«Tengo que elegir: pagar el alquiler o dar de comer a mis hijos»

Juan Manuel Fuentes Galán
juanma fuentes VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Oscar Vazquez

Acaba de ver denegada su solicitud al Concello de un cheque social

26 nov 2015 . Actualizado a las 08:38 h.

El suelo se abrió bajo los pies de Merche Pérez el pasado martes cuando supo que su solicitud de ayuda social había sido denegada. La suya fue una de las 3.000 presentadas para tener acceso al cheque social, el programa estrella del Concello en el campo social que reparte 1,8 millones de euros entre los solicitantes a la vez que reserva 200.000 más para reclamaciones con fundamento.

«No puedo entender como rechazan una solicitud como la mía. Mi caso es muy sencillo, tengo unos ingresos escasos y tres hijos que atender, y las cuentas no cuadran. Por eso estaba convencida de que me lo iban a dar», explica visiblemente afectada.

Las cuentas de Merche realmente son sencillas de entender. Divorciada desde el año pasado, el padre de su hija menor, de 6 años, le pasa 125 euros al mes «eventualmente, cuando se lo puede permitir». Con esto y los 426 euros que percibe de ayuda familiar tras haber consumido el subsidio de desempleo tiene que hacer frente a las necesidades de cuatro personas.

Se trata de sus dos hijos mayores, Xabier y Rubén, de 19 y 15 años, además de Sabela y ella misma. El gasto principal es el alquiler de la vivienda, 325 euros mensuales en una casa situada a caballo entre Cabral y Candeán. Además, alimentación, recibos, vestuario y todos lo imaginable para los cuatro integrantes de la familia.

«La situación se resume fácilmente: no puedo hacer frente a los gastos básicos y ahora mismo debo dos meses del alquiler y varios recibos, y la bola seguirá creciendo sin la ayuda municipal». Y ello a pesar de que en los últimos tiempos recibió ayudas de emergencia del Concello, en concreto, «el pago del alquiler de octubre y dos recibos de electricidad» que le permitieron reducir el montante de sus deudas. «Pero yo contaba también con el cheque social ya que me veo en el dilema de elegir entre pagar el alquiler o dar de comer a mis hijos».

En el caso de la vivienda, esta viguesa de 47 años tiene que dar la cara a diario ante los propietarios, una pareja mayor que vive en la misma casa. En su momento intentó encontrar un alquiler más céntrico, pero no pude conseguirlo. «Tras divorciarme busqué en el casco urbano, pero sin un contrato de trabajo nadie quiso hacerlo y tuvimos que desplazarnos al extrarradio», explica.

Pero incluso aunque hubiera recibido la ayuda municipal (la media es de 1.000 euros, con picos del doble e incluso el triple, y otros muchos que solo percibirán unos cientos de euros), el día a día de la familia es complicado en el plano económico. Lo único que podría resolverlo sería encontrar un trabajo, pero Merche empieza a desesperar de que sea posible.

«Estuve unos diez años trabajando como ayudante de cocina en una empresa de cátering. Al principio eran contratos de nueve o diez meses, pero últimamente solo sustituciones y bajas, aunque la última fue de ocho meses. Y después nada», se lamenta.

A la espera de un milagro, hace poco supo que había sido incluida en el listado de solicitantes de pisos de protección oficial de alquiler, que en su momento se adjudicarán por sorteo «aunque lo que yo necesito es una vivienda social». Por ello, permanece atenta a los boletines oficiales para no perder la ocasión.

Mientras, intenta digerir la pérdida del cheque social, «que me hubiera permitido arreglar mi viejo coche, que no puede pasar la ITV, y la lavadora, que lleva siete meses averiada. Lavo en casa de unos amigos a veces, pero no puedo estar siempre tirando de la gente. Y sin coche, viviendo fuera de la ciudad, eso sí que es exclusión social».