El concejal de la calle

María Jesús Fuente Decimavilla
María Jesús Fuente VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

Ha inundado con más de medio millar de escritos las oficinas del Concello. Es más de proponer que de quejarse. Una nueva línea de autobús, un cruce mal señalizado, unas escaleras peligrosas... Tobío pasea seis horas cada día y está atento a todo. «Los políticos están poco en la calle. Donde mejor se habla con ellos es en los entierros», dice.

01 dic 2015 . Actualizado a las 13:38 h.

Gracias a José Manuel Tobío, las ostreras de Vigo recibieron la medalla de oro al mérito en el trabajo. Se pasó siete años presentando escritos. Es solo de una muestra de las muchas peticiones que lleva años presentando ante el Concello desde hace años. «No creo que se dé el caso de un vecino que haya hecho tantas peticiones como yo. He presentado entre 500 y 700 escritos, algunos repetidos para insistir», comenta este vecino del Casco Vello.

Tampoco se corta cada vez que se encuentra de frente con un político. «En general, están poco por la calle. Se meten en los despachos con los ordenadores. Cuando paras a alguno siempre tiene prisa. Donde mejor se habla con ellos es en los entierros. Siempre se aprovecha para hacerles alguna petición».

Una de sus especialidades es el transporte público y el tráfico. En el departamento municipal ya lo conocen. Lo reciben cada dos por tres. Si algo tiene claro Tobío es que prefiere quedar como un pesado si con ello consigue que le hagan caso. Una de sus últimas peticiones consiste en que alguna línea del autobús urbano vaya desde Torrecedeira hasta la plaza de América para, una vez en As Travesas, poder enlazar con el bus que va al nuevo Hospital Álvaro Cunqueiro. «Tuve una reunión con la jefa de Tráfico y me dijo que lo iban a estudiar, pero parece que le están dando largas. Mucha gente me para y me pregunta si ya sé algo». También sugirió cubrir el párking gratuito que hará el Concello junto al hospital para hacer una segunda planta. Diez días después, el alcalde presentó la idea como suya.

Se conoce algunas calles como la palma de la mano. Es el caso de Torrecedeira. «Hay tres escaleras laterales para subir a Pi y Margall que tienen 53, 57 y 107 peldaños, respectivamente. Por eso pido el bus para ir a As Travesas». También ha pedido otro ascensor como el que se acaba de estrenar entre Camelias y Menéndez Pelayo, que una Pi y Margall y Torrecedeira a través de un extremo del parque Camilo José Cela.

Su sugerencia de eliminar el giro a la izquierda hacia Serafín Avendaño, una vez construida la última rotonda de García Barbón antes de llegar al nudo de Isaac Peral, salió adelante y logró agilizar el tráfico. También logró que la línea C1 bajase por Beiramar para recoger a los vecinos que llegaban en barco desde O Morrazo y que se dirigían a Povisa. Se atribuye que el mismo autobús circule los domingos y la colocación de barandillas en numerosas escaleras públicas. «En Poboadores hay 127 peldaños y era un peligro bajar sin un pasamanos. Al final, se colocó en medio, que es donde tiene que ir porque en los laterales a veces huele muy mal por la orina».

Para estar al tanto, Tobío patea las calles seis horas al día desde que le obligaron a jubilarse hace nueve años, cuando apenas tenía 57. Hasta entonces trabajaba como estibador en el puerto.

«Ahora me dedico a la bolsa... de patatas», apunta con humor, mientras aclara que es él quien hace la compra de casa.

Estaría dispuesto a ser concejal porque en la actualidad dispone de tiempo. «Estaría todo el rato por la calle, como ahora. También me gustaría ser asesor de tráfico y transporte público. No cobraría, me conformaría con que me hicieran caso. Creo que en el 90 % de las cosas que pido tengo razón». La política no es nueva para él. En las primeras elecciones municipales formó parte de la candidatura de la Asamblea Nacional Popular Galega. También se curtió en el sindicalismo nacionalista.

Está de acuerdo con las humanizaciones de calles «porque suponen una plusvalía, han revalorizado los inmuebles». Ya en la época de Lois Pérez Castrillo defendió la peatonalización del Casco Vello y piensa que no se equivocó. «Desapareció la prostitución que había en la calle Oliva, igual que también había en Montero Ríos».

Su ilusión sería ahora conseguir una medalla al mérito en el trabajo para un marinero. Le da igual que sea de los que van al Gran Sol o de bajura. La solicitó hace dos años y todavía no ha tenido respuesta. También le gustaría que le concedieran una condecoración a las mujeres dedicadas al marisqueo o a la conserva.

José Manuel Tobío no está de acuerdo con que la mayoría de las medallas al mérito en el trabajo que otorga el ministerio tengan como destino personas del ámbito intelectual. Lo comprobó cuando acudió a Madrid con las ostreras. «Eran ellas las únicas que desempeñaban un trabajo físico», apunta. Otro de sus deseos es ver colocada la placa dedicada a las vendedoras de ostras, solicitada al mismo tiempo que la medalla y de la que no ha sabido nada. Entiende que sería un reconocimiento hacia lo que representa un símbolo de la ciudad y que apenas supondría coste.