova, una incipiente micro empresa llamada así por la zona en la que se asienta, en la que tiene como ?empleadas? a cerca de una treintena de gallinas cuyos huevos distribuye a domicilio, según los pedidos que le hacen a través de su página en Facebook o por teléfono.

El enfoque de su producto se basa en que son huevos de calidad. «Huevos de casa hay cantidad, mucha gente tiene un pequeño gallinero, pero mi filosofía va más allá. Mis gallinas son libres, son felices, tienen casi 4.000 metros cuadrados para pasear y hacen lo que les da la gana. Cuando quieren pican grano, escarban para encontrar miñocas o se quedan al sol. Viven sueltas y se nota. Ese es un factor importante. No tienen certificación ecológica, pero no hace falta para ser excelentes», razona.

La granjera ni puede ni quiere afrontar una gran producción. Además se sabe el refrán y da fe de que es cierto: «Aves de pico no hacen al dueño rico», repite. Y a tenor del volumen de las transacciones, la cuenta de resultados arroja a fin de mes un saldo para ir tirando que por ahora tiene que combinar con otros empleos.

«No buscamos un comercio grande, nos interesa el cliente selecto, es para gente que sepa apreciar la diferencia, que es obvia no solo en cuanto al sabor. Si investigas un poco sobre cómo son los huevos de la industria y cómo viven esos animales, tienes la respuesta», afirma Eva, que añade que «la producción industrial de carne animal me produce una gran tristeza. Si algún día entro en ese sector, a pequeña escala se puede hacer de otra manera. «Aunque tengas que matar a los animales, al menos que tengan una calidad de vida hasta la hora del sacrificio y que en ese momento sufran lo menos posible», razona.

Mientras tanto, sus gallinas viven con reinas. «No comen pienso. Nosotros cosechamos nuestras verduras sin abonos fitosanitarios y a ellas las alimentamos con grano entero, una mezcla que hago yo misma de cebada, trigo, maíz y un poco de picón», indica sobre sus aves a las que puede distinguir una por una y tienen nombre propio, como las vacas gallegas que sueña tener algún día, como sus abuelos.