Sin dirección

Diego Pérez Fernández
Diego Pérez CONTRAPUNTO

VIGO CIUDAD

21 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Parece que fue en otra vida y solo han pasado quince años. En el 2000, en Vigo había un alcalde del Bloque. Por aquel entonces se tomó la decisión de diseñar un plan estratégico. Prestigiosos y sesudos catedráticos se pusieron manos a la obra y empezaron a hablar con unos y con otros. Fue así como, al cabo de un tiempo, llegaron a esta conclusión: las ocho instituciones que dirigían Vigo actuaban sin ninguna coordinación y eso frenaba el desarrollo de la ciudad.

Efectivamente, Ayuntamiento, Puerto, Zona Franca, Universidad, Caixanova, Citroën, Confederación de Empresarios y Cámara de Comercio no solo andaban cada uno a lo suyo, sino que muchas veces sus intereses eran contrapuestos y se tiraban los trastos a la cabeza. «Los mecanismos para llegar a acuerdos y decidir inversiones suelen requerir tiempos largos. Sería de gran importancia trasladar al marco institucional el dinamismo y la actitud del tejido empresarial vigués», diagnosticaron los expertos.

Hoy, las propuestas de aquel documento son papel mojado y nadie se acuerda de ellas. Pero cabe preguntarse si ha cambiado algo respecto a la interrelación de quienes mandan en la ciudad. Para empezar, uno de los principales actores ha desaparecido (caja de ahorros). Otro ya no es que se pelee con los demás, sino que sus enfrentamientos internos son de tal magnitud que han acabado en los juzgados (CEP). Los más importantes han seguido torpedeándose (Concello y Autoridad Portuaria). A la principal agencia de desarrollo se le practica una especie de chantaje para que invierta en la reforma de un estadio de fútbol (Zona Franca). El organismo público que vive más alejado de las cuitas políticas no acaba de lograr sede en el centro, tras la negativa municipal y las promesas de la Xunta (Universidad). Y el único lugar donde podían coordinarse todos ellos, la Fundación Provigo, se ha convertido en una coña marinera. Si es verdad que la ciudad va como un tiro, por Dios, que no se lo pegue en la sien.

diego.perez@lavoz.es