La mayoría de las iglesias de Vigo no están adaptadas para personas con discapacidad

María Jesús Fuente Decimavilla
maría jesús fuente VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Colegiata de Santa María. La orografía ayuda.
Colegiata de Santa María. La orografía ayuda.

La parroquia de la Soledad es la que más dificultades ofrece y la de Santa Baia de Alcabre, la más moderna

27 mar 2016 . Actualizado a las 04:00 h.

Confesarse o recibir la eucarística en una iglesia católica de Vigo resulta mucho más complicado para las personas con algún tipo de discapacidad que para el resto. Los accesos principales de la mayoría de las parroquias no han sido adaptados. Como mucho se ha hecho algún arreglo para salir del paso o pequeños retoques en las entradas laterales o posteriores de los edificios. No faltan los fieles que comparan este tipo de soluciones con la entrada por la puerta de servicio.

A veces los intentos de la autoridad eclesiástica por solventar el problema chocan con las directrices de Patrimonio. Eso, pese a que la normativa que regula la supresión de barreras arquitectónicas deja al margen los edificios protegidos. A cambio, advierte que se habilitarán las ayudas técnicas necesarias para que los templos se puedan adecuar en la medida de lo posible a personas con limitaciones o movilidad reducida.

El caso más evidente en Vigo es el de la iglesia de la Soledad, situada en la calle Feliciano Rolán, en la falda del monte de O Castro. La única forma de acceder a ella es salvando casi una veintena de peldaños.

«Hemos pensado en la posibilidad de llevar a cabo varios proyectos, entre ellos un ascensor o escaleras mecánicas, pero nos decían que no se utilizarían, sobre todo estas últimas», explica el párroco, Alberto Cuevas. Reconoce que muchas de las iglesias antiguas se construyeron en lugares elevados, «sobre todo en las aldeas para que no entrasen los animales».

En el polo opuesto de la Soledad está Santa Baia de Alcabre, en la avenida de Atlántida. Al ser de nueva construcción, la entrada principal ya cuenta con dos rampas a ambos lados de las escaleras.

Otras, como la de San Pedro de Sárdoma, tienen un acceso fácil, pero la cosa se complica con un escalón en el interior de la misma puerta. Esta circunstancia se repite con frecuencia en las parroquias del ámbito rural.

En Bouzas, la ubicación del inmueble obliga a acceder por la parte posterior, mientras que en Santiago de Vigo se hace por los laterales que dan a dos travesías, igual que en la iglesia del Carmen, en las inmediaciones de López Mora.

En el caso de la colegiata de Santa María, es la misma orografía del Casco Vello la que permite salvar las escalinatas por uno de sus laterales, al estar situada en cuesta.

En la Confederación Gallega de Minusválidos (Cogami) reconocen que es difícil conjugar los derechos de los discapacitados con las directrices de Patrimonio. Entienden que se trata de un proceso muy lento y complejo, que pasa por la elaboración de un proyecto y su posterior aprobación. Para que pueda salir adelante hay que comprobar si es factible y en caso de que no sea así, hay que modificarlo y volver a recibir el visto bueno.

Las barreras arquitectónicas no solo afectan a personas con discapacidad física, sino a muchos mayores con dificultades propias de la edad. Este hecho es significativo si se tiene en cuenta que la mayor parte de los fieles que acuden a los actos religiosos superan los sesenta y cinco años.

«Debe de ser que hay pocos católicos en el colectivo porque no protestan»

La situación de los edificios parroquiales no guarda relación con las quejas transmitidas a la Confederación Gallega de Minusválidos (Cogami). Según el responsable de la entidad en la provincia de Pontevedra, Ángel Holguera, no hay apenas quejas ni mucha demanda para eliminar las barreras arquitectónicas de las parroquias. «Debe de ser que hay pocos católicos en el colectivo, porque no protestan. Igual repercute más en la gente mayor, que va bastante a la iglesia».

Una opinión similar muestra el coordinador de la misma confederación, Celso Álvarez: «En principio no me consta que haya protestas por el tema».

Antonio Riveiro, un vigués que se traslada en silla de ruedas, explica por qué se da esta situación: «No hay nada peor para nuestro mundillo que la esperanza y la conformidad. La gente que va (a la iglesia) no protesta, se conforma». No obstante observa que algunas como la de su calle, Camelias, tiene una pequeña rampa que llega a una reja. «La puerta está en otro lado diferente. Te tienen que abrir la reja para entrar», comenta, tras apuntar que no es bastante reciente. Reconoce que «lo bonito son las iglesias antiguas, pero como son patrimonio, no se renuevan, aunque hay catedrales que lo han hecho».

Paqui Gestoso es otra vecina de Vigo que igualmente se mueve con silla de ruedas. Aunque tampoco visita las iglesias, conoce la situación: «Casi todas tienen como mínimo un escalón. Si no es en el exterior, es dentro».