Bretaña se siente en la mesa

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Jean Luc, que llegó hace seis años a Vigo, haciendo una de las crepes más populares, la de salmón y espinacas.
Jean Luc, que llegó hace seis años a Vigo, haciendo una de las crepes más populares, la de salmón y espinacas. m. moralejo< / span>

No es bretón, sino de la región de Lorena, pero Jean Luc Nodet se ha encargado de llevar a Vigo la gastronomía de la región hermanada con Galicia a través de la música y el paisaje

05 oct 2015 . Actualizado a las 11:18 h.

El trigo sarraceno o alforfón es vital en esta historia. El sarraceno es una planta que aunque parece un cereal, no lo es. Con sus frutos molidos, en Japón hacen fideos y en la Bretaña gala, galettes, que no son galletas, sino crepes que aportan «mucho hierro y ácido oleico, muy buenas contra el colesterol y aptas para celíacos», apunta Jean Luc Nodet, que no es nutricionista, pero de filloas a la francesa sabe un rato.

Jean Luc lleva media vida entre redondas planchas de hierro de las que salen luego tortitas que dobla dándole forma cuadrada. Él nació en la ciudad de Nancy, en la región de Lorena, a más de 700 kilómetros de Bretaña. Sin embargo, desde muy joven, por su afición náutica se sintió vinculado a este territorio bañado por el Atlántico y muy cercano a Galicia por la música y la herencia celta.

Empezó como cliente y terminó expandiendo el poder de la gastronomía bretona por España. «A los 18 años me iba a Bretaña porque siempre me ha gustado mucho el mar y allí practicaba vela», recuerda. Haciendo deporte, en concreto windsurf, conoció a Olivier Noblet. La abuela de su amigo, Annaick Noblet, fue una pionera en la exportación de la cocina bretona. En los años 50 abrió un restaurante en Saint Tropez. Años más tarde el nieto siguió sus pasos y fundó la Crêperie Bretonne Annaick en honor a la precursora.

Jean Luc se sumó al proyecto cuando su colega ya iba por el segundo restaurante. Y tras comenzar por Francia, en Perpiñán, siguieron conquistando estómagos en España, adonde Nodet llegó hace trece años. Cuando estaban montando el local de Barcelona conoció a la viguesa Sonia Vázquez, que es la razón por la que terminaron en Vigo, donde nacieron sus dos hijos en común. «Ella estaba estudiando restauración de arte, en la especialidad de pintura mural, y terminó pintándonos las puertas del restaurante», indica.

Y es que la decoración es casi tan esencial como la comida en este proyecto. Tardaron casi un año en transformar el local ubicado en el 47 de la céntrica calle Urzaiz, donde cada detalle se hizo a mano con numerosos objetos reciclados, como los asientos de un bus inglés de los años 60 o las lámparas realizadas con botellas de sifón.

Las obras fueron todo un espectáculo, sobre todo cuando metieron dentro un antiguo autobús que perteneció a Radio Televisión Española, que consiguieron en un desguace en Valencia. El hostelero francés indica que sus inicios fueron como camarero, «pero desde el principio me metí en la cocina y aprendí a hacer todos los platos. Aquí me gusta hacerlo especialmente, porque no estás encerrado, el público te ve y tú ves a la gente», cuenta sobre su .

Buena parte de la materia prima que se sirve en Annaick llega de Francia, como el trigo sarraceno, la sidra, que es otro elemento fundamental en las mesas bretonas o los embutidos típicos, como la andouille, ingrediente de una de las variedades de crepes que ofrecen, aunque según indica, la que más salida tiene en Vigo es la de salmón con espinacas y la vegetariana.

Cuando baja la verja de su restaurante, el pasatiempo favorito de Jean Luc sigue siendo el mismo que cuando descubrió bretaña navegando por su costa. El windsurf que practicaba en Perpiñán lo cambió por el surf. «Allí había mucho viento pero aquí el oleaje es mejor para hacer tabla. Y cuando no hay, hago padel surf». Eso en invierno, en Patos. En verano practica el parapente y vuela tras los montes de la vecina Valença do Minho.